Desde dos rondallas al campo de fútbol Nuestra Señora del Carmen, de veladas literarias a conciertos de polifonía clásica, de una educación de calidad a constituirse en un revulsivo para la vida y las artes en los años más grises del franquismo en un páramo sociocultural como era Los Pedroches, del que por entonces los pueblos de la comarca luchaban por salir.

Y es que más allá del legado humano de esos cientos de alumnos que salieron del convento-colegio de los carmelitas en Hinojosa del Duque, que es sin duda la principal herencia de la orden en la localidad del norte de la provincia, hay que recordar que el papel social e incluso antropológico de los carmelitas marcó el devenir de la localidad, y hasta podría decirse que buena parte del carácter actual de los hinojoseños.

Nada mejor que volvernos hacia la Historia en estas fechas, en las que se cumple el 130 aniversario de la presencia de la orden de los carmelitas en Hinojosa del Duque, para acercarnos a lo que fue un referente y todo un fenómeno local del que se encuentran pocos casos similares no solo en la provincia de Córdoba sino incluso en toda Andalucía.

El comienzo

Sobre las ruinas de un convento franciscano del siglo XVI, los carmelitas levantaban una nueva casa en Hinojosa del Duque el 24 de octubre de 1890. Por iniciativa del arcipreste Francisco de Paula Romero Bolloqui El Condesito y a instancias del obispo de la diócesis, monseñor Herrero, el 22 de julio de ese año el ministro Fernández Villaverde firmaba la orden para fundar el nuevo convento.

Apenas quedaban en pie los restos del viejo monasterio abandonado por el ímpetu desamortizador.

La nueva edificación surgió gracias al apoyo de sus dos grandes benefactores: el citado hinojoseño Romero Bolloqui, un cura de los llamados entonces de patrimonio, que se ordena sacerdote a los 34 años después de quedar viudo y abandonando una prometedora carrera militar. Él fue el verdadero promotor del nuevo convento, acomodándolo generosamente.

El otro bienhechor, el jerezano Sebastián Herrero, obispo de Córdoba, contribuiría a la edificación con un caudal de 80.000 reales.

Sebastián Herrero conocía de cerca la labor desarrollada por estos frailes: en su tierra de origen los carmelitas habían regresado en 1880 al amparo del Concordato y el día de San Rafael, con ocasión de una visita pastoral, se bendice el convento-colegio, que estaría dedicado principalmente a la enseñanza.

El paréntesis de la Guerra

Durante la guerra civil se suspende la actividad religiosa y escolar del convento, soportando el incendio de la iglesia y el asesinato de varios de sus miembros. Los seminaristas presentes en julio del 36, periodo vacacional, son acogidos en casas de familias hinojoseñas hasta que finaliza la contienda. Terminada la guerra, se reanuda de inmediato la actividad académica y conventual. La iglesia, con graves desperfectos, será restaurada por el Servicio Nacional de Regiones Devastadas en 1952.

Dinamizador cultural

Por el convento, formándose en sus aulas, pasaron jóvenes procedentes de toda Andalucía, Murcia, Cáceres, Badajoz y Ciudad Real. Gracias a ellos, Hinojosa del Duque ha ido trascendiendo las fronteras locales por varias generaciones. Culturalmente, el convento sirvió de estímulo en los años grises del franquismo. En lo musical, cabe destacar la rondalla fundada por el padre Enrique Montero, las veladas literario-musicales en el teatro Cervantes, las representaciones de Navidad o las actuaciones de la propia rondalla del seminario dirigida por el padre García Román.

En unos tiempos sin televisión y donde el tocadiscos era un privilegio, las ceremonias religiosas ofrecían una extraordinaria ocasión de escuchar grandes obras de la polifonía clásica, interpretadas por el coro del convento, con la iglesia completamente llena.

Gracias al padre Montero, en 1960 surgió un equipo de fútbol local, el actual CD Hinojosa, participando en la liga regional. La construcción del estadio municipal de Nuestra Señora del Carmen, con la colaboración desinteresada del pueblo, fue otro de sus logros que aún permanece.

El final de una etapa

En los setenta, la demanda en el seminario disminuye: a la creciente escasez de vocaciones se une la puesta en marcha de la Ley General de Educación y la construcción de nuevos centros escolares, con la posibilidad de estudiar en los lugares de origen. Los estudiantes se trasladan al convento de Osuna para cursar el Bachillerato. Al desaparecer la actividad escolar, ante la imposibilidad de mantener un edificio vacío de tan grandes dimensiones, la orden intentó gestionar su traspaso a la Administración. No hubo acuerdo frente al desinterés mostrado por la Delegación de Educación. Así, antes de dejarlo abandonado, y muy a pesar de los carmelitas, se procedió a su venta por una cantidad irrisoria. Su posterior demolición fue inevitable pese a los sentimientos encontrados en el mismo pueblo de Hinojosa. Hoy, los carmelitas continúan al frente de la parroquia de San Sebastián como testigos de un legado de una magnitud que aún habría que investigar para poner en su justa perspectiva, reivindicarlo y rendirle el adecuado tributo.