Las deportaciones de refugiados desde Noruega a Rusia por el Artico, donde las temperaturas alcanzan estos días los -30ºC, han generado controversia en este país y críticas de organismos internacionales. La policía expulsó el martes a 13 refugiados, tras lo cual varias personas lograron escapar del centro de acogida de Kirkenes el jueves, ayudados por la asociación Refugiados, bienvenidos al Artico , tres de cuyos miembros han sido multados. "Algo está muy mal, la gente está desesperada. Huyen de Kirkenes para evitar ser enviados de vuelta a Rusia", declaró Olav ygard, obispo de la diócesis de Nord-Hûlogaland.

Desde el miércoles están suspendidas las deportaciones, oficialmente por motivos logísticos. Pero en la lista para ser expulsados figuran familias con niños, entre ellos una niña autista de cinco años y un bebé de 18 meses, denunció la citada oenegé, que tras difundir algunos casos ha conseguido que las autoridades accedan a revisar sus solicitudes de asilo.

El Gobierno de derechas noruego, en el que participa un partido populista antiinmigración, aprobó hace dos meses, con el apoyo entre otros del opositor Partido Laborista, un endurecimiento de las leyes de asilo para frenar la oleada de refugiados llegados por el norte del país. Desde el verano, unas 5.500 personas (sobre todo sirios y afganos), han llegado a Noruega utilizando la ruta del Artico, cuando la media anual era de una veintena.

La nueva normativa, que permite devolver a Rusia a quienes tengan permiso de residencia o visado en ese país sin considerar su solicitud de asilo en Noruega, empezó a aplicarse a finales del otoño, pese a las críticas de la Alta Comisaría de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), que denuncia su carácter sistemático. Unas 200 personas fueron deportadas a Murmansk. La llegada del invierno, con las gélidas temperaturas en la zona, y el plazo de medio año para las deportaciones acordado con Rusia han obligado a agilizar las expulsiones, lo que ha aumentado la polémica.

Uno de los casos que más impacto ha tenido en la opinión pública noruega es el de una pareja siria cristiana con tres hijos que en su huida compró un visado ruso de múltiples entradas, en lugar de un visado de tránsito. "Cuando pagamos 22.000 dólares para poder hacer la ruta del Artico hacia Noruega, no teníamos ni idea de qué visado habíamos recibido en Rusia. Antes de la guerra en Siria, jamás habíamos salido al extranjero", denunció la madre, Dallia Asad, a la agencia noruega NTB. "La policía noruega nos envía a la muerte", denunció la mujer.

SOBORNOS "Es una ruleta rusa porque no están seguros de conseguir el asilo, deben pagar normalmente sobornos para conseguirlo y suelen tener problemas con los servicios de seguridad", denuncia Marek Linha, de NOAS, una oenegé noruega de apoyo a los solicitantes de asilo.

El Partido de la Izquierda Socialista, formación minoritaria en el Parlamento noruego, ha invitado a los grupos de centro y a los laboristas a obligar al Gobierno a parar las deportaciones, una idea que han rechazado. La primera ministra, la conservadora Erna Solberg, ha respondido que el Gobierno continuará con las deportaciones y ha subrayado que confía "en el juicio de las autoridades de extranjería en cada caso individual". Noruega recibió el año pasado a 31.145 solicitantes de asilo.