Finalizó esta edición del festival Qurtubajazz con un balance positivo, a pesar de la lluvia del 28 de octubre, que impidió abrir los conciertos matinales en el cine Fuenseca con el de los cordobeses Crash For Jazz. Ya bajo techo, y sin incluir lo ocurrido ayer con los albaceteños The Preachers, por ser esta crónica anterior a ello, los encabezados por Billy Cobham, Andrea Motis & Joan Chamorro y Bill Laurance sí que tuvieron lugar, aunque con desigual respuesta.

El pasado jueves, festivo, aparecía en el escenario uno de los grandes iconos del jazz-rock, después bautizado como fussion. Billy Cobham era la supuesta rutilante estrella del festival, cabeza de cartel. Sin embargo, una pobre entrada se dio cita en el Gran Teatro de Córdoba para ver y escuchar al que fue maestro icónico de la batería para varias generaciones. Su sonido en directo, con algún que otro pequeño problema, era idéntico al de sus más de 40 discos, sus nuevos acompañantes habían conseguido clonarlo a gusto del panameño. La descomunal y asimétrica batería de la estrella centraba el escenario y Billy Cobham dio paso a una revisión de su extensísima carrera. Para esta gira se ha rodeado de jóvenes músicos franceses e ingleses como gregarios de nivel, siendo destacable la labor de Camelia Ben Naceur en los teclados.

Cobham mantiene su personalidad aunque el interés general por el estilo no haya caminado a la par en el tiempo. Sus poderosos desplazamientos asimétricos, o en abanico, por la mastodóntica y a veces tosca batería siguen siendo marca de la casa, aunque no así los famosos barridos o breaks que antaño le asemejaban a una especie de inigualable rodillo viviente. Cobham ya «ahorra» fuerzas con sus estupendos 74 años. Muchos nunca hubiéramos imaginado tener al mismísimo Billy Cobham en Córdoba, y mucho menos firmando autógrafos en la salida.

Por suerte, muy cerca, ocurren cosas estupendas, y es que quien siembra, recoge. La tradición jazzística en Cataluña no es un secreto. Décadas de nombres como Amargós o Benavent, por ejemplo, que lo hermanaron con el flamenco, o Tete Montoliu, que lo paseó con éxito por el mundo, hacen que creamos en la savia inagotable del jazz. Un gran ejemplo es el fruto del tesón con el que llegan Joan Chamorro, con una labor docente encomiable, y su alumna aventajadísima, Andrea Motis. Ambos, con Traver, Pi y Terrassa se adueñaron de la numerosa asistencia del Teatro Góngora el pasado viernes.

JAZZ IMPOLUTO / Con un repertorio a caballo entre las composiciones propias y unos escogidos standars, los de Barcelona encantaron a la audiencia con su varita mágica, forjada en el concienzudo trabajo de arreglos e interpretación, que les aboca a esa exquisita asepsia que caracteriza al jazz catalán, impoluto y meticuloso. Toda una lección de cómo se deben hacer las cosas para no dejar ni un cabo suelto y tocar los resortes necesarios para encandilar al público. Con solo 23 años, Motis no es Ella, pero quizás no le haga falta. Estupenda también con la trompeta, su natural saber estar y actuar es un ejemplo a seguir para las nuevas generaciones. Chamorro, Pi, Terrassa y Traver funcionan a la perfección.

Por último, el sábado fue el turno del británico Bill Laurance, que llegaba en formación de trío dentro de su gira europea. Pocos artistas comunican emociones realmente nuevas como él. Enmarcado casi siempre en las etiquetas relacionadas con el jazz, Laurance aporta mucho más y trasciende toda frontera para inmiscuirse en tratos con las estrellas, donde muy pronto seguro estará. Su extrema sensibilidad y originalidad en composición e interpretación con el piano, Rhodes o sintetizadores, ya laureadas por su labor con el grupo Snarky Puppy, le sitúan entre una de las propuestas mejor acogidas por ofrecer horizontes realmente modernos y de vanguardia, que aglutinan y tamizan todo un pesado equipaje de selectas influencias entre jazz, funky, étnica…Tanto, que se vienen a la memoria abanicos tan amplios como Weather Report o Wim Mertens.

Bill Laurance discurrió por una selección climática y atmosférica de sus, hasta ahora, cuatro discos. Para lograr este efecto colorista, impactante e hipnótico a la vez, le acompañan dos sorprendentes y también originales músicos: el bajista Jonathan Harvey (contrabajo, bajo eléctrico y sintetizador) y su impresionante mano izquierda, y la batería y efectos del lituano Marijus Aleksa, todo un prodigio de concepto, gusto, técnica y serenidad, cualidades muy valiosas para cualquier músico, y más para un batería. La nota emotiva fue la dedicatoria de un afable y cercano Laurance al recién fallecido trompetista Roy Hargrove, y la discordante y penosa fue la paupérrima entrada que registró el Teatro Góngora.