Aunque se hagan esperar, Los Enemigos están de vuelta una vez más tras superar «una pequeña crisis interna» con un disco «algo punkarra» que, además de apuntalar su continuidad, da esperanzas a los amantes del rock de guitarras, poderoso, pero no desbocado. «El reto aquí consistía en conseguir un sonido gordo y nítido, porque no es fácil de manejar una fiera y estas canciones lo son», explica desde el otro lado del teléfono Josele Santiago, compositor, vocalista y su único miembro fundador en activo desde la creación del grupo en 1985.El título, Bestieza, es «una trasposición anárquica» al castellano de una palabra catalana que este artista escucha mucho en su día a día en Barcelona. «Bestiesa», literalmente, es «una animalada».

«Remite al contenido del disco, canciones que hemos agarrado de manera muy inmediata y que admitían y pedían, por ejemplo, burradas de volumen. Al final se ha convertido además en un concepto filosófico que remite al día de la bestia, al mal, que está presente en muchas de las letras», añade Santiago (Madrid, 1965).

A su lado, para conseguir ponerle las bridas a los diez temas que integran el decimosexto disco de Los Enemigos, el duodécimo de estudio si se obvia la BSO de Se buscan fulmontis (1999), se encuentra un viejo conocido con el que en los años 90 compartieron muchos kilómetros de furgoneta como responsable de sonido. «Carlos Hernández es un profesional que se mueve con solvencia en cualquier territorio, pero sobre todo en el rock de guitarras», justifica Santiago ante un álbum con un meritorio ensamblaje rítmico en el que no hay «ni un teclado», más allá de «un pianito anecdótico al final de todo».Como primer sencillo de Bestieza se extrajo el corte inaugural Siete mil canciones, un tema que le llevaba rondando la cabeza desde hacía más de 20 años y que se grabó en la sesión de maquetas del álbum Nada (1999), el último antes de su largo período de separación hasta el previo Vida inteligente (2014).

«Estaba ahí en la nevera y nunca me olvidé de ella porque prometía. No terminaba de redondearse a falta de un estribillo, que no surgió hasta hace un año. Y es que hay que tener mucha paciencia con las canciones, que a veces son esquivas, pero no hay que forzarlas», dice orgulloso ante el resultado, un tema que les «transmite mucha energía y confianza». No les viene mal, porque, aunque el empeño por volver a la actividad era real cuando se rejuntaron hace ya más de un lustro, en este tiempo tuvieron que afrontar la salida de Manolo Benítez y la entrada de David Krahe en su lugar, con Fino Oyonarte y el baterista Chema Animal Pérez aún en sus puestos.

«La idea siempre ha sido seguir, desde que volvimos a salir a la carretera y vimos que nos sentíamos a gusto. Por eso salió Vida Inteligente. No hemos dejado de tocar desde entonces, aunque hayamos tenido episodios en solitario. Nos sentimos vivos, por eso ha habido un segundo disco y probablemente haya un tercero», ratifica Santiago en cuanto al futuro de la banda.