Los pensionistas de España llevan tiempo en pie de guerra. Después de soportar la crisis sobre sus hombros, de hacer de válvula de escape ante los recortes, acogiendo a hijos desahuciados, cuidando de nietos afectados por la falta de medidas de conciliación y hartos de que sus ingresos, más o menos precarios, estén siempre en cuestión por el Estado, cual espada de Damocles pendiendo sobre sus cabezas, se han organizado para exigir sus derechos. En las calles, donde los jóvenes han perdido fuelle, los mayores han tomado la palabra.

Rafael Molina, de 87 años, el yayoflauto de más edad en Córdoba, se está dejando la melena larga a modo de protesta. «Estamos hartos de que nos tomen por tontos, en este país los políticos no se acaban de enterar de que el pueblo es el soberano y no ellos», dice sin pelos en la lengua. Sabe bien de lo que habla. Después de años como autónomo, de tener una empresa con 50 trabajadores, que se fue a pique por la «sinvergoncería» de bancos y constructores que le dejaron trabajos sin pagar, le quedó una pensión de 400 euros. «Ahora, después de 25 años, cobro 600 y pico», explica, al tiempo que defiende la necesidad de «salir a la calle y protestar, para que se enteren de que estamos aquí».

Solo en Córdoba hay censados 171.081 pensionistas, unos 1.500 más que hace solo un año, según los datos de la Agencia Tributaria. Mientras aumenta la esperanza de vida para hombres y mujeres, el número de jubilados no deja de crecer, al mismo tiempo que crece su descontento. «He trabajado para el SAS treinta años como trabajadora social, ahora soy una privilegiada porque los últimos años pude cotizar por la base más alta, pero estoy con los yayoflautas y con la defensa de las pensiones porque me consta cómo están viviendo muchos jubilados, gente muy cercana, mujeres con pagas no contributivas que no llegan a fin de mes porque trabajaron cuidando a sus hijos o con medias jornadas para atender a los mayores», explica Amalia Pedraza, miembro de la Plataforma para la Defensa del Sistema Público de Pensiones en Córdoba.

Mientras el sueldo mínimo interprofesional ha aumentado hasta situarse en 900 euros, la pensión media del jubilado cordobés está en 814,84 euros, una cifra media recién aumentada por el Gobierno (el año pasado estaba en 769 euros) que, además de situar a la provincia a la cola de Andalucía (884,20 euros de media) y de España (986 euros de media), esconde una legión de pensionistas cobrando menos de 600 euros y con graves problemas para pagar suministros básicos o la factura farmacéutica a la que les obliga el copago. Como el resto de pensionistas movilizados, Amalia, que pasó su infancia en Burdeos, echa en falta a los jóvenes. «Nos sentimos solos en esta lucha, con 19 o 20 años yo estaba en la calle protestando por la democracia, pero la gente joven está dormida, le falta entusiasmo, creo que algo hemos hecho mal en su educación porque no es consciente de que esta es la manera de que las cosas cambien, y algunos ni siquiera van a votar».

El malestar generado y el menosprecio reiterado de las administraciones hacia un colectivo que creían sumiso ha generado un movimiento nacional que surgió en el País Vasco y que ya tiene ramificaciones por todo el país. Los mayores han decidido tomar las riendas para exigir respeto al manoseado Pacto de Toledo, arma arrojadiza en tiempos de crisis, y a la hucha exprimida durante los últimos años para fines distintos a los que debía destinarse, y ya han pedido estar presentes en las negociaciones sobre el futuro de las pensiones. Con las elecciones a la vuelta de la esquina, la plataforma celebró esta semana un debate abierto para retratar a todas las fuerzas políticas antes de decidir su voto. El lema de los jubilados lo dice todo: «Voto a quien defienda mi pensión». El mensaje del 20% del electorado no debería pasar desapercibido a los políticos. A José Moñino, jubilado de 66 años, otro miembro de la plataforma, le mueve sentirse parte «de un colectivo menospreciado porque cuando llegó la crisis, en vez de valorar el esfuerzo que estábamos haciendo, nos congelaron las pensiones». Y se mueve también «por las pensiones del futuro, porque los jóvenes, que cada vez consiguen empleo más tarde y cotizan menos, no se están dando cuenta de que todo se está orquestado para desmantelar un sistema que costó mucho implantar, se creen que somos unos exagerados y unos alarmistas, pero es lo que hay», recalca.

A QUIÉN VOTAR // Sobre los programas políticos de cara a las elecciones, lo tiene claro: «Todo aquel que prometa una bajada de impuestos quiere cargarse el Estado del bienestar, los impuestos son los que sustentan ese Estado, pero además hay que luchar contra el fraude y hacer que los que más ingresan paguen más para que el sistema sea justo, todo lo demás es condenarnos a la beneficencia y a la caridad».