La actividad social de este hombre dinámico y generoso de su tiempo y sus recursos ha sido incesante a lo largo de los años. No hay parcela de la Córdoba profunda, la que se derrama en fiestas populares, que no haya contado con su apoyo. Su peña, Los Pilares Cordobeses --llamada así porque todos los socios se relacionaban con la construcción--, bien sabe de su entusiasmo, que le llevó a vicepresidir la federación peñística cuando al frente de ella estaba el psiquiatra Francisco de Blas.

--¿Ha cambiado mucho en las últimas décadas el mundo de las peñas?

--No mucho, ahora lo que pasa es que hay muchas más. En los años setenta había unas 30 y ahora son más de 200.

--Como buen peñista, será aficionado al dominó y los peroles, ¿no?

--Pues no, no he jugado al dominó en mi vida, no pierdo el tiempo en eso. Y los peroles tampoco me han hecho gracia, a pesar de que he dado muchos en mi finca La Gitana. Allí han estado ministros, gobernadores... Todo esto venía a través de Aprosub y los actos sociales que organizábamos.

--Pues sin gustarle los peroles no sé cómo se las apañaba en las romerías, habiendo sido hermano mayor de la hermandad de Santo Domingo.

--A su romería me unen muchos recuerdos. De chaval iba a Santo Domingo en un camión de Transportes Guzmán que nos llevaba desde Los Olivos Borrachos. Porque aunque me fui al Higuerón prácticamente me crié en la panadería de Pablo Petidiez, donde trabajé. Ahora va mucha más gente que antes.

--Conocería bien a Baldomero Moreno, empresario tan vinculado a la hermandad que fue su hermano mayor perpetuo.

--Fue el que levantó las dos romerías, porque también hizo mucho por la de Linares. Junto a él estaban Diego Ruiz, que tenía tiendas en la calle Concepción; el de Rodríguez Hermanos, que era una zapatería de Las Tendillas, esquina con la calle de la Plata, y Benjamín Barrionuevo. Los empresarios, después de la guerra, daban bocadillos a la gente para que fuera de romería. Don Baldomero Moreno era uno de los hombres más cultos de Córdoba, había viajado mucho. Era hijo de guardia civil y había sido apoderado de Carbonell; luego se salió y montó su empresa de maderas en el chimeneón de Las Ollerías. Dio dinero a muchas entidades e iglesias, pagó la solería de Santa Marina.

--¿Y cómo llegó usted a formar parte de la directiva de la Asociación de Amigos de los Patios Cordobeses?

--Ahí me metí por Santiago Granados, que fue teniente de alcalde. Se compró el patio de San Basilio, 50, precioso. Manolo Garrido, muchos años presidente, me decía: "Pero hombre, quédate y no te vayas al Córdoba CF, que te va a costar mucho más dinero". Tenía que haberle hecho caso.

--Es que es usted persona de grandes fijaciones. Como cuando le dio por seguir a Finito incondicionalmente.

--Finito es mi niño, uno de los mejores toreros que ha dado la ciudad, aparte de Manolete, claro, que eso era otro mundo. Finito ha tenido y tiene un arte... lo que pasa es que no ha tenido ambición de ganar mucho dinero. También fue un gran torero Martorell. Y luego está el divino sordo, Manuel Cano El Pireo . Yo apoderé a los novilleros Rafael Figuerola y Manolo Martínez.