Cerca de 11 millones de personas están llamadas este domingo a las urnas en Portugal a pesar de la preocupante situación epidemiológica que atraviesa el país. Unas elecciones presidenciales en las que el actual jefe de Estado, el conservador Marcelo Rebelo de Sousa, tiene todas las papeletas para ganar cómodamente en primera vuelta y que podrían significar el asentamiento de la extrema derecha en el país, hasta ahora prácticamente irrelevante. La previsible baja participación, sin embargo, podría alterar los resultados y echar por tierra todos los pronósticos.

Rebelo de Sousa ha conseguido mantener alta su popularidad durante estos cinco años de mandato. Las últimas encuestas pronostican una victoria con cerca del 60% de los votos, muy lejos del resto de candidatos. Pero los analistas políticos advierten de que esa clara ventaja del actual presidente puede jugar en su contra. La sensación de que está todo decidido y la situación de extrema gravedad de la pandemia en el país, que se encuentra bajo un confinamiento como el de marzo y abril, pueden provocar que muchos potenciales votantes de Rebelo de Sousa decidan quedarse en casa.

Segunda vuelta

El propio presidente ha alertado del peligro de la abstención y ha hecho un llamamiento a los votantes. “Basta con que la abstención alcance el 70% para que sea inevitable una segunda vuelta. La abstención perjudica en función de la intención de voto de los candidatos y afecta a los que parten como favoritos”, aseguró De Sousa. Los últimos sondeos apuntan a que la abstención podría alcanzar el 60% en un país donde la participación suele ser baja de por sí -en las presidenciales de 2016 fue de un 48%-.

La posibilidad de ir a una segunda vuelta se presenta, sin embargo, lejana. La verdadera lucha estará en la segunda posición, muy disputada entre el candidato de extrema derecha, André Ventura, y la ex eurodiputada socialista Ana Gomes, que no cuenta con el respaldo oficial de su partido. Todas las encuestas dan entre un 10% y un 15% de los votos a los dos candidatos, quienes han mantenido un fuerte enfrentamiento dialéctico en las últimas semanas. Gomes ha repetido en múltiples ocasiones que en caso de ser presidenta propondrá la ilegalización del partido de Ventura, mientras que el candidato ultra llegó a prometer su dimisión si quedaba por detrás de la socialista.

Aplazamiento descartado

La situación epidemiológica en Portugal -inmerso en una tercera ola con récords de muertes y contagios diarios en los últimos días y con los hospitales al límite de su capacidad- llegó a poner encima de la mesa el aplazamiento de las elecciones. Una posibilidad que propuso también el líder de la oposición, Rui Rio, o la propia Ana Gomes, aunque ambos apelaron a la decisión final del presidente de la República, quien siempre se ha mostrado en contra. Rebelo de Sousa también ha justificado en parte su decisión porque modificar la fecha de las elecciones implicaría una reforma constitucional, algo que podría haberse hecho con antelación pero que es inviable a pocos días de los comicios.

Reformas constitucionales aparte, prácticamente todos los partidos se han mostrado a favor de mantener la normalidad democrática a pesar de la pandemia, incluido el Partido Socialista y el primer ministro, António Costa. Un ejemplo de ello fue la celebración de las elecciones regionales en las Azores a finales de octubre -en pleno auge de la segunda ola- y también de actos de partido como el congreso del Partido Comunista Portugués (PCP).

Tanto los candidatos presidenciales como los principales partidos confían también en el buen funcionamiento de las medidas sanitarias que se han aplicado de forma excepcional para estas elecciones. El Gobierno ha habilitado urnas móviles para que se desplacen a las residencias de mayores y evitar así que se desplacen a los centros de votación, así como a los domicilios de las personas que se encuentren en aislamiento por covid-19. Una medida que se suma a la ampliación del número de colegios disponibles para el voto anticipado. Cerca de 200.000 personas ejercieron su derecho al voto el pasado domingo, cuatro veces más que en las legislativas de 2019.