La avaricia, el afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas, es uno de esos siete pecados capitales que durante siglos hicieron temblar a los cristianos, pues suponía la condenación eterna a no ser que fuesen subsanados a base de penitencia y contricción. Una fea cualidad, por tanto, de la que ayer el Deutsche Bank acusó a algunos de sus clientes españoles.

La entidad alemana afronta un juicio por venderles participaciones de Lehman Brothers y varios bancos islandeses, que quebraron en la fase más angustiosa de la crisis financiera. El abogado del banco decía ayer en los juzgados que a sus clientes les movió la "avaricia", porque pidieron esos productos sin solicitar el asesoramiento experto del grupo, ya que se los habían recomendado personas cercanas.

Claro que cabría recordar que al pecado se contrapone la virtud. Si eran productos tan malos y peligrosos, ¿por qué no se negó la entidad a comercializarlos?

El episodio es un ejemplo perfecto de por qué la crisis nos ha llevado adonde estamos. El ánimo de lucro es la base del capitalismo y, cuando es legítimo, es perfectamente aceptable. Es el motor que guía a la mayoría de los inversores, que ayer vivieron una jornada de indecisión. El día se inició con ánimos compradores, pero los sospechosos habituales volvieron a aparecer.

Las discrepancias de la alianza internacional sobre el objetivo y el mando de la misión en Libia rodean de incertidumbre al petróleo, que ayer subió un nuevo peldaño y se situó en los 116 dólares. Dice la OPEP que no pasará de los 120, y que ese es un nivel "aceptable" para la economía mundial, así que habrá que olvidarse de alzas de la producción que rebajen los precios.

El hipotético rescate europeo de Portugal, además, cada vez parece más cercano. El Parlamente vota hoy un nuevo plan de recorte y el Gobierno no tiene los apoyos garantizados. Puede ser el detonante. Venturosamente, España se ha desacoplado de los problemas lusos. El Tesoro colocó con buenos precios y demanda 2.050 millones de euros en letras a tres y seis meses y 2.000 millones de títulos del déficit eléctrico. La prima de riesgo --posibilidad de impago percibida por el mercado-- bajó hasta los 187 puntos básicos.

El Ibex 35 permaneció congelado (10.576,1 puntos, 0,02% de alza), frente a una caída media en Europa del 0,4%. Habrá que ver cómo aguanta la subida de tipos que prepara el BCE y que la OCDE desaconseja. La vicepresidenta Salgado dice que "sin dificultades". Veremos.