El Magisterio es su vida, aunque a Isabel Agüera aún le parece que la palabra maestra «es demasiado grande para una persona tan pequeña como yo». Pese a su humildad, la trayectoria de esta profesora está cargada de éxitos, tanto profesionales como literarios, aunque la crisis del coronavirus ha frenado uno de sus proyectos más ilusionantes: la presentación de una nueva obra, Memorias de una maestra, que ha dedicado a su nieta, que acaba de entrar en el mundo de la docencia, y que pretendía presentar el pasado 28 de marzo en Villa del Río. Aunque las redes sociales son ahora una parte muy importante en su vida, asegura que si, como está pasando ahora, «tuviera que dar clases por internet me sentiría muy mal».

-Con ‘Recuerdos de una maestra’ vuelve a un tema que ya trató hace años en otro libro. ¿Por qué?

-Aquella primera versión, titulada Memorias de una maestra, tuvo un gran éxito en su momento y se hicieron varias ediciones. Esto ocurrió en los años noventa, que fue cuando falleció mi marido, y en ese libro simultaneaba mi vida privada con la profesional, ya que verdaderamente tenía incidencia, aunque había cosas que debería haber omitido. Cuando me dijeron que se iba a descatalogar, me dio pena porque incluso en la Escuela de Magisterio lo tenían como libro obligatorio de lectura. Cuando mi nieta empezó a estudiar Magisterio quise escribirle otro similar, aunque más reducido, que es el actual.

-¿Se siente orgullosa de que su nieta haya seguido sus pasos?

-Nunca me ha gustado influir en nadie, pero ella, aunque podía haber hecho cualquier otra carrera por sus notas, tenía claro que lo que le gustaba era ser maestra. Y, curiosamente, se ha vuelto a repetir con otra de mis nietas.

-Ha creado escuela, nunca mejor dicho.

-En mi familia hay muchos maestros. Mi padre era uno excelente. Nos supo educar muy bien.

-¿Es un libro de consejos para los que ejercen la docencia?

-Se pueden deducir, pero, realmente, lo que hago es contar historias, anécdotas, de aquellos primeros tiempos de trabajo, en los años cincuenta, cuando la escuela era tan difícil. Mi primera escuela fue una cuadra, se ganaba tan poco que apenas podíamos pagar las pensiones donde vivíamos, y muchos abandonaban. Y ahora le digo a mi nieta que nunca se debe abandonar a esos niños que pasan por tus manos y que son el futuro.

-Pese a las dificultades, ¿guarda bonitos recuerdos?

-Mis mejores recuerdos son las vivencias con mis alumnas. Yo trabajaba en una zona marginal, pero mi gran satisfacción era estar rodeada de aquellas niñas que tanto me querían. Creé con ellas un coro, hacíamos excursiones…

-¿Qué ha supuesto el magisterio para usted?

-La vida.

-¿Cree que ha cambiado mucho la profesión? ¿Imaginaba que las clases se impartirían de forma virtual?

-Imposible imaginar tanto. En los años cincuenta no conocíamos ni la existencia de los ordenadores, pero la primera vez que llegué a un colegio aquí en Córdoba, el Averroes, donde había buenas instalaciones, donde los niños tenían unos grandes espacios para el recreo, buenos servicios, limpieza, material, biblioteca, etcétera, me parecía un sueño en aquellos años. Era tanta emoción que aún, al recordarlo, me hace llorar. Con respecto a la educación a través de internet, como se está haciendo ahora por las circunstancias, pienso que se pierde la cercanía con los alumnos, que para mí era la vida. Si yo tuviera que dar clases por internet me sentiría muy mal. Por otra parte, aceptaría que no hay otra solución, aunque intentaría no perder el contacto con ellos.

-¿Qué le falta a la educación?

-Creo que necesita un sistema más humanizado. Cada época tiene sus dificultades, pero ahora yo veo que los maestros se quejan mucho ante tanta exigencia de datos, de papeles. La vida de un maestro se reduce a rellenar papeles y no tanto a preocuparse de cada alumno en particular, de sus problemas, de sus dificultades, de sus familias, de si son felices o no, algo que para mí ha sido siempre imprescindible. Yo veo que hay un gran descontento en el Magisterio, creo que los maestros están desilusionados porque tienen poco apoyo. Por otra parte, me da mucha pena de los alumnos cargados de tareas en casa. Creo que hay cosas que habría que corregir de manera radical y se debería practicar más la lectura, la expresión oral. El lenguaje es muy importante, y yo le dedicaría más tiempo a hablar con los niños. Menos tareas y más hablar con ellos y hacerles la enseñanza más ilusionante, que aprendan a ser felices, a vivir, a pensar, a opinar y, sobre todo, a comprender.

-¿A qué está dedicando el confinamiento?

-A lo de siempre. Le estoy sacando muchos frutos a las redes sociales y todos los días escribo para que me lean mis seguidores. Estoy feliz de poder seguir ejerciendo, de alguna manera, el magisterio, porque todos me llaman maestra, una palabra muy grande para una persona tan pequeña como yo.

-Este será el primero de tres libros que la editorial malagueña Algorza va a publicarle ahora. ¿Cuáles son los otros dos?

-Una novela que ya se publicó, pero apenas se publicitó, porque Córdoba para los sus escritores no es la más aconsejable para vender libros. Se llamaba Mi amiga prostituta y ahora se titulará Mi amiga Lucrecia, y también saldrá mi primera antología de cuentos infantiles.