El escritor holandés Bart van Es narra en su libro La niña del cuaderno la historia de Lientje de Jong, una niña judía que fue ocultada por familias holandesas en la época de la ocupación nazi y que el propio autor ha investigado al ser nieto de una de estas familias.

La niña del cuaderno (Duomo en castellano), que obtuvo el Premio Costa Book, es el relato de una búsqueda y de una historia que, como Van Es explicó a Efe en una entrevista, «vivieron unos 4.000 niños judíos, que sobrevivieron a la guerra separados de sus padres». Lientje, revela el autor de esta obra, fue un caso poco corriente: «Fue trasladada muy a menudo de escondite en escondite y también terminó viviendo con una familia no judía. Por supuesto, para mí, ella también es un caso único de otro modo, en la conexión personal».

Atribuye el interés por el período de la ocupación nazi de los Países Bajos al hecho de que «la guerra, en general, continúa fascinando, quizá porque nuestra condición moderna todavía se rige por sus consecuencias, y la ocupación de los Países Bajos es un caso de prueba moral muy poderoso».

Van Es subraya que las preguntas se amontonan: «¿Quién colaboró? ¿Quién se resistió? ¿Quién se mantuvo al margen? ¿Qué fue lo que puso a las personas en una de esas categorías? Y, a veces, las personas se movieron en más de una de estas disyuntivas».

El autor, también crítico literario, descartó el ensayo para explicar la experiencia de Lientje, una suerte de Ana Frank pero con final feliz: «Quería que mi libro ofreciera un relato a los lectores y mi intención era transmitir la incertidumbre, la vulnerabilidad y el conocimiento limitado de lo que estaba sucediendo desde la perspectiva infantil».

Ese mensaje, añade, solo sería eficaz «a través de la ficción parcial, porque ningún niño sería capaz de recordar los detalles de esa experiencia». Sin embargo, en el libro su autor trata de evidenciar «la poca fiabilidad de la memoria» y para ello se entremezcla en el relato la mirada del autor.

Van Es combina, de este modo, la narración de los hechos del pasado con la investigación que él mismo lleva a cabo, porque sintió que «contar solo la historia de Lientje con su propia voz daría una especie de falsa realidad, pues la verdad es mucho más complicada».

Siente el autor que su libro funciona realmente a través de tres voces: «La propia de Lien (en tercera persona), la del historiador (que proporciona estadísticas y fechas que un niño no podría saber) y finalmente la mía (que reflexiona sobre los sentimientos propios como un pensador completo)».

Los Países Bajos, recuerda Van Es, tenían un sistema de documento de identidad único y efectivo (desarrollado por el servicio civil holandés), lo que dificultaba mucho a los judíos escapar de la detención, «pero los niños no tenían tarjetas de identificación, y eso supuso una pequeña grieta en la muralla». Y añade: «La realidad de las tarjetas de identificación más la naturaleza del paisaje holandés, sin montañas ni bosques donde esconderse, se convirtieron en opciones más realistas para muchos grupos de la Resistencia».

El auge de la extrema derecha en toda Europa, y en particular en Holanda, hace que Bart van Es se sienta «profundamente preocupado por la vulnerabilidad actual de la democracia, especialmente en un mundo digital, donde las noticias falsas y los discursos de odio viajan rápido». Piensa que «al grabar el pasado evitas que vuelva a ocurrir, pero hay que ir con cuidado con el fin con el que vuelves a relatarlo», y en este punto aclara que no quería contar «una historia partidista y simple de héroes, villanos y víctimas».

«La historia -agrega- no se repite lisa y llanamente, y hoy tenemos nuevos enemigos contra los que luchar: la extrema derecha; negacionistas del cambio climático provocado por el ser humano. Mi esperanza es que la literatura forme parte de la respuesta a esos retos".