El pasado viernes, durante su vuelo entre Lima y Santiago de Chile, Mariano Rajoy explicó que no pensaba decir nada sobre Luis Bárcenas. Ni ahora, ni en los próximos tiempos. Hasta que concluya la investigación interna sobre las cuentas del PP, ordenada después de que se descubriera que su extesorero tuvo 22 millones de euros en Suiza, la intención del presidente es permanecer callado. Ni siquiera tiene pensado negar los presuntos cobros de comisiones ilegales por parte de miembros de su partido. Fiel a este propósito, el jefe del Ejecutivo evitó ayer dar cualquier explicación en el Congreso sobre el escándalo, y a esto contribuyó el comportamiento de la oposición, que no le preguntó directamente en la sesión de control del Congreso. La estrategia de Rajoy, que ha trasladado a su partido para que la lleve también a cabo, consiste en dejar pasar el tiempo y asumir las conclusiones de la investigación que dirige la sucesora de Bárcenas al frente de las cuentas del PP.

Tanto el líder de IU, Cayo Lara, como el del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, se detuvieron en la corrupción. El primero citó al extesorero. Pidió un debate sobre los trapos sucios en los partidos y un plan contundente contra este fenómeno. "Pedimos un pleno monográfico para debatir con luz y taquígrafos sobre la corrupción y para hacer un plan serio para acabar definitivamente con ella. Si no, la bomba de Bárcenas, le va a estallar probablemente también al Gobierno".

Rubalcaba eludió citar al exdirigente conservador, pero mantuvo el tono firme que le reclama el partido. "Usted tiene un problema de corrupción en su partido", le dijo a Rajoy, antes de pedirle "contundencia".

El presidente, que sostuvo que ya había hecho mucho en este campo, le recomendó la misma fórmula a Rubalcaba, en referencia a los abultados pagos a la exmujer de Carlos Mulas, el cesado director de la Fundación Ideas. La comparación entre este caso y el de Bárcenas desespera a los socialistas. En el primero, se trata de 58.000 euros. En el segundo, de al menos 22 millones.