El actor australiano Joel Edgerton comenzó su carrera cinematográfica como director hace cuatro años con el inquietante filme El regalo, en el que se reservó el papel de malo, al igual que hace ahora en esta segunda producción que también escribe, a partir del libro donde el escritor Garrard Conley relata sus vivencias, y dirige, demostrando su pericia a la hora de sacar lo mejor de cada uno de los intérpretes del reparto que ha compuesto para la ocasión.

La película nos introduce en un mundo sumamente cerrado y oculto que aún permanece tal cual en el presente: un centro para reorientar lo que denominan «conducta» de jóvenes como el protagonista de Identidad borrada, alguien que termina declarando su preferencia por el género masculino ante sus padres (él, un pastor baptista que decide ingresarlo por consejo de sus colegas, y ella, la abnegada esposa que acompañará -fuera de campo- al hijo sufriendo en silencio durante la estancia). Lucas Hedges, en el papel de hijo, está impecable en su contención y resulta completamente veraz como atormentado personaje sometido a todo tipo de tortura psicológica por parte del conductor de la terapia de «reconversión» (estupendo Joel Edgerton en su malvado personaje). Así mismo, el matrimonio que conforman Nicole Kidman (magnífica como madre «amantísima»; merece la pena verla cómo derrama lágrimas) y el siempre solvente Russell Crowe. Por tanto, funciona de maravilla este trío de intérpretes australianos que hasta ahora no habían coincidido en la pantalla.

La cinta consigue introducirnos en la película de terror que vive este muchacho de 19 años recién salido del armario, inmerso en la confusión de la cual se aprovecharán otros económicamente.