Quedan apenas dos semanas para que arranque el 40º Congreso Federal del PSOE, en València. Las aguas bajan tranquilas y no se espera ningún sobresalto, ni en la tramitación de las enmiendas a la ponencia marco ni en las votaciones de los órganos. Pedro Sánchez tiene bajo control el partido, no hay oposición interna, no se cuestiona su liderazgo ni el proyecto. El foco del cónclave se situará, pues, en la recomposición de la ejecutiva, en la que se espera un recorte importante y el lanzamiento de nuevos rostros —combinado con el afianzamiento de la número dos, Adriana Lastra, y casi con seguridad, del tres, Santos Cerdán—, y en los mensajes que el partido proyecte.

Y Ferraz quiere que este congreso también hable mucho a través de sus fotos. Ya se conocía una, la de Sánchez con sus predecesores en el cargo de secretario general (los expresidentes Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, además del exministro y exvicepresidente de la Comisión Europea Joaquín Almunia). Este miércoles se añadió otra, según adelantaron fuentes de la cúpula: la del jefe del Ejecutivo con sus ministros y sus barones. La cúpula, por tanto, persigue esa imagen de unidad interna, sustentada en varias patas: del PSOE de hoy con su poder en los territorios y en el Gobierno central, y del PSOE de hoy con el del pasado, resaltando ese cordón umbilical con los anteriores gabinetes socialistas que hicieron "avanzar" España.

El 40º Congreso arranca el viernes 15 de octubre en la Fira de València, a mediodía, con esta última foto. Sánchez y el núcleo duro de su dirección reunirán al consejo político federal —el antiguo consejo territorial—, que integran todos los barones y presidentes autonómicos socialistas y que coordina, desde 2017, el jefe de la Junta de Extremadura y secretario regional del partido, Guillermo Fernández Vara. La novedad es que el presidente sumará a esa foto a todos sus ministros (los de su cuota, obviamente), incluso aquellos sin carné, como la vicepresidenta primera, Nadia Calviño, o los titulares de Interior, Fernando Grande-Marlaska; Defensa, Margarita Robles, o Inclusión, José Luis Escrivá. Ejercerá de anfitrión el 'president' valenciano, Ximo Puig.

El consejo político federal ha sido convocado en pocas ocasiones en estos últimos cuatro años. Sánchez lo reunió por primera vez, tras el 39º Congreso Federal, el que lo entronizó tras las primarias que libró contra Susana Díaz y Patxi López, el 11 de noviembre de 2017, en la localidad madrileña de Alcalá de Henares. Cita previa a la del máximo órgano de dirección del PSOE, el comité federal. Ya no volvió a congregar a sus barones hasta después del estallido de la pandemia. Primero, el 18 de mayo de 2020, en plena desescalada, y unos meses más tarde, el 11 de septiembre. En ambos casos, de manera telemática. También fue virtual el comité federal del pasado enero, el que sirvió de espaldarazo a Salvador Illa como candidato a las autonómicas catalanas.

Cierre de filas el 3 de julio

El pasado 3 de julio se reunió de nuevo el mismo órgano, por primera vez de manera presencial desde la crisis del covid, y se escenificó el respaldo total al nuevo líder andaluz y candidato a la Junta, Juan Espadas, el relevo de Susana Díaz. No hubo cita previa con los barones. A Sánchez no le hizo falta pasar por el consejo territorial para recabar de sus barones el apoyo a los indultos del 'procés'. Las reticencias iniciales se fueron venciendo progresivamente, y en el comité federal del 3 de julio, celebrado con la ausencia, eso sí, de Guillermo Fernández Vara (Extremadura), Javier Lambán (Aragón) y Emiliano García-Page (Castilla-La Mancha), se saldó con un cierre de filas con la estrategia del líder.

Sánchez abrirá el 40º Congreso, pues, rodeado de sus barones y también de su nuevo Ejecutivo, el que nació de la remodelación del pasado 10 de julio. Algunos de los secretarios regionales ya no continuarán al frente del partido tras los cónclaves que seguirán al federal. Así que esa foto será una despedida para algunos. No seguirá, con seguridad, Idoia Mendia que oficializó la pasada semana que deja las riendas del PSE, al frente del cual le sucederá Eneko Andueza, el actual portavoz en el Parlamento vasco.

