Para que unos se diviertan, otros tienen que currar. Es la cara y la cruz de toda fiesta. Mientras miles de personas acortan estos días su jornada laboral, acuden a la Feria para divertirse en familia, comen fuera de casa, y llevan a sus hijos a las atracciones de la Calle del Infierno, entregados al ocio y el relax, otros cientos viven días de máximo estrés. Y si no, que se lo digan a la legión de camareros y cocineros que, desde el anonimato, dan de comer a la multitud de cordobeses y foráneos que se dan cita en El Arenal. Según Samuel, que trabajó ayer y el pasado fin de semana en la caseta para celiacos que este año ha abierto en calle Guadalquivir 1, «es agotador». Economista de profesión, se ha unido al equipo de camareros para echar una mano a su suegro, que está al frente de la cocina. «Son muchas horas, sales con dolor de piernas y manos, pero también tiene su lado bonito, por la cantidad de gente que conoces y lo agradecidos que se van los que ven que la Feria se adapta a sus necesidades». En hora punta resulta muy complicado hablar con alguno de los responsables de los fogones de la caseta de Alcer (calle Los Patios 6), así que nos atiende Alfonso, de La Carlota, que este año se estrena como pinche. «Yo trabajo en un supermercado normalmente, así que estoy aprendiendo mucho con este trabajo», confiesa, «me encargo de montar los platos fríos y ayudar a los cocineros». Jovencito y dicharachero, asegura que hace todo lo posible por contribuir al buen ambiente en la cocina. «Hay momentos de agobio, pero lo importante es llevarlos con buen humor, sobre todo si, como yo, tienes buenos compañeros». En eso coincide con Antonio (Huelva) y Aisha (Zafra), ambos camareros de la caseta de la peña Amigos de Ciudad Jardín (Corredera 9), que recalcan lo divertido que puede ser trabajar en la Feria. «Para mí esto es adictivo», asegura Aisha, que dejó su trabajo como secretaria para ir de feria en feria. «Te encuentras clientes muy exigentes y otros muy agradecidos», explica, al tiempo que subraya la adrenalina que le provoca «dar vueltas por toda España». De vez en cuando aprovechan para irse de fiesta, también, al terminar la jornada. «Cuando estás currando estás deseando que acabe para descansar, pero cuando llegas a casa estás deseando que te llamen para volver a salir», afirma convencida. Antonio pone el acento en la parte económica: «Si se vende mucho, ganas más y te vas satisfecho, pero como no se venda...». Su compañera apostilla a su lado: «En cualquier caso, aquí puedes ganar en diez días lo que se gana en un mes en otro sitio».

Los vigilantes jurados también tienen un papel clave en el recinto. Su opinión sobre el trabajo que desempeñan está directamente relacionada con la caseta en la que están. Mientras Ángel, de la caseta de Cajasur, y Hermes, de La de siempre, están encantados con su trabajo porque apenas hay altercados en los que tengan que intervenir, los que vigilan las discocasetas difieren: «La Feria de noche puede ser una fuente de problemas. A partir de cierta hora, la gente viene muy pasada de rosca y aunque la entrada es libre, hay que estar muy vigilantes para que no se produzcan situaciones desagradables», explica uno de los porteros, que prefiere no dar su nombre.

Otro elemento sobre el que pivota la diversión en la feria es la música. Dani Gamero, un ecijano con más de 20 años de experiencia como dj, lleva tres pinchando en El Portón. «Esto es mi pasión; para mí no es un trabajo, disfruto cada momento», dice con la sonrisa desplegada, desde su cabina. «Hay días que hago turno doble y acabo a las seis de la mañana», dice. ¿Cómo aguanta? «Pues no bebo ni fumo, con agua, cola zero y un cafelito por la tarde; si te gusta lo que haces tanto como a mí, no hace falta más», sentencia. Anima el cotarro alternando música de baile más tradicional (sevillanas, rumbas, pachanguita) y más latina o reguetón por la noche. «El objetivo es que todo el mundo baile y se lo pase bien, así que me gusta variar mucho», señala.

El buen rollo predomina en cada esquina, incluso al sol. Daniel, con su camiseta del Betis bien plantada, se encarga de la venta de los helados Paco Pérez y Yolanda (calle Judería) y lo hace repartiendo alegría entre cucurucho y cucurucho. En su opinión, si hay que currar, mejor hacerlo contento. «He trabajado en hostelería, en la construcción, haciendo chapuzas y ahora me he metido en esto y estoy encantado; me encanta el trato con la gente y a mí el calor no me importa, soy todo terreno», comenta sincero, antes de pedir por favor que apunte algo: «Una cosa que quiero decir, yo soy sevillano, pero me encanta la Feria de Córdoba porque todas las casetas están abiertas; en mi tierra tienes que ir todo el día de la del Distrito Norte al Sur y se acabó; ésta es una maravilla». Mientras habla, sirve un helado e indica la dirección a una familia despistada; eso es profesionalidad.

Bomberos, Policía y Cruz Roja también están estos días en temporada alta, al pie del cañón atendiendo a las miles de personas que pasan por el recinto ferial, aunque a veces ellos se convierten en noticia. Ocurrió ayer cuando un par de caballos de la Policía Nacional, que se encuentran en El Arenal, se desbocaron. Según Francisco Jiménez, trabajador del Rincón del Caballo, que salió tras ellos para intentar impedir una desgracia, «se cayó una casetilla, se asustaron y salieron corriendo. Uno de ellos, con una valla de hierro enganchada en una pata, podía haber matado a alguien». Ante el riesgo de que acabaran en la autovía o en la calle del Infierno, salió tras ellos, seguido por la Policía y los bomberos y, tras parar al primero, fue posible frenar al segundo junto al estadio de fútbol. Afortunadamente, la rápida actuación evitó males mayores.