En septiembre de 2011 un equipo de investigación italiano anunció la detección de unas partículas minúsculas, llamadas neutrinos, que se movían más deprisa que la luz. La teoría de la relatividad prohíbe que nada se mueva más veloz que la luz. Por tanto, el resultado de este experimento, llamado Opera , planteaba un desafío científico formidable. Pero allá por febrero de 2012 circuló la noticia de que el experimento midió mal la velocidad de los neutrinos porque había un cable mal conectado en el aparato. El público recibió una imagen lamentable del proceso científico. Nos lo dejaban claro: "incompetencia", "en qué gastamos el dinero", "hay problemas más serios a los que dedicar recursos", "¿cuántos millones se habrán tirado en este estudio por un cable suelto?", "tenía que pasar en Italia", etc. Los neutrinos no se mueven más deprisa que la luz. En el proceso de descubrimiento y difusión de este hallazgo tan relevante ha quedado dañada la imagen pública de los grandes proyectos de investigación europeos. ¿En qué nos hemos equivocado?

Desde el punto de vista científico todo el proceso ha sido riguroso e impecable. El acelerador de partículas europeo que produjo los neutrinos y los dispositivos construidos en Italia para su detección, a más de 700 km de distancia, son máquinas muy precisas que se han comportado de manera excelente. No ha habido incompetencia científica, sino todo lo contrario.

El experimento Opera no pretendía medir la velocidad de los neutrinos como objetivo central, sino que se dedicaba a otro aspecto de la física de estas partículas, pero al final ha arrojado este resultado adicional "gratis": la confirmación de que los neutrinos se mueven más lentos que la luz. Por lo tanto, este resultado no es costosísimo, sino un ejemplo palmario de optimización de los recursos. El equipo científico expuso el sorprendente resultado inicial con todo el escepticismo necesario y solicitando ideas que pudieran revelar un error en las medidas o en su interpretación. Hacían en especial un llamamiento a realizar experimentos independientes que pusieran a prueba sus conclusiones.

La comunidad científica respondió a raudales con ideas creativas tanto a favor como en contra de la exactitud del resultado. Desde el primer día se llamó la atención sobre el sistema de medida del tiempo, basado en GPS, y en los métodos de sincronización de relojes. El artículo publicado con los resultados originales no se titula Los neutrinos se mueven más rápido que la luz , sino, modestamente, Medida de la velocidad de los neutrinos con el detector Opera en el haz CNGS ". En cuanto se descubrió que la medida era inexacta debido a que uno de los cables implicados en la sincronización del reloj del experimento con la señal de los satélites GPS estaba mal conectado, todo el mundo, empezando por el equipo de investigación, reconoció la nueva realidad y ahora la medida supone un apoyo más a la teoría de la relatividad. Aun así, el jefe del equipo de investigación ha dejado el puesto directivo, en una nueva actitud ejemplar que debe hacernos reflexionar.

Si desde el punto de vista científico todo ha ido bien, ¿dónde está el fallo? El fallo en este experimento no está en la medida inicial inexacta de la velocidad de los neutrinos, sino en una estimación muy errónea de la velocidad de la ciencia y de la rapidez con que debe comunicarse. Nos hallamos ante un caso muy interesante de interacción entre el modo en que se comunica la ciencia en el siglo XXI y el nivel y contenido de la cultura científica del pueblo. Quizá se haya perdido una ocasión para explicar que ha habido un fallo instrumental, pero muy poco error porque, aunque la medida fuera inexacta, aun así era muy precisa. Y sin hilar tan fino con la terminología, sin duda el planteamiento de las noticias en los medios, tanto generalistas como especializados, no ha sido propicio, en ningún momento, a comunicar los aspectos básicos del proceso científico: que tras cada resultado hay que concentrarse más en las dudas que en las certezas, que el tempo de la información científica no puede ser el de la información deportiva, que un resultado negativo puede ser tan fecundo como otro positivo, que el conocimiento se construye siempre rectificando lo ya hecho, arando y volviendo a arar el mismo campo con la lentitud de los bueyes.