CÓRDOBA

SALA M 100

VIERNES 9

20.30 HORAS

El sevillano Alberto Romero muta de Albertucho a Capitán Cobarde a placer, o quizás no. Capitán Cobarde es su nueva semblanza y supuso un sólido paso en el retrato de una personalidad que sigue caminando sobre el día a día de la filosofía de antihéroe actual, adoptada por gran parte de las últimas generaciones de jóvenes artistas, reyes del desencanto social y del compromiso activo, que critican con sorna y predican con versos en primera persona anhelando un mundo mejor. Y todo ello con ese rico bagaje globalizado que permite pasar de América a Andalucía, ambas, casi siempre, las profundas. Capitán Cobarde, como Albertucho, pertenecen a esa saga de trovadores castizos hijos del agobio trianero y la guasa flamenca, a veces amarga, del maestro Kiko Veneno, de la voz de aguardiente de Tom Waits, de la flema rockera de Lou Reed, del callejeo mordaz y poético de Sabina, del descaro abandonado de Delinqüentes e, incluso, hasta del nervio de Iggy Pop, toda una coctelera que se agita y bulle en su particular lírica. Criado en el punk de los años 80 en el local de ensayo de su tío, Alberto creció contracorriente para convivir con las palabras y las historias, conociendo la poesía a base de rock and roll.

Su primer álbum como tal llegó en el año 2015, un disco en directo llamado Capitán Cobarde, en febrero del 2017 lanza su segundo disco, Carretera Vieja, el primero de estudio. Capitán Cobarde vuelve a la sala M100 de Córdoba acompañado de Gato Ventura y los Errantes, uno de los grupos cordobeses con mayor proyección e interesantes de los últimos años.

«Que no reniego de nada, pero quiero subirme a un escenario y decir lo que soy ahora, no lo que era antes. Por eso me cambié el nombre. Me atraparon mucho el folk y la música acústica», dice Alberto. «Un tío al que le gusta mucho hacer canciones y ha tenido la suerte de que sus letras sean su manera de vivir», continúa, definiendo a su alter ego.