Ambos están ya fuera del Ejecutivo y de la primera línea política y se sienten con libertad para decir aquello que piensan, sin ataduras, aunque pueda colisionar con la doctrina oficial de sus respectivos partidos. Y sin temor a los "Torquemadas que tanto florecen". Y ambos, Felipe González y Mariano Rajoy, expresidentes del Gobierno, socialista el uno, popular el otro, coinciden en más cuestiones de las que podrían anticiparse. Coinciden, para empezar, en la necesidad de reconstruir grandes consensos. Pero también consideran, los dos, que hay que renovar los órganos constitucionales. Y creen, de nuevo los dos, que es posible el diálogo en Cataluña aunque sin salirse de los márgenes de la Constitución y de la ley. También se sienten tranquilos con el relevo de Angela Merkel en Alemania, que muy probablemente liderará el socialdemócrata Olaf Scholz, acompañado de verdes y liberales, y comparten la necesidad de que la Unión Europea avance en su integración y sea capaz de edificar una política exterior y de defensa más robusta.

Los dos exlíderes sintonizaron claramente este jueves en el III Foro La Toja-Vínculo Atlántico, en la localidad pontevedresa de O Grove. Más aún, durante su conversación, de hora y media y moderada por la periodista Gloria Lomana, exhibieron ese bipartidismo en plena forma que las urnas dejaron atrás a partir del ciclo electoral que arrancó con las europeas de 2014, en las que irrumpió Podemos, y que tal vez se reanime de cara a los siguientes comicios. Los dos añoran esos tiempos de un PSOE y un PP fuertes y abjuran de los extremos. Cada uno desde su posición ideológica, pero en ese espacio de "centralidad" que, para González, ocupan las dos grandes formaciones del país. El problema, constataron, es que ahora el diálogo entre PSOE y PP no existe. "Si lo hay, es un diálogo de sordos", indicó el exdirigente popular.

"Hay menos diálogo que nunca. El diálogo tiene que tener algún objetivo", se arrancó el exmandatario socialista, "buscar un espacio de centralidad", en lo que "es común", "donde las diferencias lógicas en democracia no sean la que fracturen", sino que prime una "riqueza de alternativas que respeten las reglas del juego". González abría el camino y ya introducía una idea muy recurrente en él: no cabe ninguna conversación si se quiebra el marco constitucional. Rajoy, a renglón seguido, se declaró partidario del consenso, "no en todo", sino en algunos grandes temas. Porque "las grandes decisiones" que se tomaron en España desde la Constitución de 1978 fueron pactadas, como la entrada en la UE y en el euro, la aprobación de los estatutos de autonomía (salvo el catalán de 2006 o el proceso andaluz por la vía rápida de 1980) o "la renovación de los órganos constitucionales". "Los acuerdos son necesarios, son sinónimo de civilización, dan seguridad, estabilidad, certidumbre y se debe hacer un esfuerzo por mantenerlos. Pero en estos últimos tiempos se echan en falta algunos acuerdos en los grandes temas fundamentales", argumentó el exjefe del PP.

González subrayó entonces que "sin seguridad jurídica no hay libertad". Y en la España de 2021 existe un "doble cinturón de seguridad". Uno, la Constitución, "afortunadamente no perfecta", pero que "permite la convivencia" y "buscar ese espacio de centralidad". Y dos, el perímetro que marca la UE. Pero "para los que se llaman constitucionalistas", dijo, sin citar al PP, lo primero debería ser hacer "que la Constitución se cumpla". "No podemos tener órganos constitucionales varados, como si fueran una batea en la ría", clamó. Porque si instituciones como el Consejo General del Poder Judicial o el Tribunal Constitucional no se refrescan, la consecuencias serán "difíciles de calcular", además de tratarse de un "incumplimiento flagrante" de la Carta Magna.

"Lo tenemos que desbloquear"

"No podemos asumir esa responsabilidad los que creemos en la Constitución [...]. Los que defendemos la Constitución, incluso para reformarla, tenemos como primera obligación darle cumplimiento", siguió González, que recordó que "nunca" había ocurrido un retraso de tantísimo tiempo, de más de mil días, en la renovación del CGPJ. "Lo tenemos que desbloquear", apremió.

