«Córdoba abre de nuevo sus puertas al guadamecí» según José Carlos Villarejo García, director de la Casa Museo Ramón García Romero, discípulo de este maestro guadamecilero. Y abre sus puertas a través del libro que se presentó ayer en la casa museo, intitulado Ramón García Romero. El hombre, su arte del guadamecí omeya y de los cueros de Córdoba, su legado y su casa-museo, obra que recoge textos del propio Ramón García -fallecido en noviembre del 2013-, con la colaboración de su amiga Adela Melgar y su sobrino y sucesor José Carlos Villarejo García.

El libro, conmemorativo del décimo aniversario de la creación del museo Arte sobre Piel -hoy Casa Museo Ramón García Romero-, recoge, en tres partes, la vida y la obra del maestro; una breve historia del guadamecí y, finalmente, las técnicas del guadamecí y del cordobán. Pero en toda la obra se percibe la espiritualidad y el misticismo delRamón García en su constante búsqueda del paraíso, camino que lo llevó, en su juventud, a investigar sobre una de las manifestaciones de arte suntuario que mejor definen, posiblemente, el esplendor omeya cordobés: el guadamecí.

Esta genuina expresión artística cordobesa desapareció con la expulsión de los musulmanes, refugiándose su arte en el cordobán, pero con técnicas separadas del guadamecí, mientras que en el siglo XVII ya no existía en el recuerdo de los cordobeses el arte de los guadamecileros.

Ramón García, en su época de estudiante, descubrió el trabajo en cuero y los guadamecíes omeyas, de los que no quedaban memoria. Desde ese momento comenzó su búsqueda particular de este arte cordobés, que lo llevó a investigar sobre las técnicas empleadas y el anhelante transfondo espiritual de estas creaciones, implicándose no 24 horas al día, sino toda una vida para conseguir obras que, según su amigo el pintor castreño Cristóbal Toledo, «ni en Bagdad vióse nunca cosa parecida».

El maestro se entregó en vida al guadamecí, a sus técnicas, a su enriquecimiento, a ese viaje interior al que lo invitaba el cuero, cubierto de fina lámina de plata u oro y bellamente trabajado y policromado, hasta no dejar hueco alguno entre los nobles metales, cubiertos de tupida vegetación, ornamentaciones imposibles y líneas de simetría infinita. Todo un camino por el que deambula una búsqueda de la perfección y el sosiego; la búsqueda del paraíso.

Hoy, la obra de Ramón García se encuentra en museos y colecciones particulares de ciudades españolas y diversos países europeos, americanos y árabes. Y ayer se presentó un libro -el primero de algunos más que verán su edición en años venideros- en el que se recoge el trabajo, la obra y la técnica de este maestro guadamecilero, que ha legado a Córdoba sus descubrimientos y parte de sus creaciones en el museo que lleva su nombre y al que se puede acceder gratuitamente.

Pero la obra de Ramón García no ha concluido. Esta obra forma parte de un proyecto familiar que ha recaído en su discípulo y sucesor José Carlos Villarejo García, sobrino de Ramón.

Villarejo comenzó de aprendiz, «barriendo el taller», mientras observaba la técnica de su tío. Ramón García lo fue formando y en la actualidad su sobrino sigue manteniendo la casa museo, es testaferro del espíritu del maestro y sigue creando guadamecíes con la misma técnica, una técnica iniciada hace 13 siglos, pero introduciendo elementos decorativos más novedosos, iniciando una nueva era de este arte, pero salvaguardando su esencia, la esencia del guadamecí.

A la presentación asistieron la consejera de Cultura, Rosa Aguilar; la delegada de Turismo de la Diputación, Carmen Gómez; el concejal de Cultura del Ayuntamiento, David Luque; y el delegado de Cultura de la Junta, Francisco Alcalde.