"Un idealista" que aspiraba a recuperar "el impulso inicial de la revolución" pero que poco a poco se "dio cuenta" de que sus ideas "no eran aplicables". Un individuo que encarnaba la "utopía del nuevo hombre soviético: trabajador, educado y erudito", pero que al final de su mandato, para radical ironía, acabó "enterrando al sistema soviético". William Taubman, profesor emérito de Ciencias Políticas en el Amherst College y autor de 'Gorbachov, vida y época', la más detallada biografía de Mijail Serguéyevich Gorbachov publicada hasta la fecha, describe para EL PERIÓDICO, diario integrante del grupo Prensa Ibérica al igual que este medio, a la que probablemente fue la personalidad política más influyente del pasado siglo, artífice de cambios políticos y económicos que permitieron un respiro en la carrera de armamentos, el fin de la división de Europa, y el inicio de una transición política en su país, interrumpida con la llegada de Vladímir Putin al Kremlin en 1999.

Denostado por parte de sus conciudadanos al propiciar la implosión de la URSS, pero jaleado en Occidente como una celebridad, la espadas están en alto respecto al lugar que ocupará su figura en la Historia, debido a la antagónica dicotomía entre su valoración en el interior y el exterior de Rusia. "Los rusos valorarán a Gorbachov cuando superen el síndrome de pérdida de imperio, algo que en el caso español, se tardó un siglo", analiza Pilar Bonet, excorresponsal de 'El País', quien entabló con el mandatario una relación personal.

Nacido en Privolnoye, una aldea de la sureña región de Stávropol, en una familia de campesinos pobres, Gorbachov fue una excepción en un entorno social de precariedad represiones estalinistas, donde los varones estaban destinados a trabajar la tierra y poco más. "Creció en tiempos terribles, colectivización, terror, guerra... dos de sus abuelos fueron al GULAG", rememora el historiador Taubman. Sin embargo, su equilibrado entorno familiar, con un "abuelo materno, que le quería mucho y lo empoderaba, y un padre, que era un buen hombre, no un patriarca campesino y tirano" le dotaron de "una gran seguridad en sí mismo" y enormes dosis de "optimismo" y "confianza" en el ser humano.

Trayectoria impecable

Con un brillante expediente académico y una trayectoria impecable en las juventudes comunistas, Gorbachov logró algo al alcance de muy pocos en Stávropol: Estudiar Derecho en la Universidad Estatal de Moscú (MGU), la más prestigiosa institución académica del país, donde conoció al amor de su vida: una estudiante siberiana de filosofía llamada Raísa Maximovna, con quien se casó en 1953 y de quien no se separó hasta la muerte de ésta, en 1999, por leucemia.

Ya como universitario, el joven Gorbachov demostró que convivía con dificultad con la rigidez y la rutina, dos características del sistema soviético. En una ocasión, en 1952, desafió a un tedioso profesor cuyas clases se limitaban a leer en voz alta fragmentos de la última obra de Stalin'Problemas Económicos del Socialismo en la Unión Soviética'. Sin preocuparse por sus posibles consecuencias, le escribió un mensaje anónimo que rezaba lo siguiente: "ésta es una universidad y suele admitir a quienes han cursado estudios durante 10 años, es decir, a quienes saber leer".

El instructor leyó la nota en voz alta y acusó a su autor de ser un enemigo de la URSS. El futuro presidente soviético, al oír la invectiva, se identificó. Sus orígenes campesinos le salvaron de ser expulsado, rememora Taubman en un pasaje de su libro.

Ascenso al poder

Al acabar sus estudios en 1955, Mijaíl regresó junto a Raísa a su patria chica, desde donde inició su ascenso político. Fueron casi tres lustros en los que trabajó en la fiscalía local, la liga juvenil y el propio partido comunista, hasta regresar a Moscú en 1978 como secretario del Comité Central del PCUS, la ejecutiva del partido único. Un año después, con 48 años, se convirtió en el miembro más joven del Politburó, la más alta autoridad en la toma de decisiones políticas.

La suerte y la astucia le permitieron subir peldaños manteniendo intacta su integridad, algo excepcional en un país donde las luchas por el poder se libran de forma descarnada. Trabó amistad con muchos dirigentes de Moscú que venían a tomar las aguas a los balnearios de su región, en particular con Yuri Andrópov, entonces director del KGB. "Cuando era el primer secretario del partido en Stávropol, cada vez que hablaba con Brezhnev, (líder soviético entonces) lo explicaba con detalle a sus colegas, enviándoles el mensaje: no os metáis conmigo, porque estoy conectado con Brezhnev", explica Taubman.

Nadie duda que la llegada de Gorbachov al líderazgo del partido comunista en 1985 supuso una bocanada de aire fresco para un país anquilosado y acartonado, que rendía culto a una revolución, la bolchevique, y a un sistema , el comunista, en los que casi nadie ya creía. "Fue un cambio total de estilo; las ruedas de prensa eran verdaderas ruedas de prensa, preguntabas lo que querías", rememora Bonet. "El Politburó, hasta entonces, era una gerontocracia, pero Gorbachov mostraba sentido comúnclaridad dinamismo, era un personaje moderno", continua la periodista. Una modernidad que, según Taubman, se reflejaba en "el trato exquisito" que daba a su esposa, muy alejado de ese "chauvinismo machista" propio de los burócratas soviéticos.

Fin de la guerra fría y crisis interna

En política exterior, Gorbachov propició el final de la carrera de armamentos, gracias a su entendimiento con Ronald Reagan y George Bush. Pero más allá de los recortes en ojivas nucleares, el último líder soviético será recordado por permitir la caída de los regímenes comunistas en Europa del este sin presentar resistencia militar, algo que sus predecesores jamás se plantearon, incluidos aquéllos de carácter reformista como Nikita Khruschev. "Era una persona consciente, y en ningún momento pensó mantener por la fuerza aquéllo" (el Pacto de Varsovia), explica Bonet.

El frente doméstico le dio graves quebraderos de cabeza desde el principio. En lugar de impulsar al país hacia una suerte de socialismo con rostro humano, el mandatario liberó fuerzas largamente reprimidas por el totalitarismo soviético (nacionalismo, libertad de prensa) que se volvieron contra él, provocando que diera bandazos y acumulara errores de gestión: campaña fallida contra el alcoholismo, desabastecimiento en las tiendasobstrucción del sector conservador, rivalidad con Borís Yeltsin, con mayor ímpetu reformista, que acabó derivando en un enfrentamiento personal. "Yeltsin tocaba la fibra sensible de Gorbachov; era algo irracional", concluye Taubman.

El último presidente soviético ha mantenido una actitud prudente durante la prolongada presidencia de Vladímir Putin, evitando criticarle y defendiendo, aunque sin énfasis, episodios como la anexión de Crimea. "Sobre el papel, las relaciones con Putin son buenas, pero cada vez que Gorbachov se expresa en una dirección divergente (al actual Gobierno), le pasa algo a su Fundación: una inspección de bomberos o lo que sea...", confiesa Bonet.