Los británicos estrenan esta semana nuevo primer ministro. Un relevo que llega en un clima de hastío por tres años de brexit y por la aprensión de que el elegido sea aún peor que la fallida Theresa May. Todos dan por hecho que Boris Johnson será proclamado mañana líder victorioso del Partido Conservador frente a Jeremy Hunt, el otro aspirante. El miércoles será investido primer ministro y recibirá el encargo de la reina de formar Gobierno. Una nueva e impredecible etapa comienza para el país.

Será un personaje muy diferente el que ocupará la residencia oficial de Downing Street. Un hombre «inconsistente, metepatas y disperso», de acuerdo con un diplomático que le sufrió en el Foreign Office, cuando Johnson era ministro de Asuntos Exteriores. Lo que no será nuevo es la legión de problemas que le esperan. El recién llegado hereda un Gobierno en minoría y se enfrentará básicamente a las mismas urgencias que halló May y ha dejado pendientes. El brexit, por supuesto, es la primera.

Los británicos están hartos, al igual que los miembros de la Unión Europea. Todos quieren acabar con el brexit cuanto antes, pero la solución de la salida sin acuerdo, hacia la que parece dirigirse Johnson, va a encontrar férrea resistencia en el Parlamento. El anticipo de la batalla se produjo el pasado jueves. Incluso antes de ser nombrado oficialmente, Johnson sufrió la primera derrota de su mandato en la Cámara de los Comunes.

El candidato llamado a suceder a May no ha descartado en ningún momento la posibilidad de cancelar la reapertura del Parlamento en otoño. Johnson querría de esta forma tan antidemocrática evitar que los diputados contrarios a una ruptura sin pacto alguno obstaculicen la salida de la UE el 31 de octubre, fecha en la que expira el plazo acordado por Bruselas. Para impedir esa posible suspensión de la Cámara, los parlamentarios contraatacaron aprobando por 315 votos a favor frente a 274 en contra una enmienda, en principio técnica, sobre Irlanda del Norte, con la que se aseguran que los comunes estarán funcionando entre el 9 de octubre y el 18 de diciembre. La maniobra partió del diputado laborista Hilary Benn. El Parlamento «debe estar en funcionamiento en un momento crucial para el país», declaró Benn. En los últimos meses, los diputados han votado varias enmiendas en contra de una salida desordenada de la UE, pero esta victoria, por un margen de 41 votos, es la mayor de las obtenidas hasta ahora. En total 19 conservadores se abstuvieron, entre ellos cinco miembros del Gobierno, incluido el ministro de Finanzas, Philip Hammond. Otros 17 diputados tories rebeldes votaron a favor, entre ellos una secretaria de Estado, Margot James, que presentó la renuncia. El resultado indica que la oposición a un brexit sin acuerdo va en aumento en el Partido Conservador. Hammond, cuya dimisión es inminente, puede convertirse en el cabecilla del grupo de rebeldes proeuropeos conservadores. Dijo el viernes «no excluir nada» al preguntarle qué haría ante una posible moción de censura contra Johnson. «Haré todo lo que