Ya venía ocurriendo de manera sistemática, pero a partir de ahora será una letanía que el Córdoba CF tendrá que digerir del mejor modo posible. Y ese, según dicta la experiencia, será no haciendo demasiado caso. Hablamos del elogio permanente, del halago, del jaboneo. El que llega desde el bando del aficionado es pan bendito. Los cordobesistas, que han visto su orgullo pisoteado durante mucho tiempo, tienen todo el derecho a creer y sentir que su equipo es formidable. Verlo en racha y peleando por el único objetivo en Segunda B -huir de aquí con urgencia- eleva las endorfinas y refuerza un lazo emocional que ahora, en tiempos de gradas vacías, es absolutamente necesario.

El asunto cambia cuando los piropos vienen de los adversarios. Las hazañas de la Copa de Rey quedaron atrás. El humo ya se ha disipado y queda la realidad del día a día. Lo de las «secuelas en positivo» que desea Alfaro va por ahí: el Córdoba es mejor después de su aventura copera. Toca demostrarlo ahora en Segunda B, donde todos (o casi) dicen que son peores que tú. Te pasan una mano por el lomo mientras preparan con la otra el golpe para tumbar al que se adormece en la autocomplacencia. Somos lo que hacemos, que no se olvide.

El Córdoba debe provocar el respeto y el temor de los rivales con la receta infalible: ganando. Desde ya. Sin miramientos. Hay un trabajo que hacer.