En tiempos de turbulencias, las firmas dedicadas al asesoramiento financiero y a la gestión de activos afinan el oído para elaborar sus pronósticos económicos. Leopoldo Torralba, adjunto al economista jefe de Arcano Partners, considera que los bancos centrales serán comedidos con las subidas de tipos, para no ahogar el crecimiento ni dar rienda suelta a la inflación. Aunque anticipa que la incertidumbre se prolongará en el tiempo, ve lejanos los peores escenarios de estancamiento o incluso de recesión; eso sí, ve posible un repliegue de la globalización al calor de la guerra de Ucrania.

Con las consecuencias de la pandemia todavía afectando a las cadenas de suministro, nos hemos visto empujados en los últimos meses a una escalada de los precios de la energía, que se ha acentuado con la guerra de Ucrania. ¿Qué tienen que hacer los Gobiernos, en el ámbito financiero y fiscal, para suavizar el impacto?

En el financiero, los bancos centrales deben estar atentos a fijar políticas monetarias equilibradas; ni acelerar en exceso la inflación, ni lastrar el crecimiento demasiado. Como de momento las expectativas de inflación a largo plazo no están desbocadas, deben subir los tipos de interés, pero no situarlos en niveles superiores a los neutrales, que lastrarían demasiado el crecimiento. Más o menos es lo que se espera en Estados Unidos y, sobre todo, en Europa: subirlos pero no a niveles excesivos.

En lo fiscal, los Gobiernos deben favorecer ayudas transitorias a los segmentos más perjudicados, familias y empresas (menores impuestos, subvenciones, etc), para evitar un impacto negativo exagerado, minimizando al mismo tiempo los efectos desfavorables en los tipos de interés de los bonos soberanos porque los inversores temieran por un aumento de la deuda pública. Esto se puede hacer mediante fondos europeos con responsabilidad compartida, al estilo de la pandemia, o con el BCE comprando bonos en el mercado durante más tiempo o con mayor intensidad.

¿Acometerán entonces los bancos centrales de las economías avanzadas sus anunciadas subidas de tipos y los recortes en los programas de compra de deuda según lo previsto, a pesar de que desde la ONU ya advierten que un paso en este sentido podría generar graves problemas a las economías en desarrollo?

De momento, las subidas de tipos anunciadas tienen sentido. En el caso de Estados Unidos son mayores, por tener mayor inflación y mayor crecimiento esperado, pero los niveles previstos no son exagerados. En Europa serán subidas más tenues y lentas; la presión inflacionaria -exenta energía- es menor, y los bancos centrales suelen fijarse más en esta inflación. Los recortes de compra de deuda son normales teniendo en cuenta que las economías, en general, ya están normalizadas.

Pero en cualquier caso, la palabra clave es “flexibilidad”. Los bancos centrales, si la situación se deteriorara en exceso en términos de crecimiento y/o de subidas de tipos de bonos soberanos, podrían volver a las compras de bonos. Dado el elevado nivel de deuda pública sobre PIB y el peligro que puede suponer para el crecimiento estructural, los bancos centrales saben que el mejor modo de reducir esa ratio es con tipos de interés no exagerados e inflación superior al 2% de objetivo estructural por un tiempo (pero eso sí, no muy superior al 3% demasiado tiempo, que empieza a afectar al crecimiento más negativamente).

¿Hay riesgo de que la combinación de los ecos de la pandemia, la crisis de la energía y la invasión de Ucrania empujen a las economías hacia la estanflación [parón en el crecimiento sumado a un nivel elevado de precios] o la recesión?

Lo normal sería no llegar ni a la estanflación ni a la recesión, por un conjunto de motivos: la inercia de la recuperación post pandemia es elevada, el nivel de ahorro general aún es considerable, las restricciones deben ir a menos, la crisis inmobiliaria china ayudará a ralentizar la inflación (por la demanda decreciente de materias primas), los países aplicarán algunas medidas fiscales de choque, el conflicto bélico no debería durar demasiados meses y los tipos de interés, aun subiendo, no serán demasiado elevados. En concreto, respecto a la estanflación, ni el crecimiento debería ser cero ni la inflación esperada a futuro a largo plazo debería desbocarse; hay cierto componente de transitoriedad en esta subida de precios. A partir del tercer trimestre de 2022 la inflación debería empezar a ralentizarse, y en 2023 estar casi normalizada.

¿Cuál está siendo la reacción de los inversores ante la sucesión de crisis de los últimos meses?

La incertidumbre es el peor escenario para los inversores, y al situarse en niveles tan elevados, al principio los activos cotizados de riesgo sufrieron -lo vimos en la bolsa- pero luego recuperaron una parte de lo perdido. No obstante, la incertidumbre durará un tiempo y eso significa volatilidad, que nunca es amiga de subidas sólidas en las bolsas. Estructuralmente se puede invertir, pero tácticamente, a corto plazo, cierta prudencia tiene sentido.

¿Qué consecuencias podemos esperar del escenario actual en sectores clave para la vida de los ciudadanos, como el sanitario o el inmobiliario?

Hay múltiples factores extraordinarios afectando a los sectores. La pandemia será positiva para el sector sanitario por cuanto aumenta la sensibilidad general por la salud. El inmobiliario residencial, aunque lógicamente no se beneficia ni de la incertidumbre, ni del aumento de costes de construcción (por las subidas del precio de los materiales) ni de la subida de tipos de interés en el corto plazo, sin embargo en el medio plazo sí se beneficiará del potencial de crecimiento de empleo y salarios (por estar España más lejos de la normalización pre pandémica), la positiva salud financiera de la banca, los precios de casas razonables para los patrones históricos y los reducidos tipos de interés reales esperados (netos de inflación), que otorgan un atractivo especial como inversión a las casas, dada su razonable rentabilidad por alquiler y por ser una buena cobertura contra la inflación.

Otros sectores favorecidos, en este caso de manera más estructural, serán la defensa y las renovables, por el incentivo de Occidente a reducir su dependencia energética y aumentar sus defensas militares. Finalmente, ciertas partes de la industria también se pueden beneficiar de una potencial relocalización de cadenas de suministro hacia los mercados de origen, para aumentar la garantía de suministro a futuro.

La guerra ha propiciado la imposición de sanciones sin precedentes a Rusia, tanto en el ámbito financiero como por las empresas que han abandonado o paralizado su actividad en el país ¿Estamos ante un repliegue de la globalización y una posible consolidación de un mundo de bloques económicos?

Si algún evento no demasiado esperado no lo impide (como una potencial operación Valquiria [en referencia al complot dentro del ejército alemán para asesinar a Hitler]), efectivamente, la globalización puede estar en cierto repliegue. Occidente se ha dado cuenta del peligro de una excesiva dependencia en energía y materias primas de zonas potencialmente inestables, y al mismo tiempo, países como China han visto que sus cuantiosas reservas en dólares pueden ser usadas en su contra en caso de conflictos con Occidente. Podría volverse a una fase similar conceptualmente a la Guerra Fría, con tres bloques principales: Estados Unidos, Europa y parte de Asia (liderada por China, con Rusia como suministrador de recursos naturales). China podría terminar siendo una especie de bisagra de conveniencia, intentando no aislarse del todo, porque la realidad es que el grueso de sus exportaciones -muy importantes en su economía- se dirigen a Occidente. Y Estados Unidos y Europa, junto con partes de Asia, lógicamente, tenderán a integrarse en la mayor medida posible; exentos perfiles decisorios del estilo de Trump, claro.