Gabriel Pérez Alcalá es profesor universitario de Política Económica además de Rector de la Universidad Loyola. Esa, la de observador de la realidad económica, es la faceta que se impone en esta conversación sobre lo que nos ha deparado 2020 y su proyección personal sobre cómo será este recién inaugurado 2021. Hay más preocupación y perplejidad que optimismo. Sustenta esta visión en los datos que esgrime continuamente en la entrevista y en la lectura profunda de los documentos sobre los que opina.

¿Cuál cree que será la caída del PIB en el ejercicio 2020?

Calculo que la caída final va a estar en el entorno del 12%, en línea con lo que prevé el Banco de España (11,1%) o el BBVA o el Fondo Monetario Internacional. Eso supone bajar a los niveles de renta del año 2016, perdiendo lo que hemos crecido en los últimos cuatro años.

¿Qué supondrá esto para los ciudadanos?

Van a desaparecer entre 150.000 y 200.000 empresas y alrededor de un millón de puestos de trabajo en España. Volveremos a los 4 millones de parados en los próximos meses.

¿En qué medida supone un colchón para la marcha de la economía la inyección de gasto y las ayudas?

Lo ha supuesto desde el minuto uno, con la concesión de avales ICO, luego 16.000 millones de euros para los temas de Sanidad, luego el refuerzo educativo, la segunda oleada, los ertes con unos 25.000 millones de exceso por parte de la Seguridad Social que ha sufragado el Estado. Así que el gasto público total, sobre los 30.000 millones que ya teníamos de déficit estructural, está suponiendo otros 70.000 millones de euros. Solo en 2020, el déficit público estará en torno al 12,5 o 13% del PIB. Lo previsto era tener un 3%. Es una cantidad incrementada también por la caída de la recaudación del IVA, el descenso de las ventas minoristas y el turismo y la merma de las contribuciones sociales. Cerraremos el 2020 con un 120% de deuda pública sobre el PIB.

¿Cuánto tardaremos en recuperarnos?

En el primer semestre de 2024 volveremos al nivel de renta global del 2019, año en el que alcanzamos el PIB más alto de toda la historia de la economía española tras cuatro años de crecimiento del nivel de renta per cápita. Eso, según los modelos que tiene el Banco de España, distintos servicios o los estudios que hacemos en Loyola. Esto probablemente se puede acelerar o retrasar un trimestre. En renta per cápita tendremos que esperar un año más, hasta mediados de 2025. El empleo podría recuperarse, si lo hacemos bien, para 2026. ¿Cuándo podremos empezar a amortizar el déficit público? No antes de 2027 o 2028.

Se tarda muy poco en perderlo y mucho en recuperarlo.

Estos datos dan la dimensión de la gravedad de la situación. Todo esto lo hemos perdido en seis meses. En el segundo trimestre de 2020 volatilizamos el 17% del PIB y el 15% de nuestro empleo. La economía española es muy dependiente de la exterior. Las medidas del Gobierno han sido tímidas, más cosméticas, de anestesia, que quirúrgicas y médicas... La gestión de la pandemia desde el punto de vista económico, sanitario es francamente mala. Me remito a las pruebas. Somos la economía desarrollada que más empleo y PIB va a perder en este año. Ni siquiera otras que pensamos que están gestionando desastrosamente la pandemia como Reino Unido, encima sufriendo el Brexit, van a tener un problema tan grave como el nuestro. Si todavía esto hubiera evitado que hubiéramos tenido una tasa inferior de fallecimientos por cada 100.000 habitantes... pero es que encima somos el tercer país del mundo con mayor tasa de fallecidos.

¿Qué habría que haber hecho a su juicio?