También se irá el murciano Diego Conesa, al que relevará, muy probablemente, el exalcalde de Calasparra y actual delegado del Gobierno en la Región, Pepe Vélez. Madrid está ahora mismo gobernado por una gestora que pilota la diputada Isaura Leal y el mando de la federación se lo disputarán Juan Lobato y Javier Ayala. Galicia estará representada por su actual secretario, Gonzalo Caballero, que también ventilará su liderazgo en unas primarias con Valentín González Formoso, presidente de la Diputación de A Coruña. Se despedirá asimismo el riojano Paco Ocón, a quien sustituirá la presidenta de la comunidad desde 2019, Concha Andreu. Y el ceutí Manuel Hernández dejará paso a Juan Gutiérrez. El PSC forma parte también del órgano: el ministro de Cultura y Deporte y todavía primer secretario del partido hermano, Miquel Iceta, cederá las riendas en diciembre a Salvador Illa.

Ferraz, por tanto, busca mostrar músculo institucional en la apertura de su 40º Congreso. Tiene en sus manos el Gobierno central y la presidencia de nueve comunidades autónomas (Valencia, Castilla-La Mancha, Extremadura, Asturias, Aragón, La Rioja, Navarra, Baleares y Canarias), y vicepreside otras dos (Cantabria, con Pablo Zuloaga, y País Vasco, con Idoia Mendia). Hay otro mensaje adicional: Ferraz pretende, con este cónclave, poner en marcha la carrera hacia el ciclo electoral de 2023, que tendrá el aperitivo, no menor, de las autonómicas andaluzas, en las que el PSOE tiene difícil regresar a la Junta, por la consolidación del popular Juanma Moreno. Su apuesta, el alcalde de Sevilla, Juan Espadas, que derrotó a Díaz en primarias el pasado junio, es consciente de que la contienda será dura y sin garantía de éxito, con el peligro de que el PSOE pierda uno de sus principales graneros electorales, que le ha funcionado siempre, incluso en los momentos más duros, en las generales.

Muy diferente a los tres últimos congresos

La inauguración oficial del congreso será el sábado 16 de octubre. La mañana estará protagonizada por la intervención de González y Zapatero, a los que Sánchez, como informó EL PERIÓDICO, llamó personalmente para invitarles al cónclave. Después, cerraron detalles con ambos Cerdán y Lastra, respectivamente. Almunia también intervendrá, aunque en otro foro. Tras los discursos de los dos expresidentes, la ejecutiva saliente dará cuenta de su gestión, que habrá de ser votada por el millar de delegados en el plenario. Para la tarde se deja la discusión de enmiendas en comisión. Solo aquellas que superen el 20% de los votos pasarán a plenario. En el cónclave de 2017, el que se celebró en medio de una enorme tensión por el recuerdo fresco de la durísima guerra entre Sánchez y Díaz, solo sobrevivió una enmienda hasta el final, y fue tumbada por la dirección. Ni siquiera llegó al plenario la propuesta clásica de Juventudes sobre la república, ya que se transaccionó previamente.

Este próximo lunes, 4 de octubre, tienen que estar en Ferraz todas las enmiendas remitidas por los territorios. La ponencia podría asumir muchas de ellas, pero las que rechace son las que habrán de debatirse en el 40º Congreso, primero en comisión y solo si superan el 20% de los votos, en plenario. Lo previsible es que no se incorporen grandes novedades al texto y que el debate quede controlado por la dirección. El domingo, los delegados votarán los órganos de dirección —tampoco se esperan contratiempos— y cerrará el cónclave el secretario general y presidente del Gobierno. "La sorpresa es que no habrá sorpresas", resumen en el equipo del líder.

Y es que este congreso será muy diferente a los tres anteriores. El de 2017 estuvo dominado por la contienda de Sánchez y Díaz previa; el extraordinario de 2014, por la pugna que el hoy presidente ganó a Eduardo Madina y José Antonio Pérez Tapias. Y el de 2012, el 38º Congreso, en Sevilla, vivió la pelea entre Carme Chacón y Alfredo Pérez Rubalcaba —ambos fallecidos—, que finalmente se hizo con el poder. Para encontrar un último cónclave tranquilo hay que viajar hasta 2008, con Zapatero aún en el Gobierno, y el que supuso el lanzamiento de Leire Pajín como figura emergente. También lo fue el de 2004, el 36º, recién llegado el político leonés a la Moncloa. El 35º Congreso, se celebró en julio de 2000, cuatro meses después de la dimisión de Almunia tras el batacazo de las generales en las que José María Aznar conquistó su mayoría absoluta y en las que el PSOE acudió a las urnas en coalición con IU en algunas circunscripciones en el Senado. Zapatero ganó por nueve votos a su directo oponente, José Bono, y a las otras dos candidatas, Matilde Fernández y Rosa Díez.