Florian Zeller (París, 1979), junto a Jazmina Reza, ha sido calificado por alguna publicación gala como el mejor dramaturgo francés contemporáneo. Ahora debuta como director de cine, adaptando una de sus obras más emblemáticas: The father, pieza que pudimos ver en el Gran Teatro en 2017 bajo la dirección de José Carlos Plaza y con un reparto encabezado por Héctor Alterio y Ana Labordeta, donde también figuraba el actor cordobés Luis Rallo. El paso de las tablas a la pantalla, la ha realizado junto al reputado guionista (Las amistades peligrosas, Expiación) y también dramaturgo británico Christopher Hampton, en un ejercicio sumamente limpio y efectivo para una dramaturgia impecable que respeta en el guion las situaciones y personajes que estructuran la obra.

La dirección de Zeller es sencillamente perfecta. Las interpretaciones, excelentes. Sobre todo, el trabajo de Anthony Hopkins que vuelve a regalarnos otra clase magistral de arte dramático: a veces, contenido; o, cuando el texto lo requiere, sumamente explosivo en las emociones. La historia es de una sencillez categórica, concebida con inteligencia y mostrada sin concesión alguna.

La cinta, que fue la preferida por el público de la última edición del Festival de San Sebastián, nos invita a viajar a la mente de un hombre de ochenta años, carcomido por una demencia senil que le impide distinguir realidad de alucinaciones, una mente que le juega demasiadas malas pasadas, que le impide reconocer a sus seres queridos. Al otro lado, en el lugar del sufrimiento que embarga a los más allegados, que viven esta extraña e irreversible situación como algo irremediable e inexplicable, está su hija (magníficamente encarnada por Olivia Colman, en un papel completamente diferente al que realizó en La favorita y por el que consiguió el Oscar en 2019), su cara es el reflejo de la impotencia que vive, sumida en la angustia y el abatimiento, incapaz de comprender lo que está ocurriendo en lo más profundo de alguien que ya no es quien fue, presa de la pena y la congoja.

Filme, por tanto, tan doloroso como necesario. Y muy recomendable.