El saetario es el refrán de la devoción, lo que siempre permanece. Una gloria pero vestida de luto. Por eso, hoy, para empezar la semana de la gloria, lo primero y de entrada un recuerdo a los que sin nombre, mujeres y hombres todos, cantaron su saeta en la geografía de la fe, de toda Córdoba, cada semana más grande, y sobre todo más compartida, más de todos sin dejar de ser nuestra.

Dicho lo cual, y como manda la ley, un puñado de pellizcos de papel después de haber resuelto el problema --ya quisiera yo haberlo hecho-- de la cuadratura del círculo. Pero la intención es lo mejor, y a veces cuando no se puede demostrar lo indemostrable es por lo menos el disfrute, que diría nuestro pintor de siempre, de la sabiduría de la calle.

Y luego, pues muchos más pellizcos de los de papel, insisto. Noticias que sin cambiar el mundo, que buena falta hace, merecen la pena resaltar porque sobre todo tienen nuestro acento. Por ejemplo, Carmen Calvo reaparece, jugándoselo todo a una carta. La carta de Pedro Sánchez, que aunque descansó, eso dicen, en Semana Santa, ya de alguna manera, hoy mismo mañana, se pone en pie y canta su salmo.

Mientras tanto, nuestra India Martínez ya han visto cómo va creciendo. Me gusta cuando canta, cuando opina y hasta cuando calla incluso, que es una forma de sabiduría. Y como es ya día de gloria, decir que la canción, no la copla que es otra cosa, que más se va a cantar es Despacito, que tampoco es nada inmenso. Pero bueno, alegra el cuerpo, aunque también se le podía añadir pero sin perder el paso.

Esto es más bien que sea deprisita.

Porque nos queda mucha tela que cortar. Por ejemplo, cuando leo lo de nuestra Juana Martín, la costurera, que no cesa su calvario, más bien continúa, se defiende mientras que espera la pobre a ver lo que la Justicia reclame, por lo de Hacienda, ya saben.

Que me gustó bastante lo de Los del Río y Bertín Osborne, aunque la audencia se quedó a medias. Era muy del sur, muy nuestro, y ademas me sirvió para cantar muchas veces Macarena. Claro, dado que mi nieta así se llama, cuántas veces se lo he dicho que hay que ponerse el chaleco antibabas, luego de haber tenido puesto tantas veces el chaleco antibalas que aún conservo de El Salvador, con un letrero en el pecho --soy periodista, no disparen--, que era inútil, porque como muchos de los del monte no sabian leer nos freían a balas de sus kalasnikov.

Momento que aprovecho para decir que me ha gustado mucho que el premio Julio Anguita Parrado se haya dado a un periodista de la América la nuestra, que bien sabe lo que es vivir media vida con el aliento en el cogote del enemigo nuestro de cada día, y a veces el tacto frío inolvidable, el hierro negro, en la nuca, distinto a todos los hielos del mundo. Algún día, cuando sea mas mayor, les contaré cómo sienta.

Un amigo que viene de lejos, de China, que está cada día más cerca, me descubre que uno de los vinos blancos que más gustan allí lejos es El Pato, de Doña Mencía, que conozco de algún día. ¡Ay, ese caminito verde que todos los días Manuel Piedrahita, mi maestro, él lo sabe, recorre desde Baena adelante, por donde antes, muy antes, pasaba el tren de la nostalgia y la eficacia que de las dos cosas tenía!

Eso sí, a veces en este perol una gota amarga. Porque así es la vida. Sitio para Lorenzo Amor, al que tuve el gusto de conocer en su día y que me dio la oportunidad de dar una conferencia, creo que fue en el Círculo de la Amistad, donde también conocí a su hijo. Le mando un abrazo verdadero.

Y agradecer que estudié en un colegio donde me enseñaron a hacerlo a Pilar Redondo, tan cordobesa siendo, sintiendo y escribiendo, que me escribe para darme las gracias por el perol pasado donde hacía a mi manera, y ustedes me perdonen, ni más ni menos que la Semana Santa de Córdoba jugándome la vida en ello.

Como contarles que esta semana pasada ha sido la semana de la canción Gibraltar, de nuestro José Luis, al que visite en su día en su casa de El Brillante con su piscina en forma de guitarra.

Ah, y desde luego, cómo no, memoria. Minuto de recuerdo, largo instante de suspiro, para Carme Chacón, que se nos fue de pronto y que muy poca gente cuenta que siempre que hacía un viaje largo echaba en su equipaje una guitarra española porque sus padres son de Almería, y que gustaba mucho nuestro festival único en el mundo.

Las torrijas han llegado de todo tipo, señores, pero sobre todo ninguna como las que hacía nuestra madre, hechas a mano y con todo el sabor del mundo, el sabor que, ya bien lo sabe Córdoba, es una forma de amor.