Tras Budapest, Debrecen es la segunda ciudad de Hungría. “Una ciudad tranquila, llena de gente en bicicleta, un centro con calles peatonales y bastante gente joven, pero nada parecida a Córdoba”. Así la describe la joven cordobesa de 22 años Laura Alós, estudiante de Dirección y Administración de Empresas e Investigación y Técnicas de Mercados en la Universidad ETEA-Loyola.

Laura siempre pensó en salir fuera para perfecccionar su inglés, y las becas Erasmus le han permitido, como a miles de estudiantes, tener esa oportunidad. Además de poder relacionarse con jóvenes de toda Europa, una gran experiencia.

“Los españoles somos minoría -señala Laura-, pero la ESN (Asociación Internacional Estudiantil) organiza bastantes viajes y actividades culturales”. Una de las actividades recientes ha sido Social Erasmus, explica la joven. Se trata de un proyecto internacional de la ESN, con el objetivo de involucrar a los estudiantes internacionales, que participan en el intercambio de la universidad, en las actividades sociales y de voluntariado en su país de acogida. “Entre otras cosas, acciones solidarias como pintar personajes de cuentos de hadas en las paredes del departamento de pediatría, recoger dulces y chocolate para los niños que sufren de leucemia o plantar árboles en el bosque de la universidad de Debrecen”.

“En octubre -recuerda la cordobesa-, estuvimos en The color run de Budapest. Una carrera solidaria que se celebra en todo elmundo”.

Pero el día a día de laura son las clases en la universidad, que comienzan a las diez, y hay jornadas en que se prolongan hasta las ocho de la tarde. Noche cerrada en Hungría. Y ese es el cambio que más ha notado, “pues aquí, o madrugas o no puedes hacer nada, porque anochece a las 4 de la tarde y los comercios cierranmuy temprano”.

Claro que Hungría tiene otras ventajas. “En general la vida aquí es mucho más barata que en España. Aunque algunas cosas son más caras, como la carne y el pescado, o cualquier producto que venga del exterior, como la ropa”.

Por supuesto, Laura ha aprovechado el tiempo libre para conocer la ciudad, de la que recomienda al visitante pasear por el centro, “con edificiosmuy antiguos y bonitos, su Plaza Mayor rodeada de terrazas, cafeterías y calles peatonales. Y el símbolo de la ciudad, la Gran Iglesia Amarilla, templo protestante por el que a Debrecen se la conoció en su día como la Roma calvinista”.

Pero además de Debrecen, uno no puede vivir en Hungría y no visitar Budapest, la capital. Y de nuevo la cordobesa Laura Alós nos hace de guía en un recorrido que comienza en el barrio del Castillo de Buda. Desde allí, cruzando el llamado Puente de las Cadenas, a orillas del Danubio, justo delante del Parlamento húngaro, la joven cuenta que le impresionó encontrarse con una hilera de zapatos “que parecen estar allí olvidados”. Justo en ese punto, los judíos eran atados en parejas y tras disparar solo a uno de ellos, los nazis los arrojaban al río. Y en la actualidad, allí están los zapatos del holocausto. “Una obra de arte que recuerda a estas personas como si no hubiesen desaparecido y salieran del agua a recoger sus zapatos”, explica la cordobesa.

Aquello forma parte de la historia negra de una ciudad donde también hay muchas luces. “Imprescindible tomar algo en Alexandra Bookcafé de la Avenida Andrassy, frente a la Ópera -insiste Laura-. Se trata de uno de los sitios más refinados y especiales que tiene la ciudad”.

“Este lugar es una gran librería, pero una vez que entramos, rodeados de libros, y subimos la escalera -sigue explicando la joven-, nos encontramos con un café de techos abovedados, arcadas pintadas en oro, frescos modernos pintados en la totalidad de las paredes y lámparas de araña que nos trasportan a un auténtico palacio de fines del siglo XIX y principios del XX”.

Entre los estudios y un país por descubrir, Laura no tiene tiempo para aburrirse, pero aún así, “es difícil no echar de menos Córdoba. Sobre todo a mi familia y amigos. Y a mi perro. Nuestra gastronomía, el clima, la vida en la calle, la alegría, las terrazas al sol”. Hablando de gastronomía, “jamás había apreciado tanto un cocido, unas lentejas y una fabada y, por supuesto, daría cualquier cosa por un salmorejo cordobés acompañado de una buena tortilla española”, dice.

La cocina húngara es rica en aromas y sabores picantes, según Laura, pero “ss difícil adaptarse si estás habituado a la comida mediterránea”.

En unos días, Laura estará de vacaciones en Córdoba para disfrutar de todas esas cosas que echa demenos.