ORQUESTA DE CÓRDOBA. CUARTO CONCIERTO DE ABONO

DIRECTOR INVITADO: Antoni Ros-Marbá

REPERTORIO: F. Mompou, A. Ros-Marbá y R. Schumann

Fría tarde de diciembre en un Gran Teatro con escasa entrada para un concierto que contó con Antoni Ros-Marbà en el podio -y en plenas facultades-. Tres obras de tres siglos diferentes formaron el programa, titulado Homenajes; una obra poco conocida de mediados del siglo XX, un estreno de una pieza de dos años de antigüedad y una gran obra del siglo XIX.

Comenzó el concierto con Compostela, de Frederic Mompou, obra compuesta en el contexto de los Cursos Internacionales de Música de Santiago de Compostela y dedicada a Andrés Segovia. La pieza, tejida con temas del folclore, sonó melancólica y evocadora bajo la dirección precisa y atenta de Ros-Marbà, que ejerció ante la orquesta un control total sobre las tres obras. Cuando atacó su propia composición, Tres homenatges a Toldrá, Mompou y Montsalvatge, el director catalán dirigía una orquesta empastada y maleable que sonaba como acostumbra desde la temporada pasada. Obra de contrastes en texturas y colores, de inestabilidad general y tonal en particular, con las citas estrictamente necesarias para reconocer a cada autor, su riqueza en la orquestación tuvo momentos brillantes -con los cinco percusionistas al fondo, ejecutando su ensimismada danza-, como el final del segundo movimiento, deslumbrante al desplegarse la cuerda, amplia y solemne bajo un penetrante solo de flauta.

La universalidad de la música quedó demostrada en la siguiente obra; que un director octogenario ofrezca una versión como la que escuchamos de una obra de un joven romántico y soñador de treinta y uno es prueba de la ausencia de fronteras en este universo -a ver si aprendemos para el resto de universos, empezando por los más cercanos-: la Sinfonía nº1 en si bemol mayor, op. 38, Primavera de Schumann tuvo la frescura, la viveza y la inocente confianza del joven Schumann en una versión equilibrada, plagada de inflexiones en la dirección, lúcida y cálida. El concierto tuvo una merecida ovación.