Rajoy insistió en que es necesario un "mínimo entendimiento en algunas cuestiones", y hoy observa con pesar que "el entendimiento es cero". No lo ha habido, "salvo muy al principio", en la lucha contra la pandemia, ni lo hay para Cataluña, ni en la renovación de los órganos o en el debate sobre los fondos europeos, se quejó. "No voy a decir si la culpa la tienen uno u otro. Tienen ustedes mejor juicio", apuntó, sin alinearse por tanto con la doctrina de Pablo Casado, como tampoco González militó explícitamente en las tesis del Ejecutivo en este asunto. Rajoy se reivindicó a sí mismo, sin ponerse "como ejemplo de nada": cuando él estaba en la Moncloa y disponía de mayoría absoluta, se pactó el relevo en las instituciones, se resolvió la sucesión en la Corona, se pactaron "los desacuerdos" y se abordó la aplicación del 155 en Cataluña. Porque para él era "capital" que en la intervención de la autonomía, y aun disfrutando de mayoría absoluta en el Senado, "ir con el PSOE" de la mano". "Echo en falta la contención institucional", lamentó.

En lo que sí discreparon los dos exlíderes fue en la reforma de la Carta Magna. González remarcó que "en absoluto" está "cerrado" a una modificación de la Constitución, porque hacerlo, igual que cambiar una ley, no cambia la realidad existente. "Hoy reformarla no procede, y cuando yo estaba [en el Gobierno], menos aún. Abríamos un melón y no íbamos a llegar absolutamente a nada", opuso el expresidente del PP. A su juicio, el texto de 1978 es "el punto de encuentro de la mayoría de españoles", como lo es la de EEUU, que no se ha modificado (sí enmendado) desde 1987. "Cambiar por cambiar es otra de las tonterías importantes", sentenció, en una frase que describía perfectamente su carácter.

Los dos expresidentes respaldaron el diálogo en Cataluña, aunque en los márgenes de la legalidad. La posición era la esperable en González, quizá menos en Rajoy, dada la oposición radical de Casado a explorar todo cauce de distensión con el Govern. González subrayó que no está "en contra" de un diálogo con la Generalitat, tampoco "con la otra mitad que no representa la Generalitat". No "sataniza" el entendimiento, "siempre que tenga la seguridad de que el diálogo se hace desde el respeto a la Constitución, no fuera del perímetro de la Constitución". Pedro Sánchez ha recalcado que se hará así, en el campo de juego que permiten la Carta Magna y la ley, nunca fuera de él.

La "otra tesis" de Rajoy

El exjefe socialista recordó que todos los presidentes de Colombia han intentado resolver el conflicto con la guerrilla, como "todos" los presidentes españoles han hecho "esfuerzos de diálogo con Cataluña". Y ahora que el independentismo insiste en "desjudicializar la política", él da la "razón a los dirigentes catalanes: sí, hay que dialogar, pero "dentro del marco de la Constitución", y en él "no existen ni la amnistía ni la autodeterminación", porque "no hay Constitución en el mundo que tenga una semilla de autodestrucción en su seno". Así que está de acuerdo con un diálogo que respete "las reglas de juego", ya que de lo contrario "se pierde la seguridad jurídica y todo ámbito de convivencia razonable".

"Podría reproducir lo que dice Felipe sobre Cataluña. Aquí hay un límite, que es la Constitución", replicó Rajoy, quien precisó que "ninguno de los que se sienten" a la mesa puede disponer de la soberanía nacional, y por ello un referéndum de autodeterminación en Cataluña sería "profundamente ilegal". Lo que no comparte es que el secesionismo se haya frenado por la fuerza del diálogo, por el hecho de que esté dando frutos la distensión: "Aquí se está diciendo ahora que no declaran la independencia ni montan grandes barullos porque hay diálogo, pero yo tengo otra tesis. Creo que ahora no declaran la independencia porque han visto lo que sucede cuando declaran la independencia. Y es que el Estado y la nación española tienen instrumentos para defenderse y se utilizan con el apoyo de los grandes partidos".

El exjefe del PP reveló que cuando Artur Mas le pidió, en 2012, el pacto fiscal para Cataluña, "algo absolutamente disparatado", y enseguida llamó a Alfredo Pérez Rubalcaba. "Y en cinco minutos me dijo que de ninguna de las maneras", señaló, aplaudiendo que "en las grandes cosas" PSOE y PP estén de acuerdo. "Pero el que manda en cualquier país no es el presidente del Gobierno o el juez, sino la ley, y si no tenemos claro eso tenemos un problema muy grande".

"Un paso adelante"

Los dos se manifestaron "tranquilos" con la posibilidad de que Scholz alcance la cancillería, con verdes y liberales —el popular admitió que prefiere una gran coalición, no obstante, aunque entiende que es imposible ya—, porque estos dos últimos partidos son formaciones de gobierno y el socialdemócrata se ha vindicado como el sucesor de Merkel. De modo que llegan cuatro años de "estabilidad" por delante.

