Prefiere pasar como el que no sabe que quedarse sin saber. Pedro Morenés, el ministro de Defensa, pregunta con ganas y continuamente. Pregunta lo que no sabe, lo que le interesa, lo que quiere aprender. De educación exquisita y trato cercano y amable, ha conseguido en apenas un mes meterse a los mandos militares en el bolsillo. Y el viaje realizado esta semana a las tropas destinadas en Afganistán y el Líbano le ha valido para consolidar la imagen de un ministro sin aspiraciones políticas ni electorales que ha asumido como un acto de servicio el reto de gestionar la complicada cartera de Defensa en el peor momento económico de la historia reciente de las Fuerzas Armadas.

Y eso se nota. No tiene miedo a equivocarse. No tiene reparo en demostrar qué no sabe. Sonríe con naturalidad, sin perder la compostura y sin romper la solemnidad que en ocasiones impone la escenografía militar. A Pedro Morenés se le nota que está muy a gusto y cómodo en su nueva responsabilidad.

En Herat apenas tuvo tiempo de tomarse el café con pastas que el personal civil de la base le había preparado. Quiso saludar, mesa por mesa, a los más de 200 militares presentes en el desayuno. No dejó ni una mano sin estrechar. E hizo cientos de preguntas: "¿De dónde viene usted?" "¿Y qué tal, muy duro?" "¿Cree que la formación recibida en España es la adecuada para esta misión?". Y así sucesivamente.

La cercanía propició respuestas de complicidad. "Le aseguro que sabemos adónde venimos y lo que nos encontramos. Aquí no hay sorpresas. Esta es una misión dura, muy dura. Pero estamos bien preparados", le respondió con firmeza un militar. No pareció importarles, ni al soldado ni al ministro, que a menos de un palmo escucharan los periodistas.

Pero fue en Qala i Naw donde el ministro Morenés se quedó realmente impresionado. Y donde quiso que le explicaran con todo detalle con qué calendario de repliegue de ese primer 10% de las tropas trabajaban los mandos. Y estos no le contaron nada que no le hubieran transmitido a su antecesora, Carme Chacón. Primero, que el repliegue forma parte de una operación internacional en la que España no debe tomar decisiones unilaterales. Y, lo más importante, y que Morenés entendió sobre el terreno, que España aún no ha cedido a las fuerzas afganas la seguridad de ningún distrito bajo su control, que es lo que posibilitará y marcará el ritmo real del repliegue.

Los mandos le hicieron entender al ministro de Defensa que esos 150 efectivos --que son ese 10% de la misión que España se comprometió a retirar este año-- debían apurar hasta final de año. Por la lógica de unos acontecimientos que en Afganistán tienen un ritmo marcado por el clima, ya que primavera y verano señalan el auge bélico talibán. De momento, el Gobierno afgano no ha comunicado todavía que esté preparado para asumir el control de la capital de Badghis, Qala i Naw, y el distrito de Ab Kamari. Y sin esa transferencia, no tiene ningún sentido adelantar una marcha a la que el anterior Ejecutivo le daba una prioridad política y electoral.

Morenés no tiene esas prisas. Y eso lo han notado los mandos de los ejércitos, que, como el ministro, saben que hay un calendario común de retirada que expira en el 2014 y al que se va a acoger España. Y mucho más ahora, después de que Barack Obama diera el primer pistoletazo de salida para que sus primeros soldados estén de vuelta a tiempo de influir en las elecciones presidenciales de Estados Unidos de noviembre.

Retraso en las fechas

Morenés quiso restar trascendencia al anuncio de retrasar el inicio de la retirada, y lo explicó como un hecho natural en el que había imperado el sentido común de los mandos militares. Porque, al final, el ministro de Defensa no hizo más que hacer suya la recomendación de los responsables del contingente, según ha podido confirmar este diario.

Y lo cierto es que contó el retraso con tanta normalidad que evitó cualquier efecto rebote en España, donde la noticia aterrizó sin generar ningún tipo de reacción airada de la oposición.

Solo el diputado de Izquierda Unida (IU) Gaspar Llamazares puso el grito en el cielo, coherente con su postura natural en contra de la presencia española en la guerra de Afganistán. Por cierto, que Morenés también sorprendió porque ni una sola vez en sus discursos usó el término guerra.