Una disputa electoral insípida, letárgica y bajo el riesgo de la desmovilización popular. Este lunes empieza oficialmente en Francia la campaña de las presidenciales del 10 (primera vuelta) y 24 de abril (segunda vuelta). Se trata, sin duda, de una de las carreras hacia el Elíseo más descafeinadas de las últimas décadas. Una abstención especialmente elevada —de entre el 25% y el 35%— amenaza con convertirse en la gran protagonista de unos comicios en que el presidente francés, Emmanuel Macron, parte como claro favorito.

En el sistema presidencialista galo la vida política se focaliza en las presidenciales. En las últimas décadas los franceses votaron poco en las regionales y europeas y cada vez menos en las municipales, pero la elección del jefe del Estado —concentra en sus manos buena parte del poder— representaba un momento de fuerte politización. Desde la instauración de la Quinta República en 1958, de las diez presidenciales con sufragio universal directo en nueve de ellas la participación superó el 75% en la primera vuelta, y en cinco de ellas, el 80%. Sin embargo, según los últimos sondeos, la participación podría situarse entre el 63% y el 71%. Es decir, la abstención podría superar el récord de 2002, en que solo acudieron al colegio electoral el 71,6% de los franceses.

“Debido a los azares del calendario, nos dirigimos a una especie de no elección presidencial”, asegura a El Periódico, diario perteneciente al mismo grupo editorial que este medio, el analista político Thomas Guénolé, sobre la sucesión de crisis que ha relegado a un plano secundario la carrera hacia el Elíseo. El debate electoral, que en Francia solía empezar en septiembre del año previo a los comicios, tardó en arrancar debido al covid-19. Tampoco ayudó a ello la voluntad de Macron de anunciar lo más tarde posible su candidatura. Finalmente, lo hizo el 3 de marzo, el penúltimo día de que terminara el plazo. 

La guerra refuerza la condición de favorito de Macron

Una vez parecía que la campaña empezaba a interesar a los franceses a mediados de febrero, esta quedó eclipsada mediáticamente con el estallido de la guerra en Ucrania el día 24. Además, tras la negativa de Macron de participar en ningún debate televisivo antes de la primera vuelta, las cadenas francesas se han resignado ante la voluntad presidencial y todo apunta a que no habrá ningún duelo televisivo de este tipo antes del 10 de abril.

Debido al contexto bélico y también a la estrategia política, el dirigente centrista apuesta por una campaña minimalista y conservadora. Solo ha previsto participar en un mitin —seguramente hará un segundo si se clasifica para la segunda vuelta— el 2 de abril en París. Parece que no necesitará mucho más para lograr su reelección.

El presidente ruso, Vladímir Putin, le hizo un regalo envenenado a su homólogo francés. Después del inicio de la invasión de Ucrania, las intenciones de voto de Macron se catapultaron por encima del 30%. Como suele suceder con estos efectos de “unidad nacional”, será probablemente temporal. De hecho, los últimos sondeos ya pronostican una victoria macronista menos imponente, con el 28% en la primera vuelta y entre el 60% y el 55% en la segunda. La ventaja electoral del presidente se ha ido reduciendo ligeramente tras presentar el 17 de marzo un programa claramente anclado en la derecha, en que prometió alargar la edad de jubilación hasta los 65 años, exigir una actividad laboral o formativa a aquellas personas que reciban una renta mínima de inserción o expulsar a todos los migrantes a los que se deniegue el asilo.

Le Pen y Mélenchon, principales rivales

Distanciados del dirigente centrista, según los sondeos, sus principales rivales serán la ultraderechista Marine Le Pen (19-16%) y el insumiso Jean-Luc Mélenchon (15-13%). Estos veteranos de la política francesa —ya fueron candidatos en 2012 y 2017— han resistido mejor a esta campaña a medio gas que aquellos que se presentan por primera vez, como el polemista ultra Éric Zemmour, la conservadora Valérie Pécresse o el verde Yannick Jadot.

La opción más probable será la repetición del duelo Macron-Le Pen. Pero no se puede descartar una sorpresa con la presencia del líder de la Francia Insumisa (socios de Podemos en Francia) en la segunda vuelta. “Las perspectivas de voto de la Reagrupación Nacional (partido de Le Pen) han estado sobreestimadas en todos los sondeos desde 2017”, apunta Jean-Yves Dormagen, director del instituto de sondeos Cluster 17, quien considera que la candidata ultra puede sufrir especialmente los niveles de abstención, puesto que su electorado se concentra en aquellas categorías sociales (obreros, jóvenes, etc) más propicias a abstenerse.

Declive del bipartidismo

En cambio, las formaciones que configuraron el bipartidismo francés —Los Republicanos (socios del PP) y el Partido Socialista— sufrirán probablemente otro batacazo. Salvo una sorpresa, la conservadora Pécresse quedará eliminada en la primera vuelta, mientras que las perspectivas de la socialista Anne Hidalgo aún resultan peores, con unas intenciones de voto de entre el 1% y el 3%.

En las apasionantes presidenciales de 2017, el tradicional paisaje político francés saltó por los aires con la victoria del 'rookie' Macron y los buenos resultados de Le Pen y Mélenchon. Desde entonces, sin embargo, esta reconfiguración no se consolidó. El presidente centrista avanza con el viento a su favor en medio de este campo de ruinas, pero también lo hace la abstención. Y eso puede fragilizar la legitimidad política de una probable victoria macronista. “Me temo que su hipotético segundo mandato será muy tenso y estará marcado por un ambiente de fuerte crispación, en que sus reformas recibirán duras críticas”, advierte Guénolé.