Diario Córdoba

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REPORTAJE

La ciudad que renace de sus cenizas

El recinto ferial resurge cada mañana cual Ave Fénix con las primeras luces del alba

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Trabajadores de Sadeco este miércoles en El Arenal. MANUEL MURILLO

Aún falta algo más de una hora para que aparezcan las primeras luces del alba, pero el recinto ferial de El Arenal no descansa. Aunque las casetas permanecen cerradas a cal y canto, las calles no están desiertas. Poco a poco comienzan a llegar los primeros trabajadores de Sadeco, la avanzadilla de quienes ponen a punto esta ciudad paralela que es la Feria de Córdoba y que cada día renace de sus cenizas, cual Ave Fénix. 

En lo que va de feria, y sin incluir los días de montaje, Sadeco ha recogido 180.000 kg de residuos, a los que hay que sumar 16.080 kilos diarios de vidrio. Y eso que aún no han llegado las jornadas con mayor afluencia de público. 

Poco a poco el albero y el asfalto van quedando limpios. En tanto la cuadrilla de parques y jardines arregla las plantas o las sustituye en caso de que no estén en buen estado, retiran los vasos y plásticos esparcidos por el suelo y césped y comienzan a regar antes de que el sol apriete. 

Mientras los responsables de seguridad de las casetas apuran un café en soledad, pendientes de cualquier ruido que pueda resultar sospechoso, y recorren y barren cada rincón bajo la carpa, como ha hecho esta madrugada Javi Montes, que lleva 16 años realizando este trabajo en la feria, una función que reconoce que «está bien pagado». Después toca recibir a los pedidos.

Con las primeras luces del día, cuando aún hace fresquito y la ciudad retoma el pulso diario, ajena al ajetreo de El Arenal, comienza el bullicio de los proveedores, que tendrán que abandonar el recinto ferial a las 12 de la mañana. 

Cientos de camiones y furgonetas se van adentrando por la calle del Infierno, donde ponen a punto los cacharritos, con las bodegas repletas. Empieza el reparto. 

Un hombre traslada cajas de refrescos en una carretilla, este miércoles entre las atracciones de El Arenal. MANUEL MURILLO

El miércoles es uno de los días fuertes. Javi Gallo es uno de los repartidores de cajas de refrescos. Cada día descarga junto a sus compañeros «dos trailers y dos o tres camiones de los chicos», en total, unas 6.000 cajas. Les hago las cuentas: si cada caja contiene 24 refrescos, entre todos dejan en pocas horas 144.000 botellas. Y lo hacen sin despeinarse: «si estás acostumbrado, no cansa», apunta Iván Pérez.

Mario Mascuñano es encargado de una caseta. Llega a trabajar alrededor de las 9 de la mañana porque todo debe estar listo para abrir las puertas a la una. Controla la organización del personal, que a esas horas ya está liado con su trabajo, recibe las mercancías, ordena la licorería en los estantes y la comida en la cocina. Es la otra cara de la moneda de la feria, «un no parar» para que cada detalle esté a punto. 

En tanto, Antonio Marín, jefe de cocina de una de las casetas de feria, está a destajo junto a los fogones en los que ya se ha empezado a adelantar el trabajo, porque a diario cuenta con unos 400 comensales. Nieto de restauradores, concretamente de Pepe García Marín, Pepe el del Caballo Rojo, sabe que la organización es lo más importante para no fallar. Eso y asegurarse de que los productos se conserven en perfecto estado. 

Ya son cerca de las 11.00. Antonio Cosano, junto a su banda Cajón Desastre, está ya liado con las pruebas de sonido. Ofrecerán música en directo durante tres días. Y aunque la tradición dice que los músicos no madrugan, en feria todo debe estar listo temprano. 

A lo lejos aparece Elena Rueda. Con su traje de flamenca es la primera imagen de El Arenal que conocemos, Aprieta el paso. «Voy a la reunión de trabajo de cada miércoles y luego nos quedamos a comer». Ahora sí, empieza la nueva jornada de feria

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