El nombre de Omar Tiba resuena en las plazas de Trípoli. Durante los últimos cuatro días, la segunda ciudad del Líbano ha sido escenario de protestas ante la ausencia de ayudas estatales para compensar el confinamiento. Tiba, de 30 años, ha sido la primera víctima mortal de los enfrentamientos violentos con la policía en la madrugada del jueves. Bajo cánticos de revolución, la ciudad más pobre de la costa mediterránea según el Banco Mundial denuncia el estricto cierre que precipita al Líbano a la pobreza y a la hambruna.

Ante un brote de coronavirus sin precedentes en el país, las autoridades decretaron hace dos semanas un nuevo confinamiento. Con un toque de queda de 24 horas, hasta los supermercados están cerrados. Solo queremos nuestros mínimos derechos para vivir como personas humanas, defienden desde 'Live Love Trípoli', una asociación de jóvenes activistas. En las últimas cuatro noches, las protestas reprimidas por el ejército y la policía han dejado más de 220 heridos y un muerto, según la Cruz Roja Libanesa.

"Queremos comer", reclaman desde las calles. En Trípoli, la ausencia de ayudas estatales se cierne sobre una población que sobrevive gracias a la economía informal. El 70% de nuestra ciudadanía vive al día, con sus tiendas o puestos callejeros, explica este grupo independiente de jóvenes de la urbe libanesa. El Gobierno prometió una asistencia de 400.000 libras libanesas unos 40 al cambio actual para las familias vulnerables, pero este dinero no llegará hasta el final del confinamiento, previsto para el próximo 8 de febrero.

Cuando los manifestantes lanzaron piedras a las fuerzas del orden e intentaron acceder al ayuntamiento, los antidisturbios respondieron con disparos al aire de munición real para dispersarlos. La mayoría de los que protestan son jóvenes varones desempleados. Trípoli tiene una tasa de paro muy elevada, acuciada por la presencia de refugiados sirios y palestinos, denuncia Nazih Fino. La pobreza está muy extendida ya que siempre ha sido una ciudad históricamente descuidada por el Gobierno, constata.

El Líbano sufre su mayor crisis económica desde la guerra civil (1975 - 1990). Con más del 50% de su población bajo el umbral de la pobreza, la explosión del pasado 4 de agosto del puerto de Beirut vino a detonar una economía muy deteriorada. La devaluación de la libra en un 80% no ha impedido el aumento de los precios. Pero la gente aún sigue cobrando como antes y cada día todo es más caro, añaden desde Live Love Trípoli.

Emergencia sanitaria

Además, el país vive su peor momento de la pandemia. Durante las fiestas navideñas, unos 80.000 expatriados volvieron al Líbano para reencontrarse con sus familiares y amigos. Las autoridades libanesas decidieron relajar las restricciones en otro intento por salvar la economía. El reciente aumento de casos de coronavirus se atribuye en gran parte a esta decisión. Con cifras récords de muertes diarias, el Líbano se sume en la desesperación.

Los hospitales están desbordados por primera vez en este país de seis millones de habitantes, con una ocupación casi total en las camas de cuidados intensivos. La escasez de oxígeno, ventiladores y medicamentos ha llevado a la ciudadanía a buscar alternativas en el extranjero, quienes se lo pueden permitir. Casi 290.000 casos desde el inicio de la pandemia y 2.553 muertes por coronavirus son las alarmantes cifras del Líbano.

Solidaridad en Trípoli

Mientras, en las calles de todo el país, los libaneses muestran solidaridad con los compatriotas de Trípoli. Amnistía Internacional ha denunciado el uso de armas de fabricación francesa de forma ilegal para dispersar las manifestaciones. La organización ha exigido a París que deje de vender material como gases lacrimógenos o balas de goma.

Epicentro de las protestas del movimiento 17 de octubre, a la segunda ciudad del Líbano se la conoce como la novia de la revolución. Sin nada que perder, los tripolitanos toman las calles para reclamar una vida digna entre tanto abandono. Desde Live Love Trípoli, prenden de nuevo la mecha de la revolución, la zaura? en árabe: el pueblo llama 'zaura' a cualquier movimiento en defensa de sus derechos.