Los polígonos industriales de Córdoba son desiertos de asfalto. Desde el más grande al más pequeño, la actividad se ha reducido a lo mínimo, sobre todo desde que el Gobierno endureció las medidas del estado de alarma por el coronavirus, y en ellos no se ve prácticamente ni un alma más allá de las patrullas de las fuerzas de Seguridad vigilando o realizando controles. No quedan más de un 10% o, como mucho, un 20% de empresas abiertas y entre ellas destacan las relacionadas con la alimentación o con el transporte de mercancías. Sin embargo, y a pesar de la paralización generalizada, hay también quien ha aumentado su producción.

El polígono de Las Quemadas, plagado de vehículos de todo tipo en un día laborable cualquiera, es hoy un espacio por el que transitan principalmente camiones y en el que chocan los concesionarios cerrados. Pan Recor, Piedra, Deza y distintos cash son algunos de los negocios que lo mantienen vivo en estos días de incertidumbre. En Las Quemadas «está el mayor número de empresas de alimentación, que no paran de reponer y recibir mercancía, que hace que haya más movimiento de camiones», según explica el presidente de la asociación de empresarios del polígono, José Antonio Piedra, cuya percepción es de «desasosiego absoluto, se ven muy pocos coches y muchas naves cerradas». «El polígono está como en un festivo», señala el secretario técnico de la asociación, Juan Ávila, «tranquilo y en silencio», con «vehículos de las actividades esenciales, distribución de mercancías, alimentación y alguna industria manufacturera», que lo dejan al 5% o 10% de actividad. Entre las empresas que han notado más actividad está Bidafarma, que distribuye medicamentos a las farmacias. «Es de locura», confiesa una trabajadora, «y aunque no haya, la gente llama preguntando por mascarillas, guantes y geles».

Más polígonos fantasma aún parecen Tecnocórdoba y Las Quemadillas. En este último, Mercadona es el único negocio que le confiere cierto aire de normalidad con Chinalandia y todo lo demás cerrado. Algo más animado, quizá por estar junto a una carretera con tránsito, se encuentra el polígono Pedroche, donde empresas como Lidl siguen funcionando. Ni siquiera una de las fábricas más presentes en el paisaje de esa parte de la ciudad, Cosmos, se librará de la paralización temporal. Fuentes de la empresa indican que aunque su actividad, al tener autorización para la valorización de energía, está catalogada como esencial, pararán el lunes o martes al no venderse nada de cemento por el parón de la construcción.

En Chinales, con Milar y La Oportunidad cerradas, Mercadona y Cash Sur suplen la soledad, rota solo por vehículos aparcados y por algún que otro negocio a medio gas, como Talleres Hetama, que atiende solo «servicios de emergencia», como indica una trabajadora, «solo por cita y para los renting del sistema sanitario, de distribución de comidas y de las fuerzas de Seguridad». «Vamos solo cuando hay averías», señala. El presidente de los empresarios de Chinales, Antonio Navarro, señala que «está cerrado todo, excepto el Mercadona, la gasolinera y algún taller a media persiana para cosas urgentes».

El Granadal, con su gimnasio cerrado a cal y canto, no tiene mucho más trasiego que el que generan las furgonetas de Telefurgo, el Maxi Dia o Cash Antonio Marín, cuyo propietario y presidente de los empresarios del polígono, Antonio Marín, afirma que, «menos la tienda de pienso para animales, la línea de complementos para la logística de la alimentación, la gasolinera y el mantenimiento de vehículos, todo está parado». En su empresa, el cierre de la hostelería le ha supuesto un gran impacto y ahora factura «un 20% de lo que facturaba en el conjunto de la semana». La venta para la hostelería o de bolsas de autocierre para la joyería «ha desaparecido en un 80%», afirma.

La Torrecilla y Amargacena ofrecen una imagen desoladora que contrasta con aquella otra de un pasado no tan lejano que ahora solo está en nuestra memoria o en fotografías de los tiempos sin coronavirus. Correos, Cajasur, la gasolinera, el obrador de Roldán o Smurfit Kappa son algunas de las empresas que mantienen vivos estos polígonos que han visto mermada su actividad en un 90% o 95%. El presidente de Apreama, Rafael Sandoval, asegura que la inactividad ha ido a más con el paso de los días y «las empresas que están funcionando son las que se dedican a la alimentación», por lo que «el resto de actividad es mínima», de no más de «un 5% o 7%», salvo los «talleres que se dedican, o son distribuidores, a marcas de camiones». En su empresa, Sapisa, centrada en distribuir alimentación, también ha percibido el impacto del cierre de la hostelería.

Zonas nuevas, como el polígono de la carretera de Palma o el parque tecnológico Rabanales 21, con mucho espacio libre, están aún más solitarias. El polígono, con Leroy Merlin y Decathlon cerrado, tiene el movimiento que genera Mercadona. El parque, que ha reforzado la vigilancia, solo tiene abiertos laboratorios y empresas de telecomunicaciones. Allí, una de las firmas que capea el temporal es Canvax, que aporta su granito de arena en el diagnóstico del coronavirus. Esta y otras que se han salvado del cierre decretado son las que dan vida a estos desiertos de asfalto.