Quedaron atrás el océano de lágrimas, la impotencia, los errores de organización del sepelio y las nubes de gases lacrimógenos que disparó la policía cuando sobrevino el desborde. Al caer el sol, y fuera del alcance de las cámaras de televisión, Diego Armando Maradona fue enterrado en un cementerio privado de la periferia norte de la ciudad de Buenos Aires, al lado de sus padres, Doña Tota y Don Diego. La ceremonia fue íntima por expreso pedido de la familia. El féretro llegó allí envuelto con una bandera argentina. Debajo de una pérgola se inició un breve responso. Habló un sacerdote. Fue breve y conciso. No había más que decir. El silencio que siguió fue lacerante. A 300 metros del Jardín de Paz, y celosamente vigilados por la policía, unos 200 seguidores con bombos y banderas no dejaron de repetir como un mantra el "olé olé olé, Diego, Diego...". Todo temrinó a la luz de la luna más triste posible.

"Olé, olé, olé, olé, Diego, Diego", se había cantado también por la mañana y al amparo del sol del mediodía, cuando los incidentes de la tarde no se insinuaban en el horizonte. Las voces no parecían de dolientes. Eran, ante todo, hinchas, o creían serlo bajo tan extrañas circunstancias. Ellas y ellos esperaban entrar a la sede presidencial como si estuvieran en rigor a las puertas de un estadio donde jugaría la selección argentina. El malentendido afloró quizá como mecanismo de protección emocional para la marea humana, casi un tsunami, que fue a despedir a su ídolo y su estandarte.

"Viva la Patria, viva Diego Armando Maradona", gritó alguien y agitó una bandera celeste y blanca. "Viva", le respondieron a sus espaldas. El eco se expandió hacia la Plaza de Mayo. A Eva Perón la velaron en 1952 en el Congreso. Maradona recibió el último adiós en el corazón del poder político, en la Casa Rosada. Lo que une a uno y otro episodio es su carácter multitudinario y el aura mítica de los dos difuntos que más amor y enconos han suscitado en esta sociedad estremecida. Lo que los separa es que la despedida de Maradona tuvo un cierre caótico, con disturbios adentro y afuera de la sede del Ejecutivo que protagonizaron hinchas enfurecidos por las restricciones para acceder al salón donde estaban los restos del ídolo. El caos obligó a concluir el velorio a las apuradas. Se retiraron las coronas florales y el féretro en medio de una tensión que no estaba en los planes de los que planearon la ceremonia del adiós. La familia pidió unos minutos de intimidad antes de que llevaran el ataúd. El entierro debía llevarse a cabo este mismo jueves en el Jardín de Paz de la localidad de Bellavista, al norte de la periferia bonaerense. "¿A qué hora y por dónde pasa el cortejo fúnebre?", quisieron saber los que se quedaron sin verlo.

La jornada fue, en definitiva, maradonianana, con sus instantes genuinos, distintas formas de pasión y de hondo dolor, y sus costados deplorables. A las seis de la mañana, cuando se abrieron las puertas de la sede de Gobierno, se respiraba un aire de congoja general. El rencor hacia el astro plebeyo se había silenciado durante las horas ecuménicas. En las inmediaciones de la sede de Gobierno se escuchó un desgarro coral. "No te lo puedo explicar", dijo un joven, y su amigo lo compadeció. "¿Qué era para vos Maradona?", le preguntó un cronista televisivo a una mujer. "¿Y para vos?”, le respondió, y el periodista, que estaba transmitiendo en vivo, no supo que decir. "¿Cómo se puede estar en un momento así? Sin dormir, y desde las cuatro de la mañana", quiso explicarle alguien a su lado, para salvar la situación.

"Nos dio tanta felicidad"

De repente se escuchó un estruendo bajar del cielo. Era el helicóptero de Alberto Fernández. El presidente se acercó a la gente y pidió que mantengan distancia social a aquellos que, en plena pandemia de un país con 1,4 millones de infectados y casi 38.000 muertos por covid-19, habían llegado con flores, ofrendas, fotos y camisetas. Empleados estatales repartieron mascarillas. "Me escapé del trabajo y vine”, confesó un señor. "Nos dio tanta felicidad", acotó el que estaba delante suyo. "Sí, hay que cumplir con él como lo hizo con nosotros", terció otro. Y uno más: "el Diego es felicidad". Lo dijo en presente. "Se murió el fútbol", sentenció otro. "Recorrí mil kilómetros en auto para estar acá. Fue todo para mí", confesó un señor mayor. A unos metros, un joven había dibujado con tiza sobre el asfalto al Diego niño que llegó más lejos que su sueño incandescente: jugar un Mundial. "Para mí, representa la lucha contra el poder".

