Sin abejas peligra seriamente la biodiversidad mundial. Es una advertencia científica que han empezado a tomarse en serio desde Estados Unidos hasta el viejo continente, donde el Parlamento Europeo ha salido al rescate de estos insectos, vitales para el ciclo biológico vegetal y no sólo para la producción de miel. Las propuestas van desde la reducción de los pesticidas a la habilitación de más fondos destinados a apoyar la investigación. Conocer las causas de su declive es el primer paso para proteger la diversidad de las especies polinizadoras. En España, mientras, el Ministerio para la Transición Ecológica ultima la redacción de un plan nacional para su conservación. Muchos son los estudios que además investigan si el aumento de la temperatura del planeta afecta tanto a los polinizadores silvestres como a la actividad apícola, sector económico muy importante en España.

Si en todo el mundo se conocen unas 20.000 especies, en Europa hay representadas 1.965 y en España, 1.105. «El cambio climático afecta por las divergencias fenológicas (es decir, entre los ciclos climáticos y biológicos), los desajustes espaciales entre polinizadores y plantas polinizadas, los cambios en la distribución y virulencia de patógenos, la mortalidad local por eventos climáticos extremos o a las condiciones más favorables para la expansión de especies invasoras», tal como recoge el borrador del departamento que dirige la ministra Teresa Ribera.

Básicas para los cultivos

Según datos aportados por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, un 70% de los cultivos son efectivos gracias a la polinización, de la que dependen 71 de cada 100 alimentos básicos en España. Asimismo, la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) calcula que el 90% de la alimentación mundial depende de la polinización de las abejas y que un buen número de frutos secos, semillas y frutas pueden ver caer su producción hasta otro 90 % sin la presencia de tales insectos. España cuenta con unas 30.000 explotaciones apícolas -unas 430 en Córdoba- y aproximadamente un total de 2,4 millones de colmenas, unas 58.000 en la provincia cordobesa, por lo que es uno de los primeros países a escala mundial. Los datos hablan de unos 23.000 apicultores y 5.000 familias que viven directamente de la miel, de los más potentes a nivel global. De ahí que el Gobierno haya colocado el foco en el problema de la desaparición de este pequeño insecto. Y ello por varios motivos: por el efecto cascada no sólo sobre la biodiversidad, sino también por su impacto en la actividad económica relacionada.

Entre las amenazas que estudian los investigadores está el uso generalizado de productos fitosanitarios perjudiciales para las abejas, los agentes patógenos, los parásitos y las enfermedades más frecuentes.

Uno de los enemigos más temidos es el ácaro llamado Varroa destructor, que desde el 1985 está considerado la principal amenaza para la supervivencia de las abejas melíferas.?Transmite una enfermedad llamada varroosis, que afecta tanto a las crías como a las abejas adultas. Los daños que produce no sólo consisten en su acción expoliadora, pues también favorece la aparición generalizada de infecciones víricas y bacterianas, tal como describe el departamento que dirige el ministro Luis Planas. Su rápida transmisión tiene efectos devastadores sobre las colonias.

Otro peligro no menor es el de exóticas invasoras como la avispa asiática (Vespa velutina). Su expansión y proliferación en España desde el 2004 va ligada a los efectos del cambio climático también, y está acabando con las especies autóctonas. Según el Ministerio para la Transición Ecológica, el declive mundial se repite también en Europa. De hecho, la lista roja europea de las abejas considera en peligro las 1.965 especies del grupo presentes en el continente. El estudio concluye que el 9,2% de todas ellas se encuentran amenazadas de extinción, el 7,7% en declive, el 12,6% están estables y sólo el 0,7% está incrementándose. Hay un 79% de casos para los que la tendencia es desconocida.

Agricultura ecológica, aliada

Si la agricultura ecológica se sabe una gran aliada para el planeta por la reducción de plaguicidas y la menor huella hídrica en el suelo, también lo es para las abejas. Entre los compromisos adquiridos a nivel internacional figura el de evitar o reducir el uso de los pesticidas perjudiciales para los polinizadores domésticos y silvestres, así como desarrollar alternativas a su uso. «La producción ecológica es una herramienta fundamental, ya que entre sus principios generales se encuentra la restricción del uso de medios externos, y en caso de necesitarse o no existir prácticas y métodos que utilicen recursos naturales propios del sistema de gestión, se limitarán a sustancias naturales o derivadas de éstas», recalca el borrador del Ministerio.

Comunidades autónomas como la valenciana, por ejemplo, consideran que la polinización es un servicio ambiental de regulación que favorece la conservación del material genético de la flora silvestre, la producción de alimento para la fauna y el mantenimiento de la cubierta vegetal forestal. De ahí que desde la Generalitat Valenciana se fomente el asentamiento gratuito de colmenas en montes propiedad de la Administración autonómica. Desde hace tres décadas, además, se viene favoreciendo el desarrollo de la apicultura en terrenos forestales y la generación de rentas económicas en las zonas rurales. El objetivo es claro: garantizar la supervivencia de tan preciados insectos, fundamentales para un planeta más equilibrado.

Greenpeace es de los colectivos que está llevando a cabo una defensa encendida de las abejas, con el respaldo a las movilizaciones que el sector apícola viene impulsando en los últimos meses. Los ecologistas recalcan que las cifras del problema que afecta a los polinizadores no dejan lugar a dudas. Y colocan sobre la mesa el informe de la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), que advierte de que en Europa el 37% de las poblaciones de abejas está disminuyendo. Por ello, insisten en la necesidad de retirar del mercado algunos plaguicidas e insecticidas muy tóxicos, así como apostar de forma decidida por la agricultura ecológica.