Un mes de confinamiento por el coronavirus da para pensar mucho. Para pensar, para leer, para ver, para sentir y para crear. Los artistas plásticos que tienen el estudio en casa llevan más de cuatro semanas cara a cara con su obra, cuadros que inevitablemente se han visto contagiados por el encierro impuesto y la incertidumbre que empapa el futuro. La inspiración no siempre nace de la observación del exterior. Cuatro autores cordobeses explican cómo les ha afectado la cuarentena y muestran sus obras más introspectivas.

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Quizás uno de los casos más llamativos sea el de Francis Arroyo Ceballos, el artista cordobés que hace unos días ha dado por concluida Apocalipsis, la obra culmen de su serie sobre La teoría del caos en la que lleva trabajando de forma ininterrumpida desde el 2018. Ya hay quien ha dicho que se trata de «una obra premonitoria», sentencia. En ella reflexiona sobre los cambios sociales que se están produciendo, acentuados por la crisis del coronavirus, y en esa idea de cómo el ser humano se enfrenta a ese caos que lo rodea. Apocalipsis está compuesta por 3.500 piezas y aunque empezó a trabajar en ella antes de que se hablara del covid-19, hace cuatro meses, la ha rematado en pleno confinamiento. «Para un artista, el estar encerrado y solo es algo habitual, no supone un esfuerzo», explica, «el aislamiento pone un punto de tristeza social que supone un bajón para la inspiración». Para evadirse en esos momentos, él se vale de otras facetas como «la música o la escritura», señala, «es un momento extraño en el que tenemos más horas para trabajar, pero se hace menos intensamente porque hay algo que falla y hay que reconectarse por otras vías».

Pepe Puntas también tiene su estudio en casa por lo que ha seguido trabajando y ha acabado en estos días de encierro un cuadro titulado Where (Dónde), «una pieza que continúa la evolución de mis últimos trabajos, en los que saco a la luz los apuntes y las pruebas de color que a menudo no se ven, lo oculto de una obra pictórica, donde está muy presente lo casual y lo involuntario de las acciones», señala, y en el que la palabra coronavirus se ha colado. «He intentado apartar este tema, quizás lo retome más tarde, pero en mi forma de trabajar influyen las noticias que oigo mientras pinto y es inevitable que se cuele». Aunque no ha dejado de lado los pinceles, asegura que «decir que el confinamiento no me ha afectado sería mentir, he estado dos semanas paralizado sin hacer nada, todo esto empezó después de tres exposiciones seguidas y estaba muy cansado, pero además soy muy aprensivo y he pasado un tiempo concentrado en la amenaza que nos ronda».

Pepa Anguiano estaba preparando justo antes de que se declarara el estado de alarma una exposición individual en la Casa Góngora, que tendría que haber abierto sus puertas el 2 de abril. «Iba a mostrar collages y un par de obras colectivas con formato de libro de artista y habríamos empezado a montarla a finales de marzo», relata, «ha sido un poco frustrante no poder llevarla a cabo en la fecha planificada, después del estrés y la angustia que conlleva tenerlo todo a punto, pero se hará cuando todo esto pase». La coincidencia de los preparativos con el confinamiento puso todo patas abajo y «me sentí saturada y bloqueada, porque había invertido mucha energía en terminar de dar forma al proyecto», confiesa. Como a Pepe Puntas, ha sufrido un periodo de dispersión y preocupación por lo que estaba pasando, incapaz de concentrarse. «En este paréntesis en el que tienes más tiempo para pensar, por momentos, he llegado a entrar en una especie de crisis y cuestionamiento de mi trabajo, incluso de mala conciencia por no aprovechar mejor el tiempo», afirma. Y es que, como bien explica Anguiano «aunque en realidad el proceso creativo hay que invocarlo y trabajarlo con constancia, no se puede forzar». Tras esa primera fase de atoramiento, ha pasado a otra en la que «trabajo sin presiones, creando un caldo de cultivo nuevo a través de fotografías diferentes, con la asociación de dibujos e imágenes en un bloc de apuntes». La idea es «ver qué sale sin un objetivo demasiado definido». Fruto de ese dejar pasar son sus dos últimos collages, Sueños enclaustrados y Visión confinada, «inspirados esas cosas raras que se sueñan durante el confinamiento y en nuestra capacidad para recordarlas».

Arroyo Ceballos, Pepe Puntas, Antonio Hermán y Pepa Anguiano.

Antonio Hermán no lleva demasiado mal el encierro. «Me siento afortunado de estar en mi pueblo La Carlota, junto a mi familia», explica, «los que nos dedicamos a los pinceles tenemos experiencia en lo de estar aislados, es normal pasar semanas o meses solo produciendo para un proyecto o creando nuevas obras. Esta cuarentena, al ser impuesta, es diferente y más cuando vemos lo está ocurriendo», señala. En este mes, ha concluido un acrílico titulado Semilleros, que asegura se ha transformado respecto a lo que tenía en su cabeza hace unos meses fruto de la situación. Asegura que su método de trabajo y la producción en este momento es «más liviano, intento sentir el momento», expresa, «las imágenes de ciudades desérticas, la naturaleza resurgiendo en lugares grises me inspiran mucho y me ayudan a llevar mejor estos días». También ha recuperado trabajos que dejó en el tintero hace unos años, como las ilustraciones Different World. «He vuelto a retomarlas porque me sirven de bálsamo a esta cruda realidad, su temática cobra más sentido en estos momentos y eso me ha llevado a desarrollar y ampliar esta serie con más ganas y motivación.

Crear pese al caos y a la incertidumbre, pese al miedo, en ello están los artistas.