Ana Bella (Sevilla, 1972) se casó con 18 años y durante más de una década vivió bajo el yugo de su marido, un hombre 24 años mayor que ella que la maltrató física y psicológicamente y con quien tuvo cuatro hijos. Obligada a escapar, creó una fundación que lleva su nombre con la que ha tejido una red de ayuda a otras mujeres. 17 años después, sigue ofreciendo su testimonio, ayer en Córdoba, en el marco del Foro 16 Igualdad Real.

-Usted fue una mujer maltratada durante 11 años. Su experiencia le ha servido para asegurar que hay señales que deben alertar ante el maltrato. ¿Cuáles son?

-La primera, el amor a primera vista. Eso solo funciona en el 10% de los casos. Que un hombre sin conocerte te diga «eres el amor de mi vida, eres lo que siempre busqué» te hace sentir como una reina, la elegida, es lo que nos enseñan, pero ¿cómo te va a querer alguien que no te conoce? El maltrato viene porque ellos no te quieren a ti sino a la imagen idealizada que se construyen y cuando ven que la realidad es otra, intentan adaptarte con malos tratos. Otra señal es la urgencia por casarte rápido, por llevarte a otra ciudad, a mí me hizo elegir entre la Universidad y nuestro amor, o los celos, esas no son muestras de amor como siguen pensando muchos jóvenes.

-Usted sufrió maltrato físico, pero no siempre es así.

-No, yo fui maltratada físicamente porque tenía suficiente fuerza para rebelarme, pero hay muchas mujeres que sufren insultos, abusos, y cuya relación se define por la sumisión y eso también es violencia de género. No tienen cardenales, pero son las verdaderas invisibles porque ni siquiera son conscientes de lo que les pasa. La primera vez que me maltrató mi marido intenté irme, pero él se excusó, me explicó durante horas y me desarmó. En ese momento me tenía aislada, me leía mi correspondencia, como ahora leen los wasaps, no tenía amigos. A mí me hizo reaccionar mi instinto de madre un día en que me estaba rindiendo, accediendo a lo que él quería, entonces escuché a mi hijo de 9 meses llorar. Esa noche me fui con mis cuatro hijos para poner una denuncia en la policía.

-Usted se atrevió no solo a denunciar sino a contar su historia a cara descubierta en los medios.

-Cuando salí de la casa de acogida, pensé en la cantidad de mujeres que estaban pasando por lo mismo que yo, quería hacer algo, pero solo tenía mi historia. Entonces empecé a salir en los medios contando esa historia de superación para que otras mujeres vieran que había una alternativa a ser asesinada que era tener una vida feliz, que igual que yo, ellas podían. Me llamaron más de mil mujeres. Ahora somos 20.000 mujeres voluntarias que ayudan a 400 mujeres al mes a salir de la violencia. La primera mujer a la que ayudé se quedó en mi casa, luego ella ayudó a otra y así creamos la fundación Ana Bella, una red de mujeres supervivientes que está en todos Iberoamérica, en Canadá, EEUU, en Rumanía... demostrando que las mujeres maltratadas no somos el problema sino parte de la solución y que podemos hacer que nuestra experiencia sirva de empatía transformadora para que las mujeres maltratadas salgan más rápido, haciéndolas visibles. Por eso vamos a las empresas, para que formen a sus plantillas y que sepan identificar la violencia de género. Todos podemos ayudar, hay un instinto que nos alerta de los casos. Cuando lo ves, hay que ir a la mujer, preguntarle cómo está y escuchar sin juzgar, sobre todo, hacerla sentir que no está sola. Porque la gente en esos casos no nos dice nada. Solo hay que tener una actitud humana. Si ella lo niega, no importa, cuando vuelva a casa, se mirará al espejo y empezará a pensar qué es lo que le está pasando.

-Muchas mujeres no denuncian porque dependen económicamente de su maltratador.

-No estoy de acuerdo con eso. Nosotras hemos ayudado a 25.000 mujeres desde el 2002. La mayoría no dan el paso porque están solas, creen que no van a poder salir adelante por sí mismas y en realidad la fuerza está ahí. Si somos fuertes para aguantar el maltrato, tenemos fuerza para romper el silencio, denunciar y empezar una vida lejos del maltratador. La falta de independencia económica no es determinante, es más la dependencia emocional y la falta de apoyo en el entorno, la baja autoestima. Los culpables son los que ejercen la violencia, pero son cómplices los que lo ven y no dicen nada. Hay que ayudar a las mujeres a buscar ayuda profesional y recordarles lo mucho que valen y lo valientes que son por romper el silencio.