Siempre nos sorprende este gran guitarrista tan identificado con nuestra ciudad, en la que goza del reconocimiento tácito tanto de público como de compañeros del gremio, como dejó bien claro en su extraordinario concierto el pasado jueves en el Teatro Góngora. Abrió con unas tarantas de bellísima factura en las que ya dejó traslucir una impecable técnica, que, unida a su creatividad, es un indicativo de por donde transita la pujante guitarra de hoy.

Lo hizo todo bien, como él deseó en sus intervenciones habladas, arropado por su grupo, comprometido plenamente con el éxito del concierto, en el que el entendimiento y la sincronía de cante, baile, guitarra, bajo y percusión fueron un todo armonioso y trepidante en algunos pasajes en los que las escalofriantes escalas, su prodigioso pulgar, trémolos, arpegios y su dominio del diapasón lleno de armonías, tuvieron su respuesta en el flamenco cante de Churumbaque, que estuvo pletórico, entregado y atento toda la noche al desarrollo del concierto, en el que el baile de otro extraordinario artista como es Rafael del Pino Queco puso la guinda con esa frescura llena de fortaleza y buen hacer que lo sitúa, según manifestó Niño de Pura, en el Parnaso del mejor baile de hoy.

La hija del protagonista de la noche también colaboró con la frescura de su voz en una noche que terminó con un fin de fiesta por bulerías como es preceptivo en cualquier evento flamenco que se precie.