Nadie que esté acostumbrado a tomar decisiones sabe que sea fácil hacerlo. La casuística diaria en cualquier ámbito, profesional o personal puede tener tantos aciertos como errores. Y salvo la muerte, nada hay que no se pueda corregir o arreglar.

Pero sin trascendencias, en ocasiones hay algo peor y es no tomarlas a tiempo, especialmente cuando ha habido margen de sobra para hacerlo y las cosas se van de las manos.

Si hay algo que tiene el liderazgo, en sus muchas acepciones, es el manejo de los tiempos. Cualquiera que esté «al mando», independientemente de como sepa dirigir a sus equipos, sabe que la gestión de los tiempos es fundamental para que la toma de decisiones sea correcta, en el sentido de los objetivos que persiga.

En estos dos años de pandemia y ahora guerra, han sido innumerables las ocasiones en que se han debido tomar decisiones, buenas y malas, de todo tipo y en todos los ámbitos. Ahora, la huelga que ha paralizado buena parte del país y va a provocar una enorme cantidad de pérdidas a todos, más a los que ya las sufrían, requería tomar decisiones sin esperar a que otros ayudasen a tomarlas o a utilizarlos de coartada para hacerlo. El error ha sido mayúsculo y tendrá consecuencias. Basta estar en la calle.