-La historia que narra en ‘Nada que no sepas’ no es real, pero le ha enfrentado a su propia vida. ¿Sabe por fin quién es?

-Sí, sobre todo, quiénes son mis padres que, en definitiva, es saber quién soy yo misma también, porque uno siempre quiere saber de dónde viene.

-Con esta novela ha alcanzado también la madurez como escritora. ¿No me dirá que va a tirar la toalla ahora?

-No. No voy a tirar la toalla. Creo que uno de los aciertos es el tema. Elegir un buen tema. Y estoy buscando un buen tema para la siguiente novela. Tengo dos o tres ideas, pero el tema es fundamental. Me he dado cuenta con esta novela.

-El jurado del Premio Tusquets ha valorado de su novela la seductora evocación de la vida cosmopolita, libre y desprejuiciada en Uruguay frente a la estrechez de España en los años 60.

-En la realidad llegamos al Uruguay, y también en la ficción llegan al Uruguay. El contraste es brutal. Son dos mundos distintos. De la oscuridad de los armarios oscuros donde se guardaban los secretos, a la ligereza, la claridad, de un verano interminable en Uruguay.

-Su protagonista regresa a España tras la muerte inesperada de la madre. Usted dejó Uruguay a los 13 años.

-Sí. Pero yo me fui con mis padres. La historia es una novela. No es una historia real. Hay muchas cosas que ayudan a esa novela pero no es una historia real.

-Volver a España fue un drama. ¿Cómo ve ahora España y Uruguay?

-Ahora están más igualadas, porque son dos democracias. La gran diferencia era la libertad de la democracia, de los derechos humanos. Ahora son dos países amigos y que pueden entenderse mucho mejor.

-Le gusta recordar la frase de Rilke: «La verdadera patria es la infancia».

-Bueno, sí. Esa época del Uruguay, que no coincide con la de la novela, fue un momento de muchos descubrimientos. Que luego me sigo riendo de cosas que me pasaban con los chicos en aquella época. El descubrimiento del amor, entre otras cosas. Que no es poco. Es mucho.

-Es frágil porque el peligro siempre acecha. Esta es la razón que le motiva a escribir.

-Me fortalece escribir. Me quita dudas. Me quita prejuicios. Me quita culpas del pasado. Escribir me abre un horizonte de claridad y de seguridad. Sí. Totalmente. Esa escritura insegura me hace más segura.

-Vivió paseando por el mundo con un padre diplomático, madre poeta y ocho hermanos que escriben o leen compulsivamente. Las historias de familia son un excelente caldo de inspiración.

-Son lo mejor para escribir, porque tienen de todo. Es una mezcla de comedia y tragedia griega. Ahí está todo. Ahí está la semilla de la acción. Los griegos empezaron por ahí: el padre, la madre, los hijos, las envidias, los amores, las pasiones. Está todo. Está el viaje también. De Ulises, por ejemplo.

-Su estilo es conciso. No le gusta «dar lata al lector». Pero eso no le impide renunciar a describir lo esencial del ser humano.

-Exacto. Yo escribo conciso después de haber quitado muchas, muchas frases. Pero lo esencial se queda siempre. Empiezo escribiendo una novela de 300 páginas y se queda en 150 para que contenga lo esencial. Da sensación de limpieza pero ahí está todo. Esa es mi técnica de escritura.

-¿Escribir es mejor que recostarse en el diván?

-Bueno, son procesos bastante parecidos. Lo que pasa es que el escribir lo haces en las horas que te deja la realidad. Lo haces en los márgenes.