Berta Vias Mahou (Madrid, 1961), traductora del alemán y escritora con una fecunda trayectoria iniciada hace más de dos décadas, participa esta tarde en Córdoba en el ciclo Letras Capitales (Delegación de Cultura de la Junta, 19.30), en el que conversará con el profesor y escritor Miguel Ángel Toledano sobre su última novela, Una vida prestada (Lumen).

--‘Una vida prestada’ se basa en un personaje real, Vivian Maier. Otras novelas suyas se han basado en personas reales, como Albert Camus o el torero José Sáez, que se parecía a El Cordobés (‘Yo soy el otro’). ¿Supone un intenso trabajo de investigación?

--Todas mis novelas tienen mucho que ver con la realidad. Con Vivian Maier me he tenido que documentar muchísimo, a pesar de que de ella no se sabe mucho a ciencia cierta. He manejado cantidad de artículos en internet, he comprado sus cuatro libros de fotos, películas sobre ella... Al final, cuando estaba a punto de entregar la novela me llegó una biografía, más bien una tesis de una profesora de Chicago. Todo eso me ha ayudado a ordenar los datos biográficos, aunque los testimonios son contradictorios.

--¿Es una biografía?

--Es novela cien por cien, ficción. Es intentar meterse en el personaje para entenderlo, entender por qué ella no quiso enseñar sus fotografías, su relación con el mundo de la fotografía y del arte. Al principio quise titularlo Una vida prestada, autorretrato, dando importancia a los autorretratos que ella hace y también a mi propia afinidad con ella.

--¿Tiene Maier miedo social?

--A ver, a Vivian Maier la interpreto como una especie de Kafka de la fotografía. Kafka era una bestia de la literatura, y ella, igual que Kafka, no enseñó casi nada en vida. A los dos lo que les importa es el proceso creativo, querían una libertad total, y eso lo tienes que hacer solo. También tienen afinidades en su vida privada. Vivian Maier yo creo que llega más lejos que Kafka, siendo mujer no se casa, no tiene relaciones sexuales, tenía a gala que era virgen... Son personas imbuidas en una vocación tan brutal que eso les impide de alguna manera vivir como las personas normales. A pesar de todo tanto ella como Kafka tenían sentido del humor, buenas relaciones, afectos, amistades... Luego, la relación de pareja, que a lo mejor exige más atención, para esta personas era un terreno peligroso. Vivian Maier tenía un amor a la vida que se ve en sus fotos. Refleja la realidad, gente pobre y sola, con una mirada piadosa. No son fotos de denuncia, pero son fotos que muestran.

--Se dice que usted tiene lectores poco acomodaticios, casi selectos. ¿Piensa en ellos o escribe por la propia pulsión?

--Escribo por una pulsión, no pienso demasiado en los lectores. A veces me dicen que tengo que hacer alguna concesión, pero prefiero no hacerlo, creo que también el lector se tiene que esforzar, no dárselo todo mascado. No digo que mis libros sean difíciles, pero a veces me dicen que han tenido que leer un capítulo de nuevo, y yo eso lo veo muy bien, yo lo hago mucho, y en una segunda lectura te das cuenta de que las cosas no están puestas de manera caprichosa. Escribes para el lector, sí, pero no me gusta que eso me condicione, tiene que ser libre como lo soy yo.

--¿Sigue traduciendo libros?

--Ahora no, aunque tengo algunas pendientes de publicación en Acantilado. Tengo idea de probar con otros idiomas, pero es un trabajo más ingrato y de alguna manera me siento más cómoda escribiendo que traduciendo... Aunque también es verdad que lo de escribir surgió gracias a la traducción y a las muchas lecturas. A raíz de quedarme en paro con treinta y tantos años hice un máster de traducción y sin que yo dijera «voy a ser escritora», surgió una historia.

--Es usted gran lectora de clásicos, y acude a la metaliteratura.

--Sí, me interesa muchísimo, pero lo que no me gusta mucho es la metaficción actual, autores que están contando su propia vida con pelos y señales.

--¿No deja escapar su interior?

--Me gusta el ejercicio de trascenderlo. Me gusta Kafka por eso, está hablando siempre de sí mismo pero no te das cuenta porque inventa a unos personajes. Son como alter ego. Me meto en su pellejo pero al mismo tiempo estoy ahí. Por eso, tiene que haber afinidad, pero se necesita distancia. Ahora hay una literatura de tipo periodístico, para lectores educados en el periodismo. ¿Se pasará? Es como una plaga, porque esos libros se venden mucho.

--¿Marca esta novela alguna inflexión en su carrera?

--Estoy contenta, el libro ha quedado fantástico, siempre he tenido mucha suerte con las editoriales. La acogida de la crítica ha sido muy buena... Siempre tengo miedo y siempre me sorprendo. Pero no veo cambio, veo un paso más. Espero poder seguir publicando lo que quiero.