Estar lo más cerca posible de su hijo recién nacido es algo tan necesario como fácil y posible para las madres que disfrutan del hotel que, para este fin, dispone el hospital Reina Sofía. Cuatro habitaciones individuales para mujeres que acaben de dar a luz, que vivan fuera de la ciudad y que tengan a sus hijos ingresados en la unidad de Neonatología o de Cuidadados Intensivos Pediátricos, dependiente de la unidad de Gestión Clínica de Pediatría y sus especialidades, son las que forman este espacio. El hotel de madres se encuentra en el sotano del hospital Materno-Infantil y su gestión es el compendio de la colaboración de un gran número de profesionales. «Tener a los médicos al lado, pero, sobre todo, estar cerca del niño es extraordinario. Entre otras cosas, para darle el pecho», dice Verónica, una de las madres que disfrutan actualmente de la estancia. Ella vive a unos 50 kilómetros de la capital, por lo que el ir y venir supondría un perjuicio. Lleva cinco días en la residencia, aún le quedan diez, porque el periodo máximo es de 15 días. Que haya un límite de tiempo, según ella, es positivo, ya que «es suficiente para la recuperación y permite a más madres contar con estos servicios», opina. Desde el Reina Sofía, aseguran que este proyecto es importante porque preserva el vínculo entre madre e hijo y favorece la lactancia materna.

Como ella, otras 933 mujeres han pasado por el hotel de madres desde que, hace 11 años, se inaugurara. Durante los primeros siete meses del 2018, 57 personas de diferentes provincias se han hospedado en él, porque, desde el hospital, afirman que son referencia en Andalucía. Este espacio, además de facilitar el descanso, incluye servicios de limpieza y de hostelería. Entre otras cosas, les hacen las camas y les llevan y recogen la comida, dos actividades que garantizan la comodidad de las madres. Aparte, en cada habitación pueden contar con una cocina propia, lavadora y baño privado.

Alejadas ya del ruido de luces y del vaivén de pacientes y familiares, las madres comparten un espacio, un servicio o, más bien, un extra que escapa a la oferta: la terapia. «Estar con más madres, ayudarnos, apoyarnos es un desahogo. También para ellos, los padres, que en la sala de espera también se animan», explica Paqui. Algunas veces, incluso salen a comer.

A las habitaciones solo pueden entrar las madres. Ni familia ni visitas. Y en esa intimidad, las cuatro paredes se convierten en un lugar de encuentro, de reunión, que incita a la complicidad pausada. «Esto permite que podamos apoyarnos y compartir experiencias entre nosotras», reconoce Verónica. Lo mismo piensa Paqui, otra de las cuatro madres. «Es muy tranquilizador, yo no me quería ir a mi casa porque pretendía dedicarme exclusivamente a mi hijo. Emocionalmente necesitaba quedarme y, además, casi no te puedes mover los primeros días». También, destaca que es bueno para la pareja por la liberación que supone.

Paqui cumple 13 jornadas en una de las habitaciones y entiende que en dos días tenga que dejarla, ya que «hay otras madres que lo necesitan más». Eso sí, agradecida con el trato que ha recibido. «Estoy encantada». Por el asesoramiento, por el apoyo de las madres y, sobre todo, por su hijo. Por ello, estas mujeres quieren dar a conocer el espacio a otras que estén en una situación similar, aunque insisten en que «las enfermeras informan». De esta forma, el Reina Sofía busca preservar y cuidar el vínculo que meses antes unió a dos personas, el vinculo de la vida.