Estos días se han conocido los resultados del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA, en sus siglas en inglés), que consiste como se sabe en someter a los alumnos cada 3 años a una serie de pruebas para determinar su nivel de competencia en determinadas materias.

Los resultados hechos públicos corresponden a las realizadas el año pasado a alumnos entre 15 y 16 años en materias de lectura, matemáticas y ciencias; reflejando los datos según los expertos, un estancamiento a la baja en ciencias y matemáticas.

En cuanto a la comprensión lectora, los datos no se han hecho públicos al haberse detectado anomalías en la prueba de fluidez. Pese a que los responsables del informe PISA no advierten ningún declive significativo por lo que respecta a los resultados obtenidos por los estudiantes en España, la lectura que se está haciendo aquí de ellos es más crítica, hasta el punto de ser considerados como los valores más bajos obtenidos desde que se vienen aplicando las pruebas, año 2000.

Sea como fuere, más allá de los resultados, lo cierto es que el sistema educativo está pidiendo a gritos una serie de medidas y de cambios estructurales que lo hagan más competitivo.

Así ha de ser si se aspira a tener una educación que, como recientemente ha señalado en una entrevista la directora general de la Unesco, sea una de las piedras angulares de la prosperidad del país.

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