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Yolanda Díaz, un liderazgo inestable en la nueva izquierda

El previsible divorcio con Podemos enturbia la figura de la gallega, que mantendrá una vicepresidencia y la cartera de Trabajo

Yolanda Díaz.

Yolanda Díaz. / EP

Daniel Domínguez

En 2012 dos personas con orígenes políticos hasta entonces irreconciliables sellaban un pacto inédito que sembró la semilla de una nueva etapa política en España. Se trataba del histórico nacionalista gallego Xosé Manuel Beiras, antiguo líder del BNG con el que había roto para crear su propia formación, y Yolanda Díaz, entonces jefa de Esquerda Unida-Izquierda Unida. Por primera vez, la izquierda nacionalista y la izquierda federalista se daban la mano y creaban algo nuevo, aglutinando la rabia de los perdedores con la crisis financiera causada por el desplome de Lehman Brothers a finales de 2008 y que obligó a recortar gasto público, amenazó con la intervención de la economía española y situó a los hombres de negro como gobernantes en la sombra. Aquel invento se llamó Alternativa Galega de Esquerda y, de la nada, logró 9 escaños en el Parlamento gallego, convirtiéndose en el principal enemigo de Alberto Núñez Feijóo, que había obtenido entonces su segunda mayoría absoluta consecutiva.

En aquella campaña, Díaz se trajo a trabajar a un amigo de Madrid que demostró su audacia al proponerle aparecer en el cartel electoral con su hija Carmela, entonces un bebé, en brazos -como reveló Faro de Vigo, del grupo Prensa Ibérica-, y también su olfato para detectar el potencial de la unidad de partidos de izquierda tradicionalmente enemistados bajo la misma trinchera de resistencia a la austeridad. Aquel asesor se llamaba Pablo Iglesias y de AGE tomó la idea de fundar Podemos.

Yolanda Díaz con su hija en brazos, en 2012.

Yolanda Díaz con su hija en brazos, en 2012. / Óscar Corral

La coalición AGE estalló en debates internos alejados de las preocupaciones ciudadanas. Díaz, ante ese panorama, se marchó a Madrid con la alianza de esa izquierda alternativa gallega y Podemos, prometiendo un grupo parlamentario propio, pero allí operó casi como una miembro más de Podemos, de la mano de Iglesias. Esa alianza también estalló hasta el punto de que En Marea (su sucesora) pasó de 14 escaños en Galicia en 2016 a 0 en 2020. Esas guerras internas se han reproducido ahora con la negociación para que Podemos se integrase en Sumar.

Muy vinculada a su padre, criada entre políticos y pancartas, Díaz solo tuvo un cargo público ejecutivo antes de llegar al Gobierno de España. Fue concejal de fiestas y teniente de alcalde en Ferrol en alianza con el PSOE. Entonces lideraba EU y esa alianza acabó como el rosario de la aurora al año y medio. Esta es una de las paradojas que marca la trayectoria de esta abogada de profesión: teje alianzas inverosímiles y finaliza esos proyectos con más cicatrices y desavenencias que abrazos. Sucedió con aquel bipartito de Ferrol, sucedió con AGE, sucedió con Galicia en Común, sucedió con Podemos… Hasta rompió su carné de EU-IU. Con Beiras ya no mantiene relación.

Yolanda Díaz y Pablo Iglesias, en una imagen de archivo.

Yolanda Díaz y Pablo Iglesias, en una imagen de archivo. / José Luis Roca

Solo se preocupa por sí misma a nivel individual y fue desleal con proyectos en los que se comprometió a algo y luego no cumplió y siguió el camino que más le convenía a ella personalmente”, le reprocha una antigua compañera, que prefiere mantener el anonimato y rehúye detalles para no dar munición “a la derecha y a la ultraderecha”. Los reproches de los suyos, sin embargo, han sido recurrentes cuando se puso de perfil ante los ataques sufridos por Irene Montero o cuando el Gobierno decidió enviar armas a Ucrania.

Desde sus primeros pasos mostró potencial político, como recuerda Marta Lois, presidenta de Sumar. “La conocí cuando estaba en la facultad de Políticas de la Universidad de Santiago. La invitábamos a charlas sobre liderazgo, el papel de la mujer en la política… debatía con parlamentarias y ya apuntaba maneras, destacaba, aunque nadie pensaba que iba a llegar adonde ha llegado”, rememora.

La niña del PCE que agarraba el dedo de Carrillo

A los cuatro años, Yolanda Díaz le agarraba el dedo Santiago Carrillo, legendario líder del Partido Comunista, una anécdota que revela la educación sentimental de una niña marcada por el activismo de su padre, Suso Díaz, sindicalista de Comisiones Obreras encarcelado durante el franquismo. Las batallas por los derechos de los trabajadores y la tradición obrera de Ferrol determinan la historia de la líder de Sumar y, de nuevo, vicepresidenta del Gobierno y ministra de Trabajo.

Su llegada a los focos madrileños como responsable de esa cartera, designada luego por Pablo Iglesias como futura candidata de su espacio político cuando dio un paso atrás, atrajo las miradas sobre su figura, pero muchos opinadores, politólogos y periodistas se resistían a asumir que Díaz ya había alterado el mapa político español muchos años antes desde Galicia.

Yolanda Díaz abraza, muy emocionada, a su padre, Suso Díaz, en un acto de campaña de Sumar en A Coruña.

Yolanda Díaz abraza, muy emocionada, a su padre, Suso Díaz, en un acto de campaña de Sumar en A Coruña. / Cabalar

Marcada por la muerte de su madre y muy vinculada a su padre, Díaz no logró contener las lágrimas cuando visitó en mayo A Coruña para realizar campaña y se encontró con él, que en 2007 le habría reprochado haberse subido el sueldo como concejala de Ferrol. Cansada de los viajes constantes a Ferrol para encontrarse con su hija y su marido, Andrés, siempre discreto, la familia se mudó a Madrid.

Del verbo incendiario en sus primeros pasos en el Parlamento gallego, la que fue primera mujer candidata a presidir la Xunta ha pasado a lograr acuerdos desde su ministerio con patronal y sindicatos, impulsar la subida del salario mínimo o salvar cientos de miles de empleos con los ertes. “Además de imponer el estilo Yolanda, de mayor diálogo y menor confrontación, a mí me parece que su principal logro es su capacidad de gestión y de conseguir una política útil para miles de trabajadores”, sostiene Marta Lois. “El principal cambio que le veo es que está más preparada. Antes lanzaba lo primero que se le venía a la cabeza y era poco rigurosa, ahora no”, comenta otro excompañero en la Cámara gallega.

"Le voy a dar un dato"

Son ya famosos los cortes de vídeo en los que Díaz rebate a sus rivales con una retahíla de cifras tras sus ya populares "le voy a dar un dato", que reparte con la misma agilidad de croupier con la que lanza 'biquiños' (besos en gallego) a quienes se le acercan. Es marca de la casa la predisposición a la sonrisa de quien ha pasado de ser la niña del PCE a la esperanza de la izquierda a la izquierda del PSOE, aunque su brillo está deslucido por sus previsibles roces con Podemos, que apuntan ya a un divorcio total.

“Era visto”, sentencia un antiguo compañero de barricada en la “nueva izquierda gallega”, que recuerda cómo Díaz se arrimó a Podemos y orilló a sus aliados en Galicia de Anova e incluso Esquerda Unida cuando Pablo Iglesias vivía sus mejores momentos.

Ahora, la ausencia de Podemos del Gobierno y, especialmente, la exclusión de Irene Montero suponen un punto de no retorno con el partido morado, que ya ha avanzado que funcionará de manera autónoma con sus cinco diputados en el grupo de Sumar. Su salida al grupo mixto parece cuestión de tiempo, emulando las implosiones que vivieron AGE y En Marea en el Parlamento gallego, revelando, además, la incapacidad de Díaz para coser los proyectos.

Esta quiebra amenaza también su participación en las elecciones gallegas, previstas antes del próximo verano. Sumar carece de estructura, cuadros, candidato e incluso sede en Galicia, si bien el tirón de Díaz le permitió lograr dos diputadas el 23-J.

Podemos casi está peor. Fuera del Parlamento gallego, su marca nunca prendió en Galicia. Sus esperanzas de ir en coalición se quebrarán si rompen en Madrid, como es previsible, comprometiendo el objetivo de la izquierda de apartar al PP de San Caetano y asestar un golpe de gracia al legado de Alberto Núñez Feijóo.