De la crisis de 2008 aprendimos todos. El hundimiento del PIB con un gran déficit público y generación de paro no se puede resolver con una política a corto plazo muy ortodoxas sino que a corto plazo hay que ser heterodoxo para poder ser ortodoxo después. Mantener primero al enfermo vivo y luego advertirle: pórtese usted bien. Primero se apuntalaban las empresas con los avales ICO, el instrumento se diseñó correctamente, pero se fue muy tímido en dos cosas: en las condiciones de acceso porque se quiso hacer una cosa muy restringida para que no se colaran chorizos que le restó contundencia a la medida. Tendrían que haber hecho más del doble de avales. Y se tendría que haber hecho por plazos de año o año y medio. Siempre habría habido tiempo de exigirlo previamente si la pandemia se resolvía antes. Se fue tímido también en el tema de los ertes, que eran una buena medida, pero la letra pequeña tan detallada y tan errónea al final va a suponer un problema, porque los ertes se tenían que haber hecho desde el principio por seis meses, prorrogables otros seis. Además tendrían que tener la posibilidad de que si la empresa consolida una caída de demanda sin penalización puede reducir puestos de trabajo, hasta un porcentaje determinado. Ahora nos vamos a encontrar tras los ertes, a empresas que durante años van a estar asumiendo pérdidas, financiándose en unas condiciones relativamente malas. Una buena decisión tomada, que ha aflorado poco a la opinión pública, fue que el BCE cambió en abril las reglas de contabilización de los bancos porque si no habrían entrado en quiebra. Ahí también se ha sido tímido. El colmo de la timidez es la Renta Mínima Vital. Si se toma la decisión en marzo no puede estar operativa a finales de junio y haber dado en ese momento menos de la mitad de lo previsto. De hecho, han quitado hasta las estadísticas de la web del ministerio. Eso tendría que haber llegado en plena pandemia, y si ahí hay quehacer un procedimiento administrativo extraordinario para esa medida habría que haberlo hecho.

¿Qué tasa de paro cree que alcanzaremos en el 2021?

Tenemos el problema de que la EPA no contempla qué pasa con alguien que está en erte. Porque quien está en erte es activo porque tiene un contrato laboral en vigor, pero también está parado desde la perspectiva económica. La tasa de paro no contabiliza a los que están en erte, por tanto, la del tercer trimestre que hemos conocido del 16,26% es ficticia. Si metemos las personas que han pasado a erte, la tasa de paro a finales de este año es muy probable que esté ya en el entorno del 19 o 20%. Del 14% que teníamos el 2019 en el último trimestre, estaremos ya en cerca del 20%, unos cuatro millones de parados.

De estos trabajadores en erte, ¿cuántos cree que serán despedidos?

Hay un baile de cifra entre la EPA y los datos del ministerio, hay cierto decalaje en los datos. Pero, si son incapaces de contar los fallecidos por covid, tampoco podemos pedir cuentas de los expedientes de erte. Con la crisis se perderán entre 1 y 1,2 millones de empleos en 2020 y parte del 2021, hasta la mitad del año y dependerá de cómo se dé el tema de la vacunación y la pandemia. Si este 2021 se salva media temporada turística y el sector textil calculo que nos quedemos en esa cifra, alrededor del millón. Si no, podríamos llegar a una cifra muchísimo más dura.

Córdoba tiene una economía singular, ¿con qué ventajas o inconvenientes tenemos para afrontar esta situación?

Aquí estamos en el 24% de paro ahora, y volveremos a la tasa del 30%. La economía cordobesa es como una edición en miniatura de la economía española. Lo que le pasa a la economía española le pasa a la cordobesa pero más acentuado: cuando crece, crece un poco más y cuando decrece, decrece un poco más. La economía de la capital sufre más el choque del turismo, la de la provincia se ha visto menos afectada porque se dedica a la industria agroalimentaria y a la industria local y en menor medida al turismo. La capital se resentirá más, pero también tenía mayor nivel de renta.

¿Ha modificado el covid el plan de actuación en barrios desfavorecidos en el que trabaja la Universidad Loyola de la mano del Ayuntamiento?

