Ya había anochecido cuando la colada de lava superaba la última parte de terreno con algo de pendiente y a las 9 de la noche (hora local), rebasaba con fuerza la carretera de la costa. A partir de ahí, en llano y atravesando campos de cultivo, su velocidad había aumentado a aproximadamente 300 metros por hora. En dos horas, a las once de la noche, la lava comenzaba a caer al oceano. Primero, muy poco a poco. Después creando una cascada de lava continua que cae por el acantilado desde 100 metros de altura. Con desprendimientos también de grandes fragmentos. A las pocas horas toda la pared se había convertido en una ladera incandescente. Desde los barcos de la Guardia Civil y del Insituto Oceanográfico se vigila permanentente la evolución de la colada en el mar.