Quién dijo que había etapas de transición en una Vuelta cuando la corre Alberto Contador y está en forma? Transcurría el día en paz, camino de Antequera, un buen lugar para que el ciclista español aplicara el viejo dicho de la zona: «salga el sol por Antequera y póngase por donde quiera».

Y quiso el Creador del ciclismo que el corredor madrileño atacase, que formara un lío de mil demonios y que en plena persecución de la estrella española Chris Froome se fuera por los suelos, nada menos que en dos ocasiones.

La Vuelta 2017 no está sentenciada y sí dominada. En lo físico no da la impresión que nadie pueda derrotar a un Froome incuestionable por táctica, por fortaleza y apoyado por un equipo genial sin cuya colaboración, por ejemplo ayer tras caerse, podía haber perdido un tiempo terrible para sus aspiraciones de ganar la Vuelta y no solo 20 segundos con Vincenzo Nibali y 40 con Contador.

Sin embargo, y porque ya tiene malas experiencias en la Vuelta, Froome sabe que los daños colaterales sí pueden apearlo o por lo menos entorpecer su claro reinado con el jersey rojo. Y porque no puede fiarse, ni un pelo, de Contador, que ya está a un minuto del podio, y que sabe inventar, improvisar, liarla y poner patas arriba la carrera al menor descuido y en lugar inesperado.

Pero, ¿quién iba a pensar que en una llamada etapa sencilla, supuestamente tranquila y con fuga consentida (ganó por segunda vez el polaco afincado en Granada Tomasz Marcyznski) Contador atacaría en un puerto de segunda? Solo él podía hacerlo.