Sobre la mesa del aula reservada al club de lectura Arrabal del Sur, un libro, El dios de las pequeñas cosas de Arundhati Roy. Alrededor, un grupo de adultos, la mayoría mujeres, se preparan para debatir sobre lo que les ha parecido y confrontar opiniones. Aunque son 15, faltan algunos por motivos personales, «algo raro porque suelen venir casi todos», asegura.

En el centro, Bernardo Ríos, profesor de Lengua y Literatura jubilado, coordina la sesión. «Mi función es intentar que todo el mundo se interese por el libro y que el día que quedamos al mes dé su opinión y participe». Las lecturas se proponen a partir del catálogo de la Biblioteca Central, desde donde se organizan los distintos clubes, y que cada año incorpora nuevos títulos, siempre 15 para garantizar que todos los participantes de un club (máximo 15) disponga de un ejemplar.

«Llevo dos años viniendo y aunque no tengo demasiado tiempo libre, sigo porque me encanta, aprendo mucho y disfruto la parte social que supone contactar con gente que tiene tus mismas inquietudes, es enriquecedor y descubres cosas en cada lectura que se te escapan si no haces el ejercicio de pensarlo y debatirlo», explica Genoveva, enfermera. Las lecturas elegidas no siempre son del gusto de todos. «Pero eso te obliga a tener la autodisciplina de leerlo igualmente, salirte de tu zona de confort y no dejarte llevar como ocurre con el algoritmo de Google que siempre te acerca a lo que sabe que te gusta de antemano».

Según Bernardo Ríos, los asistentes son lectores consolidados, a los que les gusta la narrativa. En el club, leen desde cuentos de Carmen Martín Gaite a Las armas secretas de Julio Cortázar, pero también «algún ensayo de Marta Sanz» o poesía. «Yo antes decía, lee lo que sea, pero lee. Ahora digo que no, que hay que leer calidad, no todo vale», señala Ríos, cuya experiencia como docente le dice que leer en voz alta desarrolla el gusto por la lectura, un hábito que a diferencia de otros «exige esfuerzo y concentración».

Al preguntar un título, alguien recomiende un «imprescindible» y todos coinciden en aplaudirlo, la trilogía Claus y Lucas de Agota Kristof, «una maravilla necesaria». Al acabar la sesión, cuando se cierra el centro, toca la cervecita. «Hay días que nos da la madrugada debatiendo un libro». Benditos libros.