No es, mis queridos cordobeses, un juego de palabras. Aunque lo sea en el fondo, porque ese es mi oficio. Amasar el pan de la palabra, hacerla más tierna. Incluso a veces, más dura, según nos avise la vida de la que somos cronistas. Es por eso, lo de la Noche Blanca, que ya está llegando, y que será como siempre un éxito. Pero también la noche oscura de quien se fue, y nos deja un profundo vacío. Sabemos que viene a la blanca y es una buena noticia, ni más ni menos que Rosalía, la nueva voz del flamenco, a escala mundial les digo. Enhorabuena a quien hizo posible el milagro. Pero también la tristeza, que yo di la noticia, del maestro Elio Berhanyer, al que conocí personalmente hace tiempo, mucho tiempo. Y que ha sido además reconocido, se ha podido comprobar estos días, como un genio de la alta costura, que es un arte y una ciencia, y tiene mucho de genio, de artesano, de artista. Yo tengo, por tener, una prenda suya, la capa formidable de caballero del salmorejo que un día me entregaron en aquella noche blanca, de colores, solemne, y maravillosa, de los premios del salmorejo. Pero también tengo su resplandor, que lo tenía desde que le conocí y le entrevisté por primera vez hace ya tanto tiempo. Luego, a veces, le veía sentado en la clase turista, siempre modesto, como un rey que va de paso. Querido maestro Elio. Como a la poeta que se nos acaba de ir y a la que yo leía tanto.

Córdoba de las muchas noches. La alegría, insisto, de ver en una pasarela en Madrid, y ya como flamante modelo, a nuestra niña Alba, valiente, sonriente, linda, de lo que me alegro no saben cuánto. Siempre es bueno renovar la vieja vitrina de los peroleros desde hace ya tantos años. Estuve de paso, camuflado, como el detective Villarejo, del que tanto se habla últimamente y con toda la razón, en Fitur. Aunque me delataba aquella gorrilla de cuadros, que un día me regalaron en Las Tendillas y de la que ya he contado tantas cosas.

-Esta gorra, señor Medina, es de gorra, se la regalo con mucho gusto por las veces que habla usted de Córdoba, y bien además, por cierto.

Quería comprarme una, como aquella que lucía nuestro inmortal, don Manuel. Que, por cierto, otra vez acaban de dar aquel documental de hace años, en la del sur claro, con motivo de aquel libro mío que se llama La noche que mataron a Manolete. Y que me editó don Manuel Pimentel, más que cordobés incluso, y que sigue publicando sin tregua.

Ah, que no quiero que se me vaya de la cabeza decir que el joven genio Palomo Spain sigue creciendo, creciendo, en Nueva York, en París, en la tele de nuevo, y que no hay quien le ponga límite a su sueño.

Bueno, que Córdoba en Fitur, como siempre, gloria bendita, y también aprovecho para dar un abrazo desde el sentimiento claro, a ese torero de plata, sin el que no serían posible los toreros de oro, que se llama José Manuel Tejero, de la familia de artistas de Córdoba. Una muy buena entrevista del maestro Ladis, fotógrafo, cronista de esa tierra, con su máquina en la mano.

A los consejeros cordobeses, que son dos y muy buenos, suerte en la nueva andadura. Y ese artículo formidable, me gusta escribir bien de mis compañeros, como es Marisol Salcedo, una pieza sobre el aceite de oliva, incluso sobre esa ceremonia que es la del carrito de zumo dorado, de distintos sabores y sensaciones.

Debo escribir su nombre, Rocío, consejera de Empleo. Y debo decir también que el nuevo director de la academia española, Santiago Muñoz Machado, ha puesto a caminar la institución sagrada de nuestro idioma. Y esa foto antigua, pero histórica, en la que veo a nuestro Pele del alma en aquel concierto de Montreal hace ya tantos años. Ojo al pie del periódico. El Pele, el cordobés cantaor, que puso en pie, aplaudiendo aquella noche, por ejemplo, a Camarón de la Isla. Y del que dijo el crítico, enviado especial:

-«Aquella noche puso en pie aplaudiendo ni más ni menos que a Prince, y al ángel blanco Bowie».

Córdoba eterna, de todos los colores, los sabores, los olores, los amores, incluso también los dolores. Y mis viejos genios de siempre, Tintín, Popeye…¡Ay, aquella tortilla de espinacas, en la casa en Sierra Morena, del torero Espartaco, cuando Córdoba era su segunda casa!

Noche de Córdoba, ya sea blanca, ya sea negra, como la copla del cisne, pero siempre noche única. Dicen que Eugenia, la duquesa de Montoro, ha cambiado de cara a mejor. Pero lo que no ha cambiado es de espíritu. ¡Marca tanto su duquesado, querida niña de Alba!. Y me despido con una brutal congoja porque esa enorme tragedia del niño Julen haya tenido el desenlace más terrible. Dura vida.

La cantante Rosalía, el modisto Elio Berhanyer, la consejera cordobesa Rocío Blanco y el editor Manuel Pimentel.