El pasado jueves, John King abrió el debate organizado por la CNN en Carolina del Sur preguntándole a Newt Gingrich por las recientes declaraciones de su segunda mujer. ¿Le había pedido un "matrimonio abierto", como dijo Marianne en una entrevista? La pregunta se antojaba pertinente, dada la encendida defensa que Gingrich ha hecho durante toda su vida de la familia tradicional. El avezado político sureño no se achicó. "La actitud destructiva, viciosa y negativa que adoptan la mayoría de medios de comunicación hace difícil gobernar este país y atraer a la gente decente hacia los cargos públicos", dijo Gingrich.

Su respuesta le valió la ovación más atronadora escuchada hasta ahora en la larga lista de debates televisados de los últimos meses y, a juicio de muchos, le catapultó a su victoria de ayer en Carolina del Sur. El expresidente de la Cámara de Representantes barrió en la tercera contienda de estas primarias republicanas con un 40% de los votos, seguido por Mitt Romney (27%), Rick Santorum (17%) y Ron Paul (13%). Su triunfo devuelve la batalla a una contienda que parecía abocada a una cómoda victoria de Romney, considerado como el candidato inevitable. Tres estados y tres ganadores. Santorum, en Iowa, Romney, en Nuevo Hampshire y Gingrich, en el estado de Carolina del Sur.

DADO POR MUERTO Pocos hubieran imaginado un vuelco semejante hace solo una semana. A Gingrich se le ha dado por muerto al menos en dos ocasiones. Pero es un luchador nato. No se arredra, contrataca con el estómago, apelando a las fobias de la América conservadora. Y no tiene problemas en abrazar el travestismo ideológico. Es capaz de acusar al presidente Obama de promover la "guerra de clases" y, al mismo tiempo, cargar contra Romney por destruir empleos al reestructurar empresas, en una crítica punzante a los excesos del capitalismo.

La crudeza de su mensaje funcionó en Carolina del Sur. No solo atrajo más votos del Tea Party que ningún otro candidato; también triunfó con el electorado evangélico, pese a que docenas de líderes del movimiento pidieran el voto para Santorum. A diferencia de Romney, al que le gusta poco la confrontación si no es para atacar a un blanco fácil como Obama, Gingrich la explota con gusto, apelando a las fobias y el resentimiento de los blancos conservadores y otorgando a su discurso una urgencia de tintes apocalípticos.

En su discurso de Carolina del Sur, cargó contra las élites progresistas, los medios de comunicación o los programas de ayuda a los pobres. Pagó el apoyo de la derecha fundamentalista, denunciando una "campaña de odio contra la religión" y disparó una vez más contra el Tribunal Supremo, teóricamente inclinado a la izquierda. "Esta es la elección más importante de nuestras vidas", dijo tras describir a Obama como un "radical peligroso".

Esta por ver, si Gingrich, se reafirmará en Florida como la alternativa conservadora a Romney, al que describe desdeñosamente como "un moderado de Massachusetts". El estado de Florida es menos conservador que el de Carolina del Sur, aunque el Tea Party tiene un peso importante entre el electorado.