Llantos e incidentes

"El que no salta es un inglés", bramó un adolescente. No estaba sobre una tribuna sino en la Avenida de Mayo, con un deseo incontenible de avanzar hacia el salón de los Pueblos Originarios donde estaba el cuerpo de su Dios. Cerca suyo, un joven se desplazaba arrodillado. "Todos robaron en este país. Pero Diego solo le robó una pelotita a los ingleses". La cola se expandió por tres kilómetros. ¿Cuantos arrastraron sus penas? Se habló de más de un millón de personas. No todos llevaron sus mascarillas. Muchos temieron no poder entrar a la Casa de Gobierno y desbordaron el control de seguridad al punto de adueñarse por minutos de varios pasillos del histórico edificio. El episodio hizo encender las alarmas. La familia de Maradona entró en pánico.

En la Plaza de Mayo y el acceso al velatorio público tuvieron lugar escenas de empujones y golpizas. No faltaron barrabravas y provocadores. Se reportaron además choques con la policía a diez cuadras de la sede del Ejecutivo, cuando la procesión intentó burlar las vallas de contención. Se lanzaron gases lacrimógenos y balas de goma. Hubo corridas y piedrazos, arrestos y heridos. "Cómo no nos permiten avanzar. No lo vamos a ver más en la vida". El Gobierno nacional responsabilizó de lo ocurrido a las autoridades capitalinas, que forman parte de la oposición de derechas. "Exigimos que frenen ya esta locura que lleva adelante la Policía de la Ciudad. Este homenaje popular no puede terminar en represión. La dirigente conservadora Patricia Bullrich dijo que la culpa de lo ocurrido recaía en el presidente. Quedaba pendiente el inventario de contagios entre tanto descontrol. Todo el discurso oficial en favor del distanciamiento pregonado por meses había sido refutado en pocas horas.

Un seguidor de Maradona llora tras ser reprendido por la policía.

Antes del desmadre, habían pasado por el velatorio los excompañeros de la selección campeona del mundo en 1986, capos de la hinchada de Boca Juniors y figuras como Javier Mascherano. Juan Román Riquelme, el principal ídolo de Boca, enfrentado con Maradona desde el 2010, lo evocó sentidamente. "Verlo jugar fue increíblemente hermoso" .

Matías Morla, su último apoderado, consideró que era "inexplicable" que Diego no hubiera recibido "atención ni control" durante 12 "por parte del personal de la salud abocado a esos fines". El abogado calificó además de "criminal idiotez" que la ambulancia hubiera demorado más de media hora en llegar. "Este hecho no debe ser pasado por alto y voy a pedir que se investigue hasta el final de las consecuencias”. Le pidieron que se callara.

Camisetas, canciones e interpretaciones

Cuando todo transcurría sin sobresaltos, el féretro se pobló de camisetas de todos los equipos de los que Maradona formó parte. El presidente Fernández dejó la de Argentinos Juniors. "No sé cuántas personas tienen la capacidad de darle alegría al pueblo. Solo quiero decirle gracias", dijo, con lágrimas en los ojos. Las radios no se cansaron de emitir las canciones compuestas en su homenaje: “La vida tómbola”, de Manu Chao, en la que se canta “si yo fuera Maradona, viviría como él”, la del grupo de rock, Los Piojos (“a los poderosos reta / Y ataca a los más villanos”), o la escrita por Andrés Calamaro (“es un guerrero / Es un ángel y se le ven las alas heridas”).

Pablo Alabarces, autor del ensayo 'Fútbol y patria', le recordó a este diario que Maradona fue el símbolo cultural más importante de la historia argentina del último medio siglo, él le ofreció a una sociedad la posibilidad de apropiarse de un sentido cuando se le derrumbaron "sus referencias políticas más elementales". Por eso, el excapitán, el pobre que no se olvidaba de sus orígenes, el impugnador impugnado, devino una figura capaz de “nombrar simultáneamente la posibilidad de la Nación y de sus clases populares como sujeto activo de sus narrativas".

Eso lo ha acercado al peronismo. Alabarces recuerda que el extinto jugador no era objeto de unanimidades. No en vano Maradona simpatizaba con Néstor y Cristina Kirchner, quien también fue a despedirlo, y el actual presidente, para enfado de sus adversarios que, en virtud de esas adhesiones que incluían a Fidel Castro, Hugo Chávez y hasta Nicolás Maduro, siempre prefirieron resaltar sus oscuridades personales.

Numerosas vidas

El recuerdo de los medios se centró en sus años de esplendor. Hubo, también, miradas compasivas sobre sus reiteradas caídas y el precio que Maradona tuvo que pagar por ser Dios y hombre a la vez, un hombre que vivió numerosas vidas, que hizo feliz a una colectividad, pero no pudo cargar con sus heridas ni poner freno a aquellos que lo vampirizaron.

La escritora Mariana Enríquez intentó resumir todo lo que encierra el nombre mítico, "su desenfreno y su enorme inteligencia", sus frases antológicas y sus goles, sus gestos y provocaciones, sus iras y ternuras, sus fidelidades y deslices, esa imagen tan fotogénica y los "claroscuros como los del pintor Caravaggio". Para Enríquez, la enumeración de sus acciones es interminable: "como él, no tiene fin". Así fue la procesión bajo el sol de una ciudad mustia. Hasta que todo se agrío al caer la tarde.