Ha reforzado más su necesidad. El plan es empoderar a los propios vecinos, que ellos sean los protagonistas de su futuro. Ellos son los que quieren decidir cómo quieren modificar su barrio. La pandemia ha venido a señalar la fragilidad que tenemos y allí es mayor. La situación en el confinamiento fue muy delicada. Se ayudó y cuando hizo falta más buscamos la financiación para evitar una situación que habría sido de verdadera crisis. Alguno de los problemas de estos barrios se han acentuado: al perderse una parte de la actividad informal eso ha generado una situación de necesidad mayor y les ha llevado a caer en redes de usureros, etc. La situación de los barrios es más grave que la media de la ciudad.

Europa se endeuda para salir adelante y propone un cambio de modelo hacia una economía verde y digital. ¿Confía en que en España demos buen destino a estos fondos?

No. El plan España Puede, la guía para gastar los fondos europeos, es un ejercicio infantil, que está fuera de la política económica que necesita el país. Va a dar la sensación que tenemos dinero para gastar, y va a generar PIB, pero no va a generar un efecto multiplicador de la inversión. Cambiará algo el modelo, porque cuando se mete mucho dinero necesariamente cambia en parte, pero no lo vamos a hacer bien. El plan no tiene números, solo hay un anexo final sobre cuanto porcentaje de los fondos van a dedicar a cada una de las líneas, ¿esos son los números que hay en un plan económico? Una de las cosas que pasa por alto es la convergencia de renta per cápita entre comunidades. Los andaluces nos tendremos que seguir conformando con tener el 70% de la renta media española. En el documento no existe un plan de equilibrio territorial, es pura propaganda. La forma de repartir los fondos la harán desde una oficina en Moncloa donde se llevarán el mérito ellos y siguiendo un criterio clientelar. Y luego lo vamos a volver a hacer mal: como el Gobierno ha dicho que hay dinero, los españoles vamos a decir: dime para que hay dinero para que yo te haga el proyecto, pero si el proyecto no está marcado dentro de una estrategia, el dinero se muere dentro del proyecto. Alemania ha recibido el 70% de los fondos europeos de cohesión que ha recibido España, ellos por cada millón de euros han multiplicado por 1,8 lo generado en los dos años siguientes. En España el multiplicador es del 1’1. Aquí no funcionan porque los repartimos por criterio clientelar, criterio político y de oportunidad y no con criterio a largo plazo.

¿El sistema de autonomías y la Constitución ha funcionado para enfrentarnos a la pandemia?

El sistema, la Constitución y sus fundamentos y libertades han funcionado. El problema no es el sistema, sino las personas que algunas veces las encarnan y la forma en la que estas personas interpretan su poder constitucional. Por ejemplo, no tenemos un problema con la corona, sino con Don Juan Carlos. La corona no está mal diseñada en sus funciones, lo que está mal es el presunto comportamiento de don Juan Carlos en determinadas actuaciones. No está mal diseñado el sistema de gobierno, aunque a mí no me termine de convencer el sistema de competencias de comunidades autónomas, lo que está mal ha sido la forma en la que el Gobierno de España ha ejercido sus competencias. En materia de sanidad, en la primera etapa de la pandemia ejerció mal las competencias, pero las ejerció, pero en esta segunda se ha sacudido la responsabilidad con una especie de supervisión que carece de sentido. Y luego está cómo se usa la Constitución, han colado en el estado de alarma la ley Celaá o lo que han intentado de la reforma del Consejo del Poder Judicial.

Y la sociedad, ¿cómo se ha comportado a su juicio?

Como una sociedad normal y adulta y al mismo tiempo con algunos rasgos de infantilidad. La pandemia nos ha puesto delante de nuestra propia fragilidad como especie, como sistema, como líderes, como sociedad, como economía. Pero no todo se desarma. Ha habido muchos comportamientos heroicos y muchos irresponsables. Va en el alma humana. El que era héroe también ha sido irresponsable. Somos contradictorios. No somos máquinas y como sociedad no somos perfectos tampoco.