Una legión de corredores populares se pregunta si llegará el día en que pueda recuperar la sensación de confundirse entre una masa jadeante y sudorosa, con un ojo en la meta y otro en el cronómetro, peleando por un puesto en una clasificación general y otro en el expediente personal. Los runners están en la encrucijada. La propia naturaleza de su actividad la convierte en un foco de riesgo extremo cuando se trata de pruebas multitudinarias. Las escenas de cientos de personas de todas las edades corriendo por el asfalto o el campo cada fin de semana han desaparecido por completo. Es la hora de los corredores solitarios.

Desde el pasado 14 de marzo se fueron tachando del calendario todas las carreras tanto en la capital como en la provincia. Cuando Lázaro Estepa y Azahara Cerro cruzaron la meta como vencedores en la Media Maratón Espiel-Belmez el pasado 8 de marzo, nadie pensaba que el ruido de las zapatillas y las respiraciones acompasadas de los corredores iba a desaparecer durante tanto tiempo.

Los meses de mayor actividad atlética popular han quedado vacíos. Primero, por el confinamiento domiciliario. Después, porque las fases de desescalada descartaban las carreras en grupo y se sigue exigiendo una distancia de seguridad, algo incompatible con el formato de una carrera popular. La Carrera Subbética, el Mitin de Baena, la Carrera de Ochavillo, la Milla de Nueva Carteya, la Media del Guadajoz y el Cross Primavera de La Rambla fueron aplazadas o canceladas en mayo. Para el 6 de junio estaba fijada la Carrera Nocturna de Montalbán, cuya cancelación ya se anunció de modo oficial. La última en ser eliminada ha sido la Carrera Villa de Pedro Abad (prevista para el día 12). La Nocturna Antonio García Granados en La Guijarrosa (día 20) y la Carrera María Auxiliadora de Montilla (día 27) tampoco se van a correr.

En la capital, las suspensiones afectaron a las carreras Puente Romano, Milla Ciudad de Córdoba-Las Palmeras, Cañero, Memorial Manuel Sánchez Arroyo de Santuario y Cross Parque de La Asomadilla. Para junio estaban fechadas la Carrera Go Fit Córdoba (14) y la Running Alcolea (27), ya que la Nocturna Trotacalles varió su ubicación: del 13 de junio al 5 de septiembre. Todo está a expensas del dictamen de las autoridades sanitarias.

Los cambios en el formato, ineludibles

Las carreras populares, especialmente las que cuentan con alta participación, tendrán que abordar un cambio en el formato de manera ineludible. Todo apunta a la necesidad de rebajar el número de participantes a un máximo de entre 3.000 y 5.000 en las grandes pruebas. En Córdoba solo hay una en ese rango: la Media Maratón de Córdoba, fijada para el mes de noviembre. Y no sólo para mantener a raya las posibilidades de contagio, sino también para hacer viable la salida, el punto más conflictivo y el que, previsiblemente, más modificaciones sufrirá.

Se entiende que ya pasaron a la historia -al menos, durante un tiempo- esas salidas en tropel, con los atletas metiendo el codo para ganarse unos centímetros. La seguridad sanitaria indica que hay que evitar a toda costa que los corredores se acumulen y procurar que la distancia entre ellos sea, al menos, de dos metros a lo ancho.

Son muchos los clubs y entidades organizadoras de carreras que ya están experimentando nuevas estrategias. El sistema contrarreloj, tan utilizado en el ciclismo, parece la alternativa más factible para conseguir que el riesgo se minimice. Es un cambio de paradigma. No importará quién cruce antes la meta, sino el tiempo real empleado en completar el recorrido. Olvídense de los agónicos esprints finales en un mano a mano entre los favoritos. Habrá salidas graduales de corredores, que estarán físicamente separados en la salida por líneas marcadas. Los atletas saldrían de manera aleatoria, por lo que al tener diferentes marcas llevarían distintos ritmos.

La reducción de los recorridos de 10.000 a 5.000 metros se vislumbra como una opción para las pruebas más modestas, que reúnen a un número en torno a los 500 atletas. Esa distancia evitaría otro de los aspectos que más quebraderos de cabeza genera desde el punto de vista sanitario: los avituallamientos. Éstos son obligatorios en una carrera de 10, pero desaparecen en una de cinco. También habría que organizar protolocos para el uso de mascarillas y productos desinfectantes en las zonas comunes.

¿Y qué ocurre con los test?

El 86% de los corredores españoles participará en carreras populares cuando vuelvan a organizarse eventos al aire libre aunque no haya vacuna contra el covid-19, según un estudio de la revista Corredor, que también refleja que seis de cada diez personas pagaría por un test PCR al inscribirse a una prueba. En la encuesta, para la que se realizó un muestreo de más de 15.000 personas, el 67,62% está dispuesto a correr en pruebas de todo tipo, mientras que un 13,15% prefiere participar solo en eventos de menos de mil inscritos. Un 3,16% optará por las pruebas con menos de 3.000 participantes y un 2,26% por aquellas citas en las que el límite máximo de deportistas sea de 5.000.

Los datos arrojados en el estudio demuestran que los amantes de la carrera a pie están dispuestos a modificar sus hábitos con el fin de continuar dando rienda suelta a su pasión. Un 94,65% estarían dispuestos a pasar un test PCR obligatorio para obtener el derecho a participar en las carreras y un 60,30% pagarían por él al inscribirse al evento. El 53,15% serían capaces de desembolsar hasta 20 euros por ello.

Un 73,76% de los encuestados declaran que estarían dispuestos a pagar más dinero por inscribirse a las carreras si ello les garantiza una mayor seguridad y un 49,32% utilizaría mascarilla en los eventos si fuera obligatorio llevarla, aunque un 21,99% de los corredores solo la llevaría en la salida y se la quitaría cuando desaparecieran las aglomeraciones.