Incapaz de conseguir el aval del Parlamento al acuerdo para salir de la UE que negoció con los Veintisiete, Boris Johnson convocó elecciones legislativas anticipadas con las que espera sacar al Reino Unido del interminable y enredado laberinto en que se encuentra desde junio del 2016, cuando los británicos votaron a favor de abandonar el club comunitario. Tras tres años agónicos, los comicios habrán servido para determinar si se materializa el divorcio con Bruselas, cuándo y bajo qué condiciones.

El objetivo de las elecciones no era otro que desencallar el brexit y pensando en ello han votado los ciudadanos.

La salida o no de la Unión es la preocupación número uno para el 68% de los británicos, por delante de otros asuntos como el deterioro del sistema público de salud o el empobrecimiento del país, tras una década de austeridad y del coste que está teniendo la incertidumbre asociada a la salida de la Unión Europea sobre la economía del país, con una caída del PIB del 2,5% en los tres últimos años.

Pero pese a ello, estas elecciones no son un referéndum sobre la UE por mucho que Johnson se pueda sentir legitimado y se disponga a pisar el acelerador, se regale la ley del brexit antes de Navidad para poder romper el matrimonio con Bruselas el próximo 31 de enero. Get brexit done, algo así como Culminemos el brexit, ha sido su mantra electoral.

Pero que nadie se llame a engaño porque con un sistema electoral mayoritario como el británico Johnson puede ganar de calle aunque haya más votos a favor de seguir en la Unión Europea. Un referéndum es otra cosa.

Tortuoso camino

Tampoco estas elecciones son el final del tortuoso camino iniciado por los británicos. La futura relación comercial de Londres con la UE es todavía un libro por abrir. En el momento en que el matrimonio se rompa, se iniciarán complejas negociaciones para fijar la nueva relación. Deben estar finalizadas en un año, cuando acaba el periodo de transición. Un plazo imposible porque lo normal es que se tarde varios años en cerrar un tratado comercial.

Y así, todo volverá a empezar cuando se cierre un libro y se abra otro: las prisas, los ultimátum, las incertidumbres.

Si el brexit habrá sido un acierto o no para los británicos, el tiempo lo dirá y dependerá en buena medida del acuerdo que logre cerrar con la UE, su principal mercado. Pero hasta hoy todo ha sido un despropósito. Descomunal.