Sobre Europa, ambos defendieron la necesidad de avanzar hacia una "mayor integración". La prueba de esa carencia, convinieron, ha estado en Afganistán. El papel de la UE ha sido "ninguno". También el Viejo Continente ha quedado fuera de la alianza Aukus entre Washington, Londres y Canberra. El exmandatario popular remarcó que la Unión necesita dar más pasos en la unión fiscal y económica y en una política exterior y de defensa común, "compatible con una buena relación con EEUU" y con la presencia en la OTAN. "Me tengo que apuntar a la escuela de Rajoy", señaló González, quien destacó la paradoja de que Europa está "vieja desde el punto de vista poblacional y no es mayor de edad para defenderse". "Europa puede y debe dar un paso adelante". El expresidente defendió el multilateralismo (como hace Sánchez) combinado con un regionalismo "abierto" —apoyo y refuerzo de la relación con Europa y Latinoamérica— que sirva de "contrapeso" a EEUU y China. El socialista rebatió la afirmación del titular de Exteriores, José Manuel Albares, de que España aspira a ser potencia "global". "No lo somos, somos potencia media", pero como tal sí tiene un papel, que en el seno de la UE debe ser insistir en que está "inacabada la construcción europea".

González y Rajoy también llamaron a PSOE y PP a ponerse de acuerdo en cómo utilizar los fondos europeos, que "son muy abundantes", durarán años —es decir, superarán una legislatura— y por tanto requieren de consensos, sobre todo para que los gobiernos "no dependan de las posiciones de los ext4remos, que no facilitan áreas de entendimiento", en palabras del expresidente socialista. El exlíder popular convino en que hay que hacer "un buen uso" de los fondos europeos —a los que se suma, incidió, la suspensión del Pacto de Estabilidad y Crecimiento—, una oportunidad que él no tuvo en la tempestad anterior, en la que la ayuda que vino de la UE fue "cero". Y se acertará en ello si "se buscan acuerdos". Rajoy se definió como un "prudente alegre" respecto a las posibilidades de recuperación de la economía española. Lo es porque hay nubarrones, como la inflación al 4% y el precio de la energía, aunque a diferencia de la crisis anterior hay menos endeudamiento familiar, el sector financiero está saneado, se ha equilibrado la balanza exterior y Europa se ha comportado de manera "distinta". Eso sí, pidió un plan de reformas y de consolidación fiscal. "Lo que funciona, no lo cambies", "no tengas inflación legislativa ni hagas por hacer", resumió.

"Lo que acaba de presentar es un pensamiento confuciano", correspondió con tono de broma González. Es decir, "lo que va mal, corrígelo, si algo va mejor, cópialo". "Es puro Confucio". Vamos, que el marianismo es pura filosofía del pensador chino, dijo. También podría definirse de otra manera, según el ex secretario general del PSOE: "Fenomenología de las prácticas históricas adquiridas". González se calificó a sí mismo, por su parte, de "optimista bien informado", porque la economía "rebotará con fuerza", aunque en su opinión la recuperación dependerá asimismo del "compromiso de los ciudadanos".

A los dos expresidentes se les vio cómodos el uno con el otro, felices en su coincidencia, incluso. González comparaba su conversación con Rajoy con la que durante años mantuvieron Gabriel García Márquez y Álvaro Mutis. Se definió como uno de los últimos representantes que quedan del régimen de 1978 —"a mucha honra"—, constructor de una Constitución no militante, "que no excluía a nadie pero que no permite que la gente se la salte a la torera". Y como representante de ese régimen, dijo, lo defenderá a muerte, "con la palabra, sin agredir". "Intentando decir lo que pienso. Pero me limita pensar lo que digo. Tengo que ejercer esa responsabilidad de pensar con responsabilidad y aun así me equivoco. Digo lo que pienso y pienso lo que digo".

González y Rajoy clamaron contra los excesos de regulación o la creación de órganos sin sentido. Y si el popular combatió la proliferación de carteras sin competencias —"Si a uno le dan un ministerio que no tiene nada, algo tendrá que rellenar"—, el socialista lanzó una sutil crítica a Sánchez: "Yo tuve 54 ministros en trece años y medio" en el poder, cuando el actual Ejecutivo tiene 22 departamentos. Los dos convergieron en una figura demasiado presente: los "inquisidores". Los que "te echan los caballos encima", que son "de izquierdas, de derechas, de extrema derecha", los que dicen "cómo sentirse español, catalán o vasco", los que emprenden, por ejemplo, una cruzada contra los menores no acompañados (o sea, Vox) cuando fue España quien produjo "centenares de miles de menas hacia América Latina" cuando lo estaba pasando mal. "Florecen los Torquemadas, hay un superávit monumental de ellos. Y como digas algo en contra... te atizan inmisericordemente". En resumidas cuentas, ambos quieren que les dejen opinar, sin cortapisas. Porque hoy, concluyó González, "para ser políticamente conveniente en esta política tan poliédrica en la que vivimos, hay